martes, 29 de julio de 2008

La cabra del abuelo

Zalakin era un chico muy curioso, un buscador de respuestas inexplicables, para preguntas imprevisibles. Su melancolía reñía con sus escasas primaveras, sus cortos años sólo alcanzaban a formar manojitos pobres, grupos de años dorados por la más tierna infancia. Era un chico honrado y trabajador, ayudaba en todo a su abuelo, buscándole hierbas y frutas silvestres con las que preparar éste sus ungüentos. Juntos vivían en la tenebrosa choza del pantano, junto a la ciénaga penitente, el Pantano de las Melancolías. Durante un periplo, practicando el rapto, Zalakin encontró un descomunal trébol de tres hojas. De sus filos precipitaban mucosas aguas liliputienses, lágrimas de rocío, mojadas de madrugada. Zalakin no había podido contemplar jamás algo tan bello, nada por lo que sufrir aprensión de ese tipo. Lo cogió, lo taló cuál depredador herbívoro. Zalakin le llevó el biomásico tesoro a su longevo padrino, él le felicitó por ello, era un ejemplar de consideración, un ingrediente de entre todos los primeros. Mientras cocinaba la pócima, Zalakin apoyó sus pequeños brazos en el mueble, acaso cuchitril, que su abuelo usaba por cocina. Silbando los vientos, uno tras otro, Zalakin comenzó a relacionar la forma del vegetal con el órgano primordial de sus carnales adentros. El anciano temiose la reacción futura del nieto, por lo que pregúntole qué santo le había iluminado en aquel momento. Zalakin sonrojó cual sorprendido cervatillo, habló al viejo de sus inquietudes, sus dobles de aquel momento. Le enseño el dibujo de un corazón y el recuerdo de aquel trébol. Como el infante sabía, todo ello le recordó a su abuelo una historia, un suspiro triste dentro del cenagal de los mil y un lamentos. “De un rebaño se escapó una vez un chivo, un lozano borrego eufórico por ser el amo. Sus topetazos le dieron buen talego, derribando sus esperanzas, condenándolo al exilio forzado. Sólo, a libre disposición de osos y lobos, el cabrito ramoneaba los pobres pastos pensando en lo estoico, inmune ante el entorno, sólo en el pensamiento. El chivo no tenía mayor preocupación que nutrirse para cada jornada, el Destino hacía tiempo que le había sido escrito, y para nada, pareciera que le fuera a dar ya grandes emolumentos. Lo estoico, paradójicamente, le hizo fuerte. No pensar en su final supuesto le apoyó en los momentos más solos de su triste periplo. Era una cabra sin rebaño, un animal del bosque, un caminante sin camino, solitario. Las zarzas, brezos, tejos y ramones le daban el poco alimento del que vivía, pobre cabrilla de media tarde, ¡que al amanecer continuaba siendo maldita! Un día, Marco Aurelio, quizás Séneca o Epícteto, se le esfumó de su ovicaprino intelecto. La cabra sintió compasión por sí misma, ¡fue dichosa en el espacio y el tiempo! Buscando hojas se topó con el árbol, en vez de hierbecilla se encontró con un colosal trébol de tres hojas, alto y mojado de rocío. La cabra baló y saltó regocijándose con el descubrimiento, la paciencia y misericordia por sí misma le hicieron ser paciente para la redundante espera, digna merecedora de hallar un tesoro olvidado. No sabía si contemplarlo o continuar con sus instintos. Por más que pudiera haber sido reptil, ahora volvía a ser mamífero, la cabra se sentía puta, maldita más que en cualquier momento. Se zafó del sentimiento con mordiscos de rumiante, la cabra se comió el trébol, siendo el primer animal con corazón en su seno”.
El abuelo dijo a Zalakin que procurara estar preparado para encontrar su verdadero trébol. Debía saltar como la cabra, pero manteniendo siempre su referencia con relación al suelo. El animal fue sabio en el buen hacer, Zalakin debía imitar, antes comprendiendo. ¿Fue el amor quien hizo que el animal quisiera lo querido dentro? ¿Fue el miedo a perderlo el que lo condenaba a desearlo en todo momento? Zalakin sigue, a sus más de trescientos años, haciéndose la cuestión en la que le introdujo en su día su abuelo...

8 comentarios:

Anónimo dijo...

hola nubiru!!! tanto tiempo

crei que el blog se habia erradicado al ver que ya no pofia entrar, pero hoy me di cuenta que si podía, sin embargo ahorita es una maltrecha ruina, mejor te invito a mi galería en Deviantart:

http://mexivenatoris.deviantart.com/

Ahi pongo fotografias de animales y pirámides por igual, seguro lo difrutarás mas, y no creas que este desaperecerá(llevo 7500 visitas) un saludete.

Fujur dijo...

Me alegro muchísimo de tu vuelta compañero! No sabes cuánto he añorado tus visitas jeje! qué tal todo!

he intentado escribirte en devin, pero me ha resultado muy difícil.

te respondo aquí, cosa extraña como bien sabes, y te mando un cariñoso y sentido abrazo!

isobel dijo...

solo entre a saludarte y a esperar que el día 22..., besos

Striper dijo...

Interesante post!!!! Y el de la foto de la izquierda se parece a mi.

Artax el Eterno Cruzado dijo...

¡¡GRANDE NUBI!!

¿Como llevas el verano?, Algún día tu y yo terminaremos juntos en un blog XD.

En fin, es curioso como los animales de presa suelen ser los primeros en demostrar tener sentimientos y corazón, mientras que los depredadores, sobre todo si presumen de razon, son los primeros en demostrar lo contrario, cuantos habra que hayan optado por la razón en vez del corazón sin capacidad de saber que lo segundo sera mas fuerte que lo primero, arrancarse algo que es básico

Dinorider d'Andoandor dijo...

muy buen post como siempre

saludo!

Anónimo dijo...

Hola Nubiru, aquí trasnochando a más no poder a ver si consigo nutrir mi universo onírico con tus relatos.

William Buckland dijo...

Saludos, Nubirú, un magnífico post, me han gustado mucho del relato algunos de los recursos del texto, como el de "depradador hervíboro"; es increíble, has hecho que alguien como yo que a veces deja a un lado la literatura se interese por ella.
Por otro lado siento no a ver podido comentar durante un tiempo en Nubirú, es que mi acceso a internet hasta fin de este mes es un Capi y hay límite de tiempo.

Un gran saludo.