Uno de los postulados clave de la ciencia marxista es la ley de la negación de la negación. El mundo, de una forma un tanto simplicista, se basa en todo un cúmulo de relaciones contradictorias; la sobredefinición y la contradicción basan lo empírico, no siendo lo terreno manifestación de un supuesto mundo de ideas, por sí mismo, idílico. A todo predador se le supone una presa, al color blanco, la existencia del negro. Los opuestos son la base de las cargas eléctricas y el motivo de las precipitaciones (bolsas de aire caliente frente a medios fríos y viceversa). Si bien, no sólo por ideología política, me resisto a alzar a Federico Engels a la consideración de “sabio”, cierto es que me gusta y seduce su forma de subsumir todos los fenómenos de las ciencias (sean éstas sociales o naturales) dentro de unas mismas reglas. No hay nada en el Mundo que no tenga su opuesto, o al menos, yo no he sabido encontrarlo.
No son pocas las ocasiones en las que se ha insistido en lo alegórico, lo ejemplar y expresivo como algo de extrema y necesaria utilidad. En lo que a “leyes” se refiere (sean éstas biológicas o, incluso, sociológicas), la sabana africana se constituye como un cuadro de difícil equiparación adjetival para lo que conocemos como “majestuoso”. Sus rebaños y piaras, bandadas y grupos nos hacen pensar en la abundancia, más pretérita que cotidiana. Nuestros orígenes parecen susurrarnos secretos desde las acacias. Esa tierra ninguneada es una poesía representada en leones, cebras, ñues y gacelas. Mágico bestiario en el que poder hallar múltiples paradojas y leyendas. De entre todas las bestias del África Austral dudo que sean muchos aquellos que destaquen a la hiena. Si hay un animal que representa buena parte de los pensamientos de Engels ese es éste. Seguramente sólo le faltó vestir de rojo en vez de manchas; la hiena es un animal tan temido como admirable, tan perverso como intrigante.
La mitología grecolatina nos habla de un animal sumamente estimado por la brujería y la alquimia. Las contradicciones que en ella se encuentran, difíciles de explicar aún en nuestros días, fueron motivo de variopintas cavilaciones que decantarían en mitos, rumores y leyendas. De hecho, contra el peligro de los lobos, chacales y demás cánidos salvajes, el costumbrismo de los antiguos recomendaba vestir ropa de hiena. Valga decir que para la Iglesia no fue nunca un animal de exquisita compañía; sus increíbles costumbres sexuales no ayudaban a ello, y mucho menos su sonido, tan reprimido como temido, la risa.
Desde tiempos antiguos se ha dicho que la hiena es un animal hermafrodita, nada más lejos de la realidad. Como animal inteligente, partícipe de unas relaciones sociales sumamente complejas y jerarquizadas, las hienas utilizan el sexo como instrumento de cohesión sexual: sea vía reproductiva o, las más de las veces, hedonista. Para ello, las hembras disponen de un órgano en forma de pene que sustituye al clítoris de las mujeres (ambos órganos, masculino y femenino, surgen del mismo enclave anatómico, como la hiena bien nos representa). Su estimulación provoca un gran placer a estos animales, siendo causa de regocijo y juego entre los individuos del grupo, eso sí, siempre respetando las castas y demás supremacías establecidas. Sin embargo, la gran contradicción del taxón conocido como "hienas" son el resto de los depredadores, es decir, los felinos, los cánidos, sus “parientes” (mangostas y civetas) y, ante todo, el hombre.
Estudios recientes nos muestran una inquietante interrelación entre humanos y hienas. En el lugar que hoy conocemos por Europa, antaño las hienas merodeaban en busca de presas. Sus proporciones eran considerablemente superiores a las de sus actuales congéneres, lo que les llevó a ocupar una posición muy acomodada dentro de los ritmos e interrelaciones zoológicas de aquellos ecosistemas. El hombre fue una de las víctimas más damnificadas por su “imperio”. Se tienen indicios de que la población de hienas condicionó la de humanos. Más que el león de las cavernas, los osos o los tigres dientes de sable, los de la banda “Crocuta” fueron los peores enemigos de los nuestros. Todo ello no sólo se debía a una privilegiada anatomía (grandes mandíbulas y cierta capacidad encefálica), sino también a una identidad de nichos ecológicos.
