domingo, 30 de noviembre de 2008

La mitología de los dinosaurios

Según definición de la Real Academia un “mito” es una “narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico. Con frecuencia interpreta el origen del mundo o grandes acontecimientos de la humanidad”. De estas, estandarizadas, palabras seguramente deduzcan a Héctor, Aquiles, Hércules, Agamenón, Gilgamesh, Isis u Osiris. Sin embargo, debo “salir del libro”, y confesarles que, para mí y buena parte de los de mi generación, lo legendario, apoteósico, maravilloso y hegemónico no viene de ningún ser antropomorfo, ni de ninguna deidad ajena a la propia Tierra, mis protagonistas no son del todo inventados, y los fondos son, ante todo, terrenos de hoy, en tiempos pasados. Si me preguntaran por un lucha, una batalla titánica y primordial, yo les contestaría con la protagonizada, en un eventual pasado, por el Tyrannosaurus Rex y el Triceratops.
Desde que un servidor era pequeño, a uno siempre se le ha representado como el fiero ser que busca comida en el bonachón reptil con cuernos. Sus luchas siempre las recreaba con mis reproducciones de plástico. ¿Qué le iba a hacer si las revistas de paleontología me eran más atractivas que la Odisea, la Eneida o la Ilíada? Sobre la “mitología de los dinosaurios” han escrito autores de renombre, siendo especialmente oportuno destacar la aportación del más grande paleontólogo patrio, José Luís Sanz (a quien hoy se sitúa, por parte de “otro grande” como Fernando Savater, entre los 100 hispanoamericanos del año en el Semanal de ElPaís). Nada más lejos de la realidad, los dinosaurios siempre se nos han representado como seres, acaso mágicos, dotados de unos atributos, en no pocas veces falsos, y por definición, imaginados. La mitología de los dinosaurios, ahora ya sin paréntesis, podría ser una categoría científica en sí misma, quizá, más concretamente, antropológica. Y es que hay una reflexión que bien puede unir al tiranosaurio con el león de Menea (tal vez del Moncayo según la leyenda…), y más concretamente, con la Hidra de Lerna (presunta hermana del león, quien quiso vengarse de su muerte) y el resto de los dragones. Los fósiles de dinosaurio, hallados en tiempos de inocente ciencia, fueron interpretados como restos de dragones, infernales fieras con atributos de ofidios, lagartos, diablos y canes. Dentro de un concepto amplio de “dragón” puede incluirse a la propia hidra, el “Drac de Banyoles” o el propio Fujur de “La Historia Interminable”.
El dragón chino, el de San Jordi o Kukulkán (la serpiente emplumada), son manifestaciones de una misma idea primordial, procedente de diversos lugares ailados entre sí. Fuera de la vertiente científica, del más puro análisis de huesos y taxones evolutivos, los dinosaurios "continúan" estos mitos. Los seres de Jurassic Park o de las películas de King Kong y Godzilla no son más que recreaciones contemporáneos de largo acervo humano. Mencionemos algunos mitos, creencias falsas y estereotipos acerca de estos seres:
1) El mito de T. Rex. Tal y como ya se ha citado, el tiranosaurio es el “dinosaurio” por excelencia; una encuesta entre la opinión pública nos lo confirmaría. Sus catorce metros de longitud, junto con su descomunal cabeza armada con unas potentes mandíbulas le honran en pavorosidad, por más que hubiera otros que le ganaran en tamaño.
Sí. Este animal, para algunos cuasi sacro, no fue ni mucho menos, el mayor depredador que haya pisado la Tierra. (Al respecto, véanse los africanos Spinosaurus y Carcharadontosaurus, y, ante todo, el argentino Giganotosaurus).
2) Los “dinosaurios inteligentes”. Está bastante extendida entre la comunidad la idea de que hubieron seres dotados de una de las máximas inteligencias que ha dado la evolución, hasta la llegada del hombre. Hallazgos como los de Troodon o Saurornitholestes nos muestran especímenes dotados de una eminente capacidad encefálica. De hecho bien podría decirse que fueron los animales más “inteligentes” hasta la fecha. Sin embargo, una comparativa actual nos demostraría cómo sus cráneos eran semejantes a los de los avestruces, por lo que no es de extrañar que los científicos opinen que el “coeficiente” de ambas especies debió de ser semejante.
3) Las mentiras de Jurassic Park. Este tema nos daría material para todo un artículo, sólo se escribirán unas líneas muy sintéticas. Obviando las impreciones en cuanto a la recreación de seres como T. Rex o Brachiosaurus se refiere, en la película de Spielberg destacan dos crasos errores: los relativos a Velociraptor y a Dilophosaurus.
La “yanquización” de todo lo paleontológico acontece en este caso un tanto más patética. Resulta que Velociraptor fue una especie poco más alta que un niño de corta edad (y vivió en Mongolia), mientras que el animal que “más” podría parecer al de la película vivió en EEUU, eso sí, con un nombre “menos mediático”: Deinonychus.
Por otra parte, a Dilophosaurus se nos presenta como un pequeño saurio dotado de un “collar” de piel semejante a un paraguas, capaz de escupir veneno. Sea considerado carroñero o depredador, cosa aún en discusión, el animal resulta ser más terrorífico que en la película (diferentes “atributos” de depredación y mayor tamaño, 6 m de largo y 2,50 m de alto).
Imágenes:
1) Antonio Pollaiuolo: Hércules y la Hidra, sobre 1475. Galleria degli Uffizi, Florencia.
2) Genial imagen de D. Luis Rey: http://www.luisrey.ndtilda.co.uk/html/bakker.htm

