Existen aguas dulces y saladas. Unas nutren a los ríos, otras a los mares. Una diferente concentración de sales minerales nos hace ver a una misma agua de una diferente manera. Toda es aprovechable, cada cual para unas cosas: sin embargo siempre preferimos a la dulce, por ser de más fácil tratamiento, más eficiente y vulnerable a nuestros designios de eficiencia. Si nos pusiéramos en una óptica ecológica, veríamos ecosistemas que se nos escapan de esta sencilla clasificación. Nadie puede hablar del cocodrilo como animal representativo de las aguas dulces, cuando el más grande, que habita en Indonesia y Australia, frecuenta las aguas saladas. Tampoco cabría decir que los tiburones requieren de sal para su supervivencia, bien lo saben quienes se bañan en el Zambeze vigilando la presencia de diabólicas sierras. La naturaleza nos muestra tantas alegorías como bellezas. Las más clarividentes cumbres frente a los más profundos enigmas.
Pensemos en los deltas, los “aiguamolls”, mangles, estuarios y demás ecosistemas en los que participa, dentro de inconmensurables porcentajes, el agua dulce y la salada. La fauna no puede ser catalogada como perteneciente a un ecosistema o a otro, quizás diremos que el barbo es de agua dulce y la dorada de aguas marinas. Sin embargo, siempre existen excepciones que introducen impurezas en nuestras abstracciones categóricas, un cocodrilo que nos estropee poder considerar a los de su taxón, como miembros exclusivos de un tipo de ecosistema. Definitivamente, el estuario es un centro de diversidad, un lugar donde chocan diferentes estructuras naturales en aras de forman un nuevo producto, por definición único e impredecible.
Geopolíticamente, los Balcanes son un delta. Una península bañada por mar donde se cruzan pueblos y gentes de diversos orígenes históricas, variopintos idiomas para otras tantas etnias. Es un lugar, a semejanza de las grandes urbes de Occidente, donde coinciden las tres grandes religiones monoteístas, no sin grandes conflictos. Poco importa la diferencia al interpretar el mensaje divino, cuanto menos no tanto como saber sacar provecho de un tiempo, eternamente convulso, presa de una hostil geografía. Tres grandes ejemplos nos sirven para saber valorar lo diverso (aquello que acerca a estuarios y Balcanes) que son los países de este lugar de nuestro Planeta: Kosovo, Transilvania (ya en el noreste, más que en los Balcanes) y Vojvodina.
En el año 1483, Matías Corvino, Rey de Hungría, informó al Papa de la llegada “en cuatro años, de 200.000 serbios”, instalados al sur de su Reino. Obviamente, lo que a nuestros ojos, ya de por sí, parece una cifra exagerada, debe ser contemplada a la luz de aquellos tiempos (cuando las cifras, proporcionalmente, significaban de una mayor magnitud). La mayoría húngara, vernácula, cedió ante la nueva mayoría serbia inmigrante. Una zona, húngara de pleno derecho, pasaría con el tiempo a formar parte de Serbia, cambiando Belgrado por Budapest, hasta nuestros días. Todo ello fue como consecuencia de las invasiones otomanas y la rápida expansión por Europa de la Sublime Puerta. Los serbios se precipitaron hacia la Vojvodina húngara para concebir una nueva región, perteneciente ahora a Serbia. Lo acaecido en la Vojvodina (donde aún habita una considerable minoría húngara), tendrá grandes parecidos con el caso de Transilvania, patria de Drácula, poseedora de una importantísima población húngara nacional de Rumania. Al igual que en un estuario, los diferentes orígenes de quienes pueblan el hábitat, en este caso humano, hacen decaer cualquier intento de basarse, exclusivamente, en un sólo criterio para una eventual clasificación. Lo nacional acontece irreal e inclasificable.
El conflicto kosovar comporta una génesis equiparable al caso transilvano o “vojvodiano”. Una región inicialmente serbia (valga recordar la gran batalla, fundacional serbia, que en sus llanuras se libró contra las tropas turcas, año 1389), pasaría a ser, hasta día de hoy, una zona mayoritariamente albana (éstos, por otra parte, opinan algunos científicos, descendientes de los ilirios, primeros habitantes de la zona hasta la invasión eslava).
La paradoja no se refiere a la eventual conveniencia nacionalista de una Vojvodina libre o un Kosovo independiente. El “estuario de los Balcanes” nos muestra cuán difícil es encontrar un criterio que fundamente una solución desinteresada, justa y conforme a Derecho. La legitimidad no es bien recibida ni por el tiempo ni por el número, las fronteras no conocen idiomas o ríos, la sociedad se fragmenta en un mundo globalizado. Que nadie se engañe, por más que nos unamos dentro del globo, seguimos sin poner orden local en conflictos que nos definen como especie territorial. Pese a todo, lo narrado quizás continúe siendo del menor interés para quienes estamos dentro de otro paradigma: el Mundo libre, nominalmente civilizado.