La mayor contradicción, en cuanto a su generalización, referente a las hienas es su presunto hábito carroñero. La hiena, por más que pudiera parecernos, comen carroña en tanto que optimización de los recursos a los que pueden acceder, no por norma. Los “robos” alimenticios que sufren por parte de los leones son más frecuentes que a la inversa. Guerra sucia pocas veces comprendida en su justa medida. Los leones realizan batidas contra las hienas. Es poca la seguridad de la que disfrutan estos animales durante las madrugadas africanas. La guerra de los carnívoros es una realidad, tan surrealista como sensacionalista, pero no por ello menos cierta.
Como organismo carroñero (pues esa fue su dieta cárnica principal durante largo tiempo), el hombre interaccionó con la hiena en “guerras” y “robos” de comida y territorios. La extinción de estos seres en buena parte del globo se debió a ello. ¿Quizás nos encontremos, de nuevo, ante unos prejuicios actuales que tengan ciertas reminiscencias de experiencias, dimanantes del "recuerdo social"?
No son pocas las ocasiones en las que se ha insistido en lo alegórico, lo ejemplar y expresivo como algo de extrema y necesaria utilidad. En lo que a “leyes” se refiere (sean éstas biológicas o, incluso, sociológicas), la sabana africana se constituye como un cuadro de difícil equiparación adjetival para lo que conocemos como “majestuoso”. Sus rebaños y piaras, bandadas y grupos nos hacen pensar en la abundancia, más pretérita que cotidiana. Nuestros orígenes parecen susurrarnos secretos desde las acacias. Esa tierra ninguneada es una poesía representada en leones, cebras, ñues y gacelas. Mágico bestiario en el que poder hallar múltiples paradojas y leyendas. De entre todas las bestias del África Austral dudo que sean muchos aquellos que destaquen a la hiena. Si hay un animal que representa buena parte de los pensamientos de Engels ese es éste. Seguramente sólo le faltó vestir de rojo en vez de manchas; la hiena es un animal tan temido como admirable, tan perverso como intrigante.
La mitología grecolatina nos habla de un animal sumamente estimado por la brujería y la alquimia. Las contradicciones que en ella se encuentran, difíciles de explicar aún en nuestros días, fueron motivo de variopintas cavilaciones que decantarían en mitos, rumores y leyendas. De hecho, contra el peligro de los lobos, chacales y demás cánidos salvajes, el costumbrismo de los antiguos recomendaba vestir ropa de hiena. Valga decir que para la Iglesia no fue nunca un animal de exquisita compañía; sus increíbles costumbres sexuales no ayudaban a ello, y mucho menos su sonido, tan reprimido como temido, la risa.
Desde tiempos antiguos se ha dicho que la hiena es un animal hermafrodita, nada más lejos de la realidad. Como animal inteligente, partícipe de unas relaciones sociales sumamente complejas y jerarquizadas, las hienas utilizan el sexo como instrumento de cohesión sexual: sea vía reproductiva o, las más de las veces, hedonista. Para ello, las hembras disponen de un órgano en forma de pene que sustituye al clítoris de las mujeres (ambos órganos, masculino y femenino, surgen del mismo enclave anatómico, como la hiena bien nos representa). Su estimulación provoca un gran placer a estos animales, siendo causa de regocijo y juego entre los individuos del grupo, eso sí, siempre respetando las castas y demás supremacías establecidas. Sin embargo, la gran contradicción del taxón conocido como "hienas" son el resto de los depredadores, es decir, los felinos, los cánidos, sus “parientes” (mangostas y civetas) y, ante todo, el hombre.
Estudios recientes nos muestran una inquietante interrelación entre humanos y hienas. En el lugar que hoy conocemos por Europa, antaño las hienas merodeaban en busca de presas. Sus proporciones eran considerablemente superiores a las de sus actuales congéneres, lo que les llevó a ocupar una posición muy acomodada dentro de los ritmos e interrelaciones zoológicas de aquellos ecosistemas. El hombre fue una de las víctimas más damnificadas por su “imperio”. Se tienen indicios de que la población de hienas condicionó la de humanos. Más que el león de las cavernas, los osos o los tigres dientes de sable, los de la banda “Crocuta” fueron los peores enemigos de los nuestros. Todo ello no sólo se debía a una privilegiada anatomía (grandes mandíbulas y cierta capacidad encefálica), sino también a una identidad de nichos ecológicos.