domingo, 23 de noviembre de 2008

Gomorra o sobre el eterno problema de Italia

Se dice que el Emperador Nerón gustaba de ir camuflado por entre las calles de Roma. Escoltado por guardias, igualmente disfrazados, veía, gozaba y reflexionaba acerca de la vida nocturna de su capital. Prostíbulos, tabernas… el ojo purpúreo del César ansiaba conocer los vicios y costumbres de su pueblo. Posiblemente fuere en una de estas visitas cuando se le ocurriera la idea de quemar el grueso de la ciudad, eliminar el desorden reconstruyendo una urbe nueva.
Nerón fue uno más en una sucesión de viciosos. Los biógrafos del Poder, en aquel momento romano, nos hablan de un Augusto, ávido desvirgador” de niñas inocentes, de un promiscuo Tiberio, un obseso Calígula o un “curioso”, con todos los significados posibles, Nerón. Pese a todo, no cabe duda de que fue uno de los gobernantes más ingeniosos, un Emperador equiparable al más grande, una persona enigmática. No cuesta pensar que los continuos disturbios callejeros le molestaran. El orden era su obligación, y la plebe más radicalizada, unos incómodos inquilinos.
El Imperio Romano, en cuanto a su nacimiento se refiere, mucho debería a la Guerra Civil entre Pompeyo y César, y la victoria de éste, al domino en la guerra de “pandillas”. Estuvieren inmersos en la lascivia del lupanar, o en el enojo de no ser recompensando por un pueblo honorable, está meridianamente claro que pensar en los ojos de Nerón, del Princeps de la antigua Roma y haber visto el film-documental, “Gomorra”, sirven para recapacitar sobre el problema italiano, cuasi por necesaria definición, mediterráneo. Hace un tiempo tuve a un entrañable profesor de italiano, D. Giaccomo. Cuando aún no había sido, siquiera, traducida al español, fue la primera persona de la que oí hablar respecto al libro, en lo sucesivo “obra maestra”, de Roberto Saviano. Mi “primordial” nivel de italiano en aquel momento me privó de poder hacerle caso, sólo ahora he podido comprender cuánto me arrepiento. Tal y como ya se hiciera en España con el memorable “Diario de un Skin”, Saviano se sumerge en las vergüenzas de Italia, no sin peligros, sí con coraje y rigurosidad. Nerón, haciendo un cambio de paradigma en el tiempo, que no en el espacio, bien podría haber sacado provecho del mismo libro.
Italia se caracteriza por ser un país densamente poblado, ya desde la antigüedad. La abundante emigración italiana, a lo largo del globo, es proverbial, fácilmente comprensible si tenemos en cuenta el tamaño de su territorio en comparación, por ejemplo, con España. Muy intuitivamente, creo ver cierta correlación entre la densidad y la violencia. La sobrepoblación de los barrios bajos con una autonomía del Poder, monopolizada por aquellos que mejor saben valerse, es decir, los violentos. César ganó su Guerra Civil en parte a ellos, algunos políticos actuales ganan elecciones. El fenómeno “mafioso” no es tanto un tipo delictivo como una estructura de poder. Sin miedo a equivocarnos, podríamos llegar a decir que Italia forma parte del G-8, en parte por su mayor internacional, la propia mafia.
De la misma forma que es cuasi imposible acabar con el árbol sin desenterrar sus raíces, algo semejante pasa con la mafia. Los motivos, en no pocas veces, nos remiten a misteriosos intereses, pendientes resbaladizas donde sólo los valientes, como Saviano, son capaces de husmear. Allá donde actúa, monopoliza la delincuencia. No existen bandas de albano-kosovares o de gitanos rumanos donde se alza el águila de Roma. Sufrirla siempre implica monopolizarla, pues se trata de un segundo Estado, que como tal, intenta monopolizar el uso de la violencia.
Siendo utilitaristas, y en esta ocasión “egoístas” al preocuparnos sólo de nuestro problema interno, debemos decir que España se halla, según se nos informa por multitud de medios, en el punto de mira de los mafiosos. Sin llegar a envenenar la tierra sepultando bidones de residuos tóxicos (véase el “caso de la mozzarella”), o el alto índice de asesinatos de la región de Nápoles, diversos enclaves de la geografía patria comienzan a sufrir los achaques de esta genuina internacional (sobre todo, en forma de semi-desiertas pizzerías).
La globalización, una vez más, extiende los tentáculos del pulpo local hacia el global océano. Somos víctimas de unos mismos males, al igual que partícipes de una misma economía internacionalizada. Los problemas de unos nos agotan al resto, no habiendo sido capaces, aún, de percatarnos sobre cómo los problemas de un rincón de Europa son capaces de ensuciar al resto de la Unión Europea. ¿A qué espera la “eventual potencia”? ¿Cuándo habrá una firme respuesta contra los violentos camorristas? ¿Será posible que vuelva a pasar un tiempo como el que nos separa de Nerón? Esperemos que nuestros hijos, no vean a través de los ojos del César…
Ilustraciones:
1) Image by John Leech, from: The Comic History of Rome by Gilbert Abbott A Beckett.
2) Frank_Costello_-_Kefauver_Committee