Pensemos en los deltas, los “aiguamolls”, mangles, estuarios y demás ecosistemas en los que participa, dentro de inconmensurables porcentajes, el agua dulce y la salada. La fauna no puede ser catalogada como perteneciente a un ecosistema o a otro, quizás diremos que el barbo es de agua dulce y la dorada de aguas marinas. Sin embargo, siempre existen excepciones que introducen impurezas en nuestras abstracciones categóricas, un cocodrilo que nos estropee poder considerar a los de su taxón, como miembros exclusivos de un tipo de ecosistema. Definitivamente, el estuario es un centro de diversidad, un lugar donde chocan diferentes estructuras naturales en aras de forman un nuevo producto, por definición único e impredecible.
Geopolíticamente, los Balcanes son un delta. Una península bañada por mar donde se cruzan pueblos y gentes de diversos orígenes históricas, variopintos idiomas para otras tantas etnias. Es un lugar, a semejanza de las grandes urbes de Occidente, donde coinciden las tres grandes religiones monoteístas, no sin grandes conflictos. Poco importa la diferencia al interpretar el mensaje divino, cuanto menos no tanto como saber sacar provecho de un tiempo, eternamente convulso, presa de una hostil geografía. Tres grandes ejemplos nos sirven para saber valorar lo diverso (aquello que acerca a estuarios y Balcanes) que son los países de este lugar de nuestro Planeta: Kosovo, Transilvania (ya en el noreste, más que en los Balcanes) y Vojvodina.
En el año 1483, Matías Corvino, Rey de Hungría, informó al Papa de la llegada “en cuatro años, de 200.000 serbios”, instalados al sur de su Reino. Obviamente, lo que a nuestros ojos, ya de por sí, parece una cifra exagerada, debe ser contemplada a la luz de aquellos tiempos (cuando las cifras, proporcionalmente, significaban de una mayor magnitud). La mayoría húngara, vernácula, cedió ante la nueva mayoría serbia inmigrante. Una zona, húngara de pleno derecho, pasaría con el tiempo a formar parte de Serbia, cambiando Belgrado por Budapest, hasta nuestros días. Todo ello fue como consecuencia de las invasiones otomanas y la rápida expansión por Europa de la Sublime Puerta. Los serbios se precipitaron hacia la Vojvodina húngara para concebir una nueva región, perteneciente ahora a Serbia. Lo acaecido en la Vojvodina (donde aún habita una considerable minoría húngara), tendrá grandes parecidos con el caso de Transilvania, patria de Drácula, poseedora de una importantísima población húngara nacional de Rumania. Al igual que en un estuario, los diferentes orígenes de quienes pueblan el hábitat, en este caso humano, hacen decaer cualquier intento de basarse, exclusivamente, en un sólo criterio para una eventual clasificación. Lo nacional acontece irreal e inclasificable.
El conflicto kosovar comporta una génesis equiparable al caso transilvano o “vojvodiano”. Una región inicialmente serbia (valga recordar la gran batalla, fundacional serbia, que en sus llanuras se libró contra las tropas turcas, año 1389), pasaría a ser, hasta día de hoy, una zona mayoritariamente albana (éstos, por otra parte, opinan algunos científicos, descendientes de los ilirios, primeros habitantes de la zona hasta la invasión eslava).
La paradoja no se refiere a la eventual conveniencia nacionalista de una Vojvodina libre o un Kosovo independiente. El “estuario de los Balcanes” nos muestra cuán difícil es encontrar un criterio que fundamente una solución desinteresada, justa y conforme a Derecho. La legitimidad no es bien recibida ni por el tiempo ni por el número, las fronteras no conocen idiomas o ríos, la sociedad se fragmenta en un mundo globalizado. Que nadie se engañe, por más que nos unamos dentro del globo, seguimos sin poner orden local en conflictos que nos definen como especie territorial. Pese a todo, lo narrado quizás continúe siendo del menor interés para quienes estamos dentro de otro paradigma: el Mundo libre, nominalmente civilizado.
4 comentarios:
Solamente quería felicitarte por tu blog. Entre de casualidad en tu casa. Enhorabuena por el desde "Panorámica Cazorlense", quizás pueda ser también tu blog amigo.
Wow, vaya forma de llevarnos por la sociedad europea de muchos siglos, pero esa en particular, esa que se ha llenado de guerras, de situaciones esquivas, que son bastantes complejas de analizar, me gusta el tono que le das, la relacion entre lo natural y lo social. Amigo tienes una capacidad impresionante de adentrarnos en esos mundos tan polemicos, y que desde este lado del charco se ven de forma diferente....
Esas "legiones" separatistas, de una u otra forma, desde mi humilde punto de vista estan llenas de la busqueda de una idiocincracia propia, que muchas veces se les es abvera, efimera, vaga. No condeno lo que sucede en Kosovo con su proclamacion de independencia, pero tampoco soy quien para recriminar a Serbia por el reclamo, aunque considero que es tan dificil tomar postura, habria que leer mas. Y a fin de cuentas tomar posicion mas subjetiva nada mas..
un abrazo brother
dios te bendiga
Al igual que en los deltas las aguas, los habitantes de la tierra estamos muy mezclados, por eso me parecen bastante estúpidos todos estos conflictos nacionalistas y étnicos que se dan de vez en cuando. Si ahondáramos profundamente en nuestras raices, nos daríamos cuenta de que todos somos de todas partes.
Un lametón de pantera.
Interesante esa más antigua presencia de los albaneses antes que los eslavos en la región.
Una integración a la UE parece la mejor solución a los nazionalismos.
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