La mayor contradicción, en cuanto a su generalización, referente a las hienas es su presunto hábito carroñero. La hiena, por más que pudiera parecernos, comen carroña en tanto que optimización de los recursos a los que pueden acceder, no por norma. Los “robos” alimenticios que sufren por parte de los leones son más frecuentes que a la inversa. Guerra sucia pocas veces comprendida en su justa medida. Los leones realizan batidas contra las hienas. Es poca la seguridad de la que disfrutan estos animales durante las madrugadas africanas. La guerra de los carnívoros es una realidad, tan surrealista como sensacionalista, pero no por ello menos cierta.
Como organismo carroñero (pues esa fue su dieta cárnica principal durante largo tiempo), el hombre interaccionó con la hiena en “guerras” y “robos” de comida y territorios. La extinción de estos seres en buena parte del globo se debió a ello. ¿Quizás nos encontremos, de nuevo, ante unos prejuicios actuales que tengan ciertas reminiscencias de experiencias, dimanantes del "recuerdo social"?
- (Segunda imagen propiedad de http://flickr.com/photos/50931380@N00, sujeta a Creative Commons Attribution 2.0 License)
11 comentarios:
Es que hay humanos muy hienas.
que interesante..., besos y risas
Después de recapacitar, pude llegar a la conclusión que durante mi época de estudiante, encontré muchísimas hienas entre el profesorado. A la hora de presentar un cuestionario con las preguntas a resolver por el alumno en un examen, sin entrar a valorar lo que le enseñaron durante el curso y el interés puesto por dicho alumno en querer saber, presentaban preguntas o problemas que ni ellos sabrían resolver. Solo querían lucirse ellos. No solo profesores, también hay algún que otro tipo ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! Hasta otra chao amigo.
bueno bueno bueno
me has tocado! te tengo que confesar que durante un tiempo, me quise tatuar en la espalta un craneo de pachycrocuta brevirostis, si si, así estamos, de hecho no lo descarto.
si alguna vez me dedico ha hacer un doctorado mi tema serán sin duda las hienas, y la relación exsistente con los humanos.
nos dices que fueron enemigos, y yo no estoy del todo de acuerdo, las grandes crocutas del pleistoceno eran competidoras con los humanos, la salida de africa se vio profundamente influenciada por la salida de los metantereeon y homterereeon que podian cazar mucho y debido a sus problemas morfológicos aprobechaban más bien poco, con lo cual humanos y hienas, ambos carroñeros, esperaba a que estos grandes felinos cazaran para terminar de comer sus presas, el problema es este, que muy habitualmente tenian que disputarse el trofeo, y claro, para que nos hagamos una idea pachycrocuta pesaba cerca de 110kg, y tenia unas muelas carniceras capaces de triturar un fémur de bisonte, y nosotros teniamos unas herramientas precarias que nos costaba usar, así que hazte a la idea quien ganaba siempre. como anecdota, en uno de los sitios donde he podido trabajar es en Orce (en el yacimiento de fuente nueva o barranco león, no me acuerdo, estan los dos en orce) hay un mamut y a su alrededor industria lítica y coprolitos de hiena!! muy muy emocionante!!
si quieres más info tengo a patadas, lo que pasa es que la tengo en papel!! :(
besis
Muy interesante lo que nos cuentas sobre las hienas, y muy bien redactado.
A mí las hienas siempre me han dado más bien asco. Debe de ser por ser felina, jajajajajaja!!!
Besos selváticos.
La verdad, rey... no acabo de entender el paralelismo entre Engels y las hienas. Por otro lado, las aportaciones de Engels han sido fundamentales en la historia del pensamiento moderno, así que no sé qué méritos le faltan para ser considerado tan “sabio” como otros pensadores y filósofos.
Te diré que la hiena es un animal que me gusta. Ha sido injustamente desprestigiada. El hombre demoniza a todo bicho que compite con él y más si este viene a cargarse la pretensión de que la supremacía del macho es una ley natural. A pesar de todos esos reportajes tan llamativos, pues se centran en lo “chocante”, las hienas son animales muy poco estudiados. Una pena.
Un abrazo.
X
Lo de las contradicciones está por todos lados.
Las hienas sólo hacen su labor aunque la verdad que a veces me parecen más tenebrosas con esa "risa".
Interesante el video de NG. Había leido referencias pero nunca había visto algo así, supongo que para los machos hienas será normalazo pero esas hembras no dejan de parecerme transexuales.
excelente artículo,no obstante,sólo haría una matización: las hienas no son cánidos,aunque lo parezcan,son félidos,o sea de la rama de los felinos.
Justo lo que andaba buscando! Gracias!
Tienen un antepasado en común con los felinos, pero no lo son. Exactamente son feliformes.
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