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Acerca de... Anguita

Es bien conocida la rivalidad “inter pueblos” que existe entre las diferentes aldeas de la región de la Serranía. Quizá como herencia celtíbera, o mejor dicho, en consecuencia con nuestra propia naturaleza humana, animal por definición, los clanes, grupos, y en este caso, pueblos, se configuran como organizaciones con una “identidad propia” (para nada nacional, pero sí, en mucho, nostálgica). Lo que los italianos conocen como “campanilismo” bien puede servirnos para esta exposición desde dos puntos de vista. En un sentido “negativo”, tanto Anguita como Luzón tienen merecida fama de ser pueblos un tanto chulescos, presumidos; aldeas dotadas de río y hermosas tierras, o de lo que es lo mismo, de una natural e inexpropiable riqueza. Mas en honra de ambos, también es muy cierto que entre ambos lugares no existe rivalidad, cuasi alguna. Anguita y Luzón son dos pueblos de conocido, y consolidado, “buen rollo”, dos pueblos vecinos, compañeros de río, pero ante todo, de destino. Ya desde la antigüedad, Luzón y Anguita fueron puntos clave en lo que a la Celtiberia histórica se refiere. Anguita, más aún si incluimos a sus pedanías (especialmente a Aguilar), es uno de los términos, posiblemente el más, densamente “poblado” por castros, necrópolis y demás testimonios de la cultura celtíbera. A una eventual ciudad prerromana sin excavar, “La Cerca”, hay que añadirle castros como el del Hocincavero (semejante al de “La Cava” de Luzón, en cuanto a período y características) y las copiosas necrópolis de “el Altillo” o de “la Carretera Vieja” (las más ricas en lo que a esta cultura se refiere). A la vez que una intensa presencia celtíbera, ambos pueblos compartieron enclaves romanos, si bien, en ello quizá quede algo de “campanilismo”, Anguita goza de preeminencia, comparativamente, si tenemos en cuenta, no sólo el posterior “campamento romano” de la Cerca, sino también testimonios con el puente sobre el arroyo del Prado de Aguilar o la villa romana hallada en las cercanía de la Ermita del Robusto. Anguita propiamente dicha, “surgiría” históricamente (en lo que a su situación se refiere) en los convulsos tiempos de la Alta Edad Media. Dos torreones vigías, uno en Torremocha y otro en el propio pueblo, la “Torre de la Cigüeña”, demuestran cuán conflictiva fue la zona en tiempos de la Marca Media (frontera entre la España cristiana y al-Ándalus). La “Torre del Moro” del propio Luzón o la existente en la Riba de Saelices, se suman a estas dos torres de Anguita, en lo que fue un complejo sistema de vigilancia, quién sabe si con antecedentes romanos. Por aquellos tiempos pasó Don Rodrigo por el lugar, dejándose constancia de ello en el propio Cantar de Mío Cid: “por las Cuevas d’Anquita ellos passando van, passaron las aguas, entrando al campo de Taranz,”. Precisamente, el Campo