martes, 15 de abril de 2008

El auge del tendero

La condición jurídica de los comerciantes terminó por proporcionarles, en esta sociedad en la que por tantos motivos resultaban originales, un lugar completamente peculiar. A causa de la vida errante que llevaban, en todas partes eran extranjeros. Nadie conocía el origen de estos eternos viajeros. La mayoría procedían de padres no libres a los que habían abandonado desde muy jóvenes para lanzarse a la aventura. Pero la servidumbre no se prejuzga: hay que demostrarla. El derecho instituye que necesariamente es hombre libre aquel al que no se le puede asignar un amo. (...) No reivindicaban la libertad: les era otorgada desde el momento en que era imposible demostrarles que no disfrutaban de ella”.

Henri Pirenne, “Las ciudades de la Edad Media”

Todo curso de Derecho Penal, que se precie, se inicia con un ensayo referente a los fundamentos de su necesaria existencia. Durante mi estudio de esta disciplina, recuerdo cómo me argumentaron la imposibilidad de obviar a los tipos penales en una sociedad donde, aunque sea por mero desiderato, es imposible que reinen los ángeles. Más allá de Beccaria o Roxin, de razones jurídicas o filosóficas, lo dicho se constata como realidad, en tanto que correlativo de lo que muchos hemos soñado o pensado como fantasía. Me explico. Cuando uno fantasea, sea durante el sueño o en un momento de “mente en descanso”, no acostumbra a visualizar, al menos al principio, las cosas en su apariencia real. Todo lo imaginamos en términos superlativos, imaginación al poder, medidas, contrastes y proporciones que desearíamos, pero jamás alcanzaremos a ver. Después de todo, ese es el mecanismo del deseo, quizás también el carbón para el esfuerzo.

Si pensamos en ciudades legendarias, a la mayoría de las mentes se les recreará una alegórica Babilonia, con sus Jardines Colgantes, la Alejandría de Cleopatra, una ciudad de las descritas por Tolkien o la Ciudad de Plata del libro magno de Ende. Dudo de que a alguien se le ocurra pensar en el peor suburbio de su urbe más cercana, en las chavolas de Río de Janeiro o en los bajos barrios de Chicago. La mente tiende al deseo con la finalidad de incentivar el progreso, esa eterna lucha contra el Caos que nos define como seres “racionales”.

En términos de justicia, y de buena política, a muchos nos vendrá a la cabeza una ciudad ideal de elfos; un lugar donde la intervención del soberano penal sea mínima y la coerción un mero atisbo de tiempos pasados. Seguramente alguien piense en los ángeles y sus moradas, un paraíso terrenal que dejara sin sentido al Cielo, donde todo fuere lo que tuviere que ser, y no lo que el Azar dispusiera. Yo participo del sueño, pocas veces se puede llegar a aceptar, sin mayor miramiento, aquello que nos muestra la historia. La “desigualdad institucionalizada”, la necesidad (espero que no biológica) de dividir el ecosistema social en clases.

El autor citado, Henri Pirenne, es quizás el medievalista más eminente de todos los tiempos. Sus teorías nos han llegado como dogmas de suprema utilidad para nuestra actual ciencia histórica, pensamientos que acontecen, con el paso del tiempo, opiniones que se solidifican en “reglas”. La visión que de la “Revolución del Año Mil” nos hace es de lo más expresiva: el comerciante como individuo libre, servidor de una actividad que haría de la burguesía el germen primordial de un “mundo libre”. Por contraposición con la ruda aristocracia del momento, la visión no podía ser más acertada. Sin embargo, Pirenne obvia al no subrayar “la otra parte” de este auge, que en el fondo no sería más que una muestra de continuismo, quién sabe si de ruin, y estoico, determinismo.

El comerciante se alzó con la dicha, optimizando la rentabilidad de lo producido por el sistema. La situación del hombre ligado a la tierra era totalmente necesaria para que el tendero tuviera su mercancía. El mérito de la burguesía, sin lugar a dudas, fue el saber sacar a la nobleza de la primacía social unánime; cambiándose burgueses por nobles, como antes lo hicieran éstos con los patricios romanos.

¿Libertad o transmutación de los dominantes? Quizás fuera el momento de hacer una reflexión en torno a nuestro “humano ecosistema”. Aquél donde siguen habiendo presas y depredadores. Gentes que intermedian con el esfuerzo de los productores, sangre que trabaja y “cerebros” que dirigen. Seguramente no existan soluciones posibles, es altamente probable que siga pensando en términos de utopía, sin embargo, creo que la reflexión es de interés para todos los que compartimos estos tiempos, como antes lo fue para quienes nos precedieron. ¿Son inevitables las clases sociales, dominantes y oprimidos? ¿Es utópico pensar en la posibilidad de una sociedad sin clases?
  • Primera imagen: Henri Pirenne, en segundo lugar, la "República de los Patricios" que dijera Diehl, cuadro de Francesco Guardi (2nd half of 18th century)

9 comentarios:

isobel dijo...

para que la utopía funcione...lo primero tendríamos que cambiarle es el nombre,sería necesario un cambio radical en la sociedad, donde el ser humano fuese importante en si mismo y todo el mundo cumpliese su cometido, responsabilizándose de sus hechos, independientemente de sus intereses personales,... uf menuda tela, pero sigamos pensando en utopías y bendita educación, besos

El llano Galvín dijo...

Hola!!!

Acabo de descubrir tu blog y estoy encantado con él, tanto que lo he añadido a mis favoritos. Muchas gracias por tus textos, siempre es de agradecer una pequeña puerta que se abre al descubrir personajes y hechos desconocidos hasta el momento. Esto me acaba de pasar contigo, muchas gracias. Sigue así!!

Un saludo!!!!

Anónimo dijo...

Amigo mío, tu pregunta sólo encuentra respuesta en las utopías varias y en la Jerusalén celestial del presbítero Juan. Aquí, con los pies en el suelo, sólo se puede ser explotador ó explotado, y aun y así no siempre se puede elegir lo que se es.

Anónimo dijo...

ah. mis utopias. serían, aquellas que hablan e entender porqué estamos en la tiera, entendernos como animales, como parte de ella.


gracias por pasar a leerme te sigo invitando para que vengas cuando quieras, hasta que la muerte me separe de la poesía.

Fabber dijo...

Nuestros tiempos mas bien están a las puertas de la desaparición paulatina de los intermediarios. Las cadenas de distribución se hacen más eficientes, los eslabones desaparecen.

Striper dijo...

La Utopia es eterna normalmente pero alguna vez existe la excepcion.

Dinorider d'Andoandor dijo...

el primer párrafo le cae a pelo a mi familia, casi cada generazción es de un país/ciudad distinto!

:S

Anónimo dijo...

Hola. ¿Qué tal? Pues, gracias por darte a conocer en mi rinconcito. Yo también quedo maravillada con este lugar, con esa riqueza de palabras.

Ahora mismo, te enlazo en mi sitito para seguirte.

Besos.

nickjoel dijo...

Siempre te lo he dicho, hay una mezcla maravillosa de cultura y emocion en tus post, de esos que se leen, y se quiere más, uno siempre, o yo siempre quiero estar culturizando mi alma, mi vida, es la unica forma de no hacerla monotona, ni aburrida.... Una utopia que puede ser realidad o no??

muy bueno, demasiado brother
dios te bendiga