Escribir un libro es una excusa perfecta para la investigación, y el aprendizaje, de materias en las que antes uno no tenía porqué haberse fijado. La Prehistoria siempre me fascinó, no tanto los seres humanos sino los animales que la poblaron. El cambio de edad va correlacionado al de inquietudes y los gustos no dejan de ser un espejo de las mismas. Un tema que se me ha acontecido como de sumo interés es el arte megalítico. No sólo en cuanto a técnicas de construcción, por ejemplo del colosal Stonehenge, sino en cuanto a su propia génesis, ¿cómo pudo darse un movimiento “religioso-artístico” en todo un continente, incluidas algunas islas como las Baleares o Malta, si se sostiene que el comercio no llegó hasta los fenicios?.
Se dice que el megalitismo no fue nada más que una pauta religiosa, un ritual que se impuso en el necesitado “homo religiosus” con el objetivo de solventar sus necesidades de encontrar un logos dentro del Caos, o simplemente, uno explicación a los misterios del Mundo. Excavar tumbas antiguas tiene incentivos superiores a la necromancia barata. Una tumba no deja de ser un “cuadro” en el que se observar cómo se caracterizaba una sociedad antigua. En el caso del megalitismo, los entierros colectivos en dólmenes no dejan de ser una muestra de cuán importante era la “casa”, familia o gens en tanto que unidad de sustento, no sólo económico, sino también social, político y religioso.
El sensacionalismo inherente a nuestra psique muchas veces no hacer ser ajenos a posibilidades más consecuentes como aquella que aboga por considerar a los dólmenes como muestra de un poder religioso que se reflejaba en el mandamás de la época en tanto que dios terrenal de turno, siervo de la divinidad celestial. Tal tesis pudiera llegar a ser cierto, no me acabo de creer lo teoría de los misioneros y todo lo que ello comporta.
Según la Historia de España y las Américas de la Editorial Rialp, bajo la dirección de José Luis Comellas, la cerámica campaniforme, al igual que el megalitismo, se extendieron por el continente debido a la labor de ciertos sacerdotes-nómadas, profetas o misioneros, que convencieron a la población para que se convirtiera a unos nuevos rituales, de forma equivalente a lo acaecido en tiempos romanos con el Cristianismo.
Que el reduccionismo mercantil al que se somete a los pueblos primitivos tiene cada día menos sentido es un hecho, en otras palabras, no podemos creer que las poblaciones, ya desde el Neolítico, dejaron el nomadismo totalmente para permanecer, estáticos, en sus pueblos sin practicar ni tan si siquiera el más rudimentario comercio. Hallazgos fascinantes en Anatolia demuestran cómo existieron comunidades con cierta complejidad comercial, como fue el caso de yacimientos como Arslantepe-Malatya donde se hallaron pruebas de un comercio a largas distancias con otras poblaciones con las que se comerciaba con la obsidiana, piedra volcánica similar al sílex en cuanto a propiedades y usos.
En fin, si el comercio se expandió, parece ser, desde tiempos pretéritos, ¿porqué no los mecanismos de sujeción del Poder?
Se dice que el megalitismo no fue nada más que una pauta religiosa, un ritual que se impuso en el necesitado “homo religiosus” con el objetivo de solventar sus necesidades de encontrar un logos dentro del Caos, o simplemente, uno explicación a los misterios del Mundo. Excavar tumbas antiguas tiene incentivos superiores a la necromancia barata. Una tumba no deja de ser un “cuadro” en el que se observar cómo se caracterizaba una sociedad antigua. En el caso del megalitismo, los entierros colectivos en dólmenes no dejan de ser una muestra de cuán importante era la “casa”, familia o gens en tanto que unidad de sustento, no sólo económico, sino también social, político y religioso.
El sensacionalismo inherente a nuestra psique muchas veces no hacer ser ajenos a posibilidades más consecuentes como aquella que aboga por considerar a los dólmenes como muestra de un poder religioso que se reflejaba en el mandamás de la época en tanto que dios terrenal de turno, siervo de la divinidad celestial. Tal tesis pudiera llegar a ser cierto, no me acabo de creer lo teoría de los misioneros y todo lo que ello comporta.
Según la Historia de España y las Américas de la Editorial Rialp, bajo la dirección de José Luis Comellas, la cerámica campaniforme, al igual que el megalitismo, se extendieron por el continente debido a la labor de ciertos sacerdotes-nómadas, profetas o misioneros, que convencieron a la población para que se convirtiera a unos nuevos rituales, de forma equivalente a lo acaecido en tiempos romanos con el Cristianismo.
Que el reduccionismo mercantil al que se somete a los pueblos primitivos tiene cada día menos sentido es un hecho, en otras palabras, no podemos creer que las poblaciones, ya desde el Neolítico, dejaron el nomadismo totalmente para permanecer, estáticos, en sus pueblos sin practicar ni tan si siquiera el más rudimentario comercio. Hallazgos fascinantes en Anatolia demuestran cómo existieron comunidades con cierta complejidad comercial, como fue el caso de yacimientos como Arslantepe-Malatya donde se hallaron pruebas de un comercio a largas distancias con otras poblaciones con las que se comerciaba con la obsidiana, piedra volcánica similar al sílex en cuanto a propiedades y usos.
En fin, si el comercio se expandió, parece ser, desde tiempos pretéritos, ¿porqué no los mecanismos de sujeción del Poder?
2 comentarios:
Tambien ser comerciante en poblaciones con fronteras naturales o mar , era todo un privilegio y hasta un status en ciertas civilizaciones...La historia, la historia, siempre una aventura...
Gracias.
Un saludo
Muy interesante tu artículo, lo cual no me sorprende en absoluto. ¡Y enhorabuena por tu libro!
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