Taranz, junto al río Tajuña, es uno de los elementos que mayormente unen a estos dos pueblos (por más que, ni en el caso de Anguita, ni en el de Luzón, tampoco para Layna o Benamira, haya salido una mención ni en la página del Consorcio del Camino del Cid, ni tampoco en las famosos “cupones” que tanto han molestado a estos pueblos, o cuanto menos, a su propio orgullo). Una desgracia uniría más a ambos pueblos. Allá por el año 1197, cuando ambos pertenecían al Común de Villa y Tierra de Medinaceli, se negaron a pagar el “catedralicio”, es decir, el impuesto requerido para la construcción de Sigüenza, motivo por el cual, fuimos excomulgados. La Edad Moderna es, por excelencia, la edad de máximo esplendor de Anguita. Al anterior paso de Sancho IV por el pueblo, se le sumaría la pernoctación de Felipe II y, lo que es aún más importante, el papel clave del lugar en la Guerra de la Independencia (muy especialmente con la constitución de la primera Diputación Provincial siguiendo a la Constitución de Cádiz). Que fuera Anguita un lugar de tanta importancia no es casualidad. La riqueza de sus molinos, batanes y tintes (“en Luzón carpinteros, en Anguita tintoreros”, dice el refrán), ayudarían a configurar a Anguita como el centro administrativo del Ducado de Medinaceli, siendo su actual ayuntamiento, el pósito, cárcel y casa del Recaudador de los Medina. No es de extrañar que la riqueza del pueblo haya quedado registrada en la construcción de tres grandes templos: la ermita (con función “parroquial”) de Nuestra Señora de la Lastra, la parroquia de San Pedro y la ermita de la Soledad (a las cuales se les debe sumar, el pairón de San Vicente y múltiples santuarios, hoy desaparecidos, en cuanto a construcciones religiosas se refiere). Especialmente importante, por su valor histórico-artístico, es la iglesia de San Pedro, con su estilo románico-gótico. Decir que este templo goza de un perfecto estado de conservación, virtud de las obras promocionadas por otro de los mayores patrimonios comunes entre ambos pueblos: la figura de nuestro entrañable párroco D. Rafael Pascual Galán. De la debacle regional acaecida con la industrialización no se salvaría el pueblo; si bien, pese a todo, pudo seguir cosechando éxitos de especial renombre en su haber, muy especialmente la construcción de “la Central” hidroeléctrica, en plena Postguerra española. Cabeza de partido judicial, centro administrativo y lugar de reunión del Ducado de Medinaceli, pueblo citado en el Cantar de Mío Cid… Anguita es un lugar a tener en cuenta, y de obligatorio conocimiento, no sólo por las gentes de España en general, sino, muy especialmente, también por quienes tuvieron la suerte, “campanilismo” fragante por mí parte, de ser nuestros vecinos. Más información en: Serrano Copete, Javier, “Una historia de Anguita: el pueblo y su entorno”, Guadalajara, ediciones Aache, 2008.
Javier Serrano Copete

