lunes, 25 de febrero de 2008

Islam: ¿sumisión o revolución?

Es altamente probable que la separación entre ciencias sociales y naturales se deba a un profundo temor. Si integramos, en una única filosofía, historia y teoría del Caos nos damos cuenta de que el oficio del historiador es, ante todo, literario, y de que la narración de hechos pasados acontece, irremediablemente, una mayor o menor mentira. Todo lo que sabemos de tiempos pasados es mediato. Lo imposible de retroceder en el tiempo hace que todo aquello que supere el ámbito generacional sea de difícil reflejo. Cada sujeto incidirá en unos factores u otros, no digamos ya si la descripción se halla condicionada por prejuicios sociales, políticas de los regimenes de turno. Un, tan afortunado como acertado, regalo me ha hecho reflexionar al respecto.

Si bien las Santas Escrituras fueron dictadas por un ser metafísico, no menos idílico fue la efigie que me reparó la “Historia Turco-Bizantina” de Ducas (editorial Antonio Machado). Esta ediciónde la célebre crónica del autor bizantino, por fin en lengua hispana, es todo un tesoro. Ducas perteneció al partido “unionista”, es decir, a aquel sector de Bizancio que abogaba por una unión con la Iglesia de Roma con el ánimo de recabar refuerzos con los que poder hacer frente al enemigo turco. Por contra, el partido “ultra-ortodoxo”, o mejor dicho, “pro-turco”, contemplaba con mejor ojos la barba del sultán que el gorro del Santo Padre vaticano. El aristócrata Lucas Notarás, principal valedor de éstos, creía en la subordinación al turco como instrumento con el que conseguir un cambio de régimen.

La toma de Constantinopla por los turcos (año 1453) no deja de tener cierto olor a revolución. En una sociedad decadente, saturada de golpes de Estado y guerras civiles, la población civil no veía otra solución que unirse al superior enemigo. Los turcos eran islámicos, cierto, pero la alternativa romana a buena parte de la población le parecía infinitamente peor (valga recordar que la verdadera “caída de Constantinopla” no fue ante los turcos sino en el año 1204 ante los católicos venecianos). El Islam, una vez más, entraba por las puertas de la urbe de Constantino aprovechándose de un conflicto social, semejante al que antes le sirviera para hacerse con Alejandría, inmersa en su eterna disputa con la centralista capital bizantina.

Definitivamente, el mundo islámico es uno de los aspectos más agraviados de nuestra común historia. Estamos hartos de oír pasadas invasiones masivas de bereberes que sometieron el reino godo a su soberanía. Roza lo socialmente penado opinar que la etapa islámica de nuestro país no deja de ser un movimiento social, endémico, de una diferente aristocracia, gobernante sobre una misma gente.

Ignacio Olagüe, ninguneado historiador donde los haya, propuso una nueva teoría respecto a la invasión árabe de la península. A través de su libro: “La Revolución islámica en Occidente” (editorial plurabelle), el autor vasco expuso sus dudas respecto a una gran invasión en masa procedente de las arenas de África o Arabia. Más bien, no sin cierta razón, cree en la conversión al Islam de Hispania como respuesta a una sociedad en crisis, un ejemplo de cómo Occidente había caído en discusiones mundanas (trinitarismo frente a arrianismo) en un contexto de gentes empobrecidas y faltas de tutela. El Islam, en contra de su significado etimológico, aconteció más una “revolución” que “sumisión”; Hispania era presa fácil para unos exiguos guerreros-predicadores que daban más soluciones que cuestiones, de forma, un tanto análoga, a como antes lo hubieran hecho, salvando las distancias, los celtas, los romanos o los godos.

Estudios dirigidos por el Catedrático de Genética de la Universidad Pompeu Fabra, Jaume Bertranpetit, demuestran que los habitantes de la Península Ibérica están más emparentados con los propios habitantes de Oriente Próximo (y el resto de europeos) que con los bereberes de allende el Mediterráneo. La Ciencia, una vez más dinamita las creencias establecidas por una ciencia histórica politizada, irremediablemente, desde los primeros tiempos escritos.

Reflexionemos. Una vez más en la historia, actualmente el Islam (como cualquier otra religión en sus circunstancias) no puede ser visto como la causa, sino más bien como el síntoma de una enfermedad global, basada en las diferencias y el neoimperialismo. Nadie debe de obviar a las necesidades humanas, más exageradamente atávicas, en un mundo globalizado donde los medios nos hacen ver irracionales controversias religiosas o ideológicas. Los fundamentos son y serán siempre el hambre, la desesperación, la injusticia o la falta de aprendizaje. Seamos honestos en la reflexión, críticos con las consecuencias, ¡quién sabe si la irracional hipocresía de nuestros gobernantes no sea más que una inevitable consecuencia del Caos que todo lo impregna! Quizás sea que esté equivocado, sea un mal historiador aficionado, o simplemente, que haya caído en la trampa de la literatura, vestir de verdad lo que está condenado a ser mentira...

Primera ilustración: grabado de Doré: Gustave Doré (1832-1883), Entry of the Crusaders into Constantinopel. . Segunda ilustración: Painter: Charles Gleyre, 1835 Title: fr: Trois fellahs en: Three Fellahs de: Drei Fellachen

3 comentarios:

Striper dijo...

A mi em preocupa i m'espanta l'augue del iSLAM.

variopaint dijo...

mmmmmmmmmmmmmmmmm...gran post
enhorabuena, como siempre
M.

Dinorider d'Andoandor dijo...

con sumisión y revoluvión España le debe mucho al mundo árabe, e indirectamente latinoamérica, nosotros hasta comida de influencia árabe tenemos.

es de esperarse que todos busquen sus intereses, asi sea en la época de escoger entre Roma y Oriente o en la actualidad, sólo los nombres cambian