domingo, 16 de noviembre de 2008

El legendario Moncayo

La antigua Turiaso, hoy Tarazona (Zaragoza), luce una bellísima portada renacentista en la fachada de su ayuntamiento. En ella, junto a una representación de la coronación del Emperador Carlos V, lucen tres imágenes de especial contenido simbólico-mitológico: Pierres, Caco y Hércules. A primera vista nada peculiar, pues como en otras tantas ciudades de España, la tradición sitúa a Hércules como fundador de la vieja urbe aragonesa siendo, tal vez en este caso más que en otros, la leyenda de especial interés.
Quizá en aquélla que sea la más profunda de todas las Españas, exista un país de leyenda, un lugar mitológico del cual sólo queden pequeños rastros, sutiles huellas. Carrascas, sabinas albares, endrinos, espinos, y ante todo, tomillos y trigo, configuran el carácter de esta fría tierra, fuerte y guerrera. Coronando el “país de los celtíberos”, región de Celtiberia, está su monte sagrado, mojón entre Soria y Aragón, punto de unión entre los antepasados maños y castellanos. Moncayo es su nombre, ésta una de sus muchas leyendas.
Tal y como contara D. Antonio Beltrán Rodríguez (insigne historiador aragonés), no es extraño que el alto monte fuere motivo de mitos y leyendas. De hecho, otros picos de la geografía aragonesa, como el Monte Perdido o el Aneto custodian historias de semejante inspiración (ejemplo es la identificación del nombre Aneto con el dios íbero “Neitin”, según una estela hallada en Binéfar). En lo que al Moncayo se refiere, cuenta la leyenda que fue en él donde se realizó uno de los Doce Trabajos más célebres del héroe greco-romano: la caza del león de Nemea.
Marcial, el gran literato romano (oriundo de Bílbilis, Calatayud), identificaba etimológicamente al monte con las canas de un anciano (“senemque Caium nivibus”), si bien, sus “descendientes” aragoneses (haciendo gala de su proverbial “sencillez” y “falta de exageración” en cuanto a describir lo propio se refiere), identificaron Moncayo con el Monte de Caco, el legendario ladrón, (“Mons Caci”).
Los romanos veían a Caco como a un peligroso gigante, mitad hombre, mitad sátiro. Hijo de Vulcano, Caco se alimentaba de carne humana (colgando las cabezas ensangrentadas de sus víctimas en la entrada a su cueva). Covarrubias decía de él que «siendo ladrón famoso hacía grandes estragos de robos, muertes e incendios». En lo referente a su descripción, las diferentes leyendas son contradictorias, como no podía ser de otra forma, en relación con este peculiar sujeto. Unos cuentan que fue vencido por Hércules, otros que Caco le perdonó la vida a éste, una vez resucitó de su inicial derrota. La versión “turiasoniense” versa algo diferente.
Hércules y Pierres (su compañero), quisieron ir en busca del inquietante malhechor, con la mala suerte de no alcanzar a localizar cuál era su morada. Allá por donde creían poder encontrarlo, se toparon con una gigantesca mujer que estaba arando sus campos. La mujer, serrana en cuanto a su descripción (recordar las del “Libro de Buen Amor”), les señaló la guarida de aquél que resultó ser su hermano, ¡cogiendo los bueyes y el arado para señalizarlo!.
Una vez encontraron la “cueva de Caco”, se toparon con el ladrón, justo cuando éste estaba disfrutando de un ágape acompañado por buen vino (una tinaja de veinticinco cántaros de cabida). Los amigos compartieron los víveres, yendo después a cazar, no sin demasiada suerte. Justo cuando volvían desanimados, un gran león se abalanzó sobre ellos, siendo Caco quien lo cazó e hizo una capa con su piel. Impresionados nuestro héroe y su amigo, Pierre se cargó una vaca al hombro, sin mayor esfuerzo, demostrando que él era igualmente fuerte. Hércules, o Heracles según sea en su versión latina o griega, no se quiso quedar atrás, y arrancó un haya entera para usarla de bastón. Una vez acabaron su peculiar “salida campestre”, nuestros protagonistas volvieron a Tarazona.
Definitivamente, si de sacar una moraleja o conclusión se trata, se mire por donde se mire, tal y como nos recuerda Beltrán Rodríguez en su narración, el Moncayo sería símbolo de virilidad, fortaleza inexpugnable en tierras firmes y férreas, pasto de batallas y leyendas. En Anguita, aún hoy en día, es común decir, cuando se acercan los primeros fríos, “ya ha nevado en el Moncayo”, y, de hecho, los celtíberos siempre lo consideraron una deidad merecedora del más sacro respeto (pues de sus entrañas se extraía el mineral de hierro con el que hacer sus armas).
Bibliografía:
Beltrán Rodríguez, Antonio, "Etnología y antropología cultural en la comarca del Moncayo", publicado en TVRIASO, Tarazona, Centro de Estudios Tvriasonienses, 1992.
Enlaces:
- Moncayo in Autumn; Moncayo en Otoño, de Eloy Cotallo
- Litografía con motivo en Caco (Beham, (Hans) Sebald (1500-1550): Hercules killing Cacus at his cave, from The Labours of Hercules (1542-1548). Engraving, 1545. B.104, P.102. 2 X 2 7/8 inches, possibly i/iv. A very good, strong impression, the area around Cacus somewhat dryer than the rest of the image (possibly characteristic of the print), with thread margins.)

domingo, 9 de noviembre de 2008

Lucha por la Tierra: el combate que los dinosaurios nos ganaron.

Hace unos 251 millones de años (inicios del Triásico), la Tierra se estaba recuperando de una de las peores catástrofes que jamás haya sufrido: la extinción masiva del Pérmico (“Great Dying”). Ésta había acabado con buena parte de las especies vivas (96% de las marinas, 70% de las terrestres), dejando a la Tierra prácticamente huérfana de habitantes. Jamás tuvo tanto significado el postulado de “supervivencia de los más aptos”, pues fueron pocos, pero selectos, los taxones que sobrevivieron a tan perverso acontecimiento.
Los reptiles, no dispuestos a abandonar un planeta que hasta aquel momento les había pertenecido, no sin previas “luchas evolutivas”, continuaron detentando el cetro, pues fueron los más aptos para tamaña odisea. De entre los supervivientes destacarían dos grandes grupos reptilianos: los arcosaurios (“reptiles dominantes”) y los reptiles mamiferoides (en concreto, los terápsidos, su orden más evolucionado). De ambos bandos tenemos supervivientes (aves, cocodrilos o nosotros mismos), pues hay que decirlo, la “lucha” que en ese período geológico se produjo, condicionó, en demasía, la terrena posteridad.
Los terápsidos ya habían medrado por la Tierra durante el Pérmico. Célebres especies como Estemmenosuchus o Moschops, pastaban por las llanuras pérmicas, siendo víctimas de especies de lo más pavorosas (véanse, por ejemplo, el extenso linaje de los Gorgonópsidos, cuyo nombre se remite a las mitológicas gorgonas, bestias femeninas de la religión griega arcaica). En la extinción del Pérmico, fueron de los pocos grupos capaces de mantener a sus representantes en la “pole position” de la lucha por la Vida, bien lo sabría el eminente geológo, Alfred Wegener.
Imagínense un mundo poblado, cuasi exclusivamente, por una sola especie animal. Algo así sucedió a principios del Triásico. Lystrosaurus, pues así se conoce al animal, poblaba buena parte del Globo, habiéndose encontrado sus fósiles en lugares tan distantes entre sí como la India, África o la Antártida. Éste, junto con otros, fue uno de los argumentos de los que se valió Wegener para probar su “teoría de la deriva continental”, demostrando que el subcontinente indio, la Antártida, Sudamérica y África antaño estuvieron unidas en un mismo supercontinente: Gondwana (respecto a éstas dos últimas contrástese lo dicho con un mapa para ver cómo encajan, como si de un puzle se tratara). Los enormes rebaños de Placerias, Kannemeyerias y Lystrosaurus, cazados por terroríficos Cynognathus (primera ilustración)hacían presagiar que la balanza se decantaría a favor de ellos, sin embargo, no fue lo que aconteció.
Al mismo tiempo, en virtud del enorme potencial dado por la última extinción (fenómeno enervador de la maquinaria evolutiva), un nuevo grupo de reptiles, conocido genéricamente como arcosaurios, daba sus primeros, y exitosos, pinitos. El paso del desierto (de inicios del Triásico) a un clima cada vez más húmedo (conforme se acercaba el Jurásico), prestó una gamma de hábitats a los arcosaurios, que lejos de desaprovechar, ocuparon. Rutiodon fue un ejemplo del nuevo orden. El fitosaurio fue una de las especies, depredadoras, más abundantes en aquel ecosistema. Junto a él, aparecerían otros grupos, destacando el próspero taxón de los cocodrilos. Postosuchus y Erythrosaurus (dos enormes depredadores, a mitad de camino entre cocodrilos y dinosaurios), Desmatosuchus (un alargado reptil acorazado, herbívoro), o el propio Rutiodon, fueron algunas de las especies más características del momento.
Pasaba el tiempo, y como si de la más maravillosa de las historias se tratase, ambos grupos luchaban en sus respectivos ecosistemas. Poco a poco comenzaron a salir los testigos de futuras especies, algunas predestinadas al dominio. De entre los arcosaurios destacarían los cocodrilos, los pterosaurios, y muy especialmente, los dinosaurios. No cabe duda de que el éxito de éstos arrinconó a los terápsidos, condenándolos a una suerte de “exilio”, preferiría decir “retiro”, evolutivo. Eoraptor o Herrerasaurus nos demuestran que los primeros dinosaurios, de medianos a finales del Triásico, fueron eminentemente depredadores. Presa de ellos, manteniendo pocas especies preeminentes, los terápsidos fueron reduciendo su tamaño, evolucionando silenciosamente, preparándose para una fría venganza, un mejor porvenir. El pelo de estos animales nos da una pista de su próximo éxito. Una rama de los terápsidos halló un arma evolutiva de primer nivel: el cuidado de sus hijos. Ese fue el principio de la más exitosa legión, los mamíferos estaban a la vista.
Si bien los mamíferos son los actuales dominantes del planeta (siendo el hombre el más poderoso de todos ellos), cierto es que antaño los arcosaurios “nos ganaron la partida”. Muchas veces se ha oído que la extinción de los grandes saurios permitió el inicio de un proceso evolutivo que condujo al hombre. La realidad geológica parece demostrar este trayecto. Somos herederos de los terápsidos, un grupo animal tan enigmático como apasionante. Quién sabe cómo será el futuro, pero por el momento, ¡finalmente vencimos a los arcosaurios!.
Ilustraciones:
1) El terápsido Cynognathus, gentileza de Luis Rey (http://www.luisrey.ndtilda.co.uk/).
2) Ceratosaurus, un dinosaurio (arcosaurio) del periodo Jurásico, cortesía de Fabio Pastori (http://www.fabiopastori.it/).
Nota: un “nuevo” taxón evolutivo surgiría, en el Jurásico, de entre los arcosaurios, de los dinosaurios, en concreto, dando lugar a las aves modernas.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Numerología barata

miércoles 5 de noviembre de 2008

Es una experiencia única el haberse acostado con 22 años (bueno, en verdad ya con 23, pues nací a las 00:30 del día 5, y la verdad es que transñoche un poquito), y levantarse con 23 años teniendo, ya confirmado, un Presidente de los EEUU negro. Y es que mamá te haga un regalo, te lo haga tu novia, tu abuelo o tus tíos tiene cierto aire a normalidad, pero que el mismo te lo haga la mayoría del pueblo estadoudinense tiene su guasa.

Fuera de ello, con motivo de mi aniversario, os propongo un juego, una lista de reflexiones, frases e ideas haciendo juego con los números, mágicos, que "sacralizan" este día tan especial para mí.

1) 3 + 5 suman 8, entre 2 y 8 quedan 2 ceros para el 2008.

2) 3 son mis identificadores: Javier Serrano Copete, 2 los otros dos primer apellidos de mis abuelos: de Nicolás y Álvarez.

3) 2 son mis adjetivos patrios: catalán y español; tres "mis pueblos": Vilassar de Mar, La Puebla de Cazalla... y Anguita.

4) 2 son mis más magníficos amigos, tres sus nombre y apellidos.

5) 2 son mis libros ("Di que fue un sueño" y "Una historia de Anguita: el pueblo y su entorno"), tres son mis blogs: (Nubiru, El Cantón de Anguita y Libros de Guadalajara).

6) 3 son mis mentores (Josep, Juan y Manuel), dos mis propósitos (aprovechar sus enseñanzas, dejar las mismas en un lugar bien alto).

7) 3 fueron mis centros de enseñanza (Juan XXIII, Vilatzara y Pompeu Fabra), dos mis asignaturas favoritas: Ciencias Naturales y Sociales.

8) 2 son algunos de los sentimientos que tengo por una persona (amor y pasión), 3 los distintivos de la misma.

9) 2 van a ser los años que llevo escribiendo en Nubiru, 3 los objetivos para lo venidero (mejorarlo, aprender con él, mantenerlo vivo).

10) 3 adjetivos me pintó la escritura: orgullo, pasión e ilusión, 2 mis palabras a todos los que me han leído, leen o leerán:

MUCHAS GRACIAS!!

domingo, 2 de noviembre de 2008

Argelia y el peligro del islamismo

“El rasgo más singular de la política exterior soviética es, por supuesto, la ideología comunista, que transforma a las relaciones entre estados en conflictos entre filosofías. Es una doctrina de la historia y también una fuerza motivante. Desde Lenin a Stalin, Khrushchev, Brezhnev y quienquiera que le suceda, los líderes soviéticos han estado parcialmente motivados por una autoproclamada perspicacia para interpretar las fuerzas de la historia, y por la convicción de que la causa de ellos es la causa de la inevitabilidad histórica. Su ideología enseña que la lucha de clases y el determinismo económico hacen inevitable el alzamiento revolucionario. El conflicto entre las fuerzas de la revolución y la contravolución es irreconciliable. Para las democracias industriales, la paz aparece como una condición naturalmente alcanzable; es la composición de las diferencias, la ausencia de lucha. Para los líderes soviéticos, por el contrario, la lucha no termina con la transacción sino con la victoria de un bando. La paz permanente, según la teoría comunista, solamente puede lograrse aboliendo la lucha de clases, y la lucha de clases sólo puede terminar con la victoria comunista”.
Henry Kissinger, “Mis memorias”.
A priori, Kissinger es un personaje que podría causar recelos, cuanto menos en lo que a mí respecta. Halcón del neoconservadurismo de los EEUU (sigue siendo uno de los más relevantes en la actual administración Bush, por no decir “el más”), responsable de la conspiración contra Allende…, Kissinger es una personalidad de la máxima importancia, quizá, a mi ver, una de las cinco personas más importantes del pasado siglo XX. De lo que no hay duda es de su perspicaz, y raramente superable, inteligencia. Leo las frases arriba transcritas y no acabo de poder diferenciar la situación que motivó la redacción de estas palabras (la “Guerra Fría” en los años 70) con la situación que ahora bien las podría motivar. Me gustaría quedarme, muy especialmente, con la idea de que el comunismo es una “es una doctrina de la historia y también una fuerza motivante”, ¿qué pasaría si cambiáramos a la hoz y el martillo por la media luna islámica?
Como es bien sabido, Islam significa “sumisión”. Desde esta óptica, la yihad de los fundamentalistas islámicos bien puede verse a la luz del texto de Kissinger. Con ellos no puede haber transacción, sino sólo la derrota de un bando. Tal y como acaece en muy raras ocasiones, la lectura de este monumental, e indispensable, obra se me juntó con el análisis de un estudio, no menos interesante. Se trata de “El Sahara: vínculos sociales y retos geoestratégicos”, de Mohamed Cherkaoui (Director de investigación del Centro Nacional de Investigaciones Científicas francés, CNRS), (Bardwell Press-Siglo XXI, 2008). Gracias a la lectura de esta obra he podido saber de la situación “geopolítica” de uno de los países que siempre más me han incomodado: Argelia.
Si tuviera que elegir uno de los países que mayor pavor me genera, sería éste. Su vasta extensión (en su mayor parte desértica) junto con una casta militar que monopoliza el poder, en un país “rico”, virtud de los hidrocarburos y demás recursos en su haber, me hacen ver el país con suma desconfianza. Cherkaoui habla de una “unificación de la unidad nacional argelina” dentro de un contexto de “conflicto (incompatibilidad) con el resto de sociedades”, véase, un nuevo y “sui generis” imperialismo. Sin querer pensar al son de las trompetas de los EEUU, o al menos intentando ser un tanto independiente en mi pensamiento, debe decirse que el “islam”, no en todo, pero sí en su variante más integrista y genuinamente “purificadora” es un enemigo de primer nivel.
En Oriente Medio cada día se constata, con mayor intensidad, el auge de Irán en países como Siria, Líbano o Palestina, ¡qué decir en Iraq, pese a los intentos fallidos de dominación por parte de EEUU! Como países “contenedores” siguen estando Pakistán, Marruecos y Egipto, a la vez que el eterno enemigo iraní: Turquía.
Que hay una necesidad global de establecer un “derecho democrático cosmopolita”, institucionalizado en organismos representativos de verdadera soberanía (véase una nueva, y en cierto modo imperial, Organización de Naciones Unidas) es evidente. Sin embargo, asimilando a este contexto las palabras de otro genio: no se hará de golpe, sino sumando pequeños pasos. Por el momento debe vigilarse a países infernales como Argelia. Intentar que no forme alianzas potencialmente fatales con el eje iraní. Debe acabarse de integrar a Turquía y utilizar su “autoridad geopolítica” para sembrar el orden, junto a su “rival” Egipto.
El enemigo, para el caso de Europa, está dentro, pero también cerca de nuestras fronteras. ¿Cómo imponer el derecho democrático global cosmopolita? ¿Es conveniente hacerlo en gentes con cultura limitada, impregnada de los valores violentos del islamismo radical?. Quizá sea el momento de recordar el modelo turco, y ver los pros y contras de la figura de Atatürk y el kemalismo.