sábado, 30 de junio de 2007

La nevera de Anguita: una elección trágica

El placer de recibir una inesperada llamada es algo incomparable. La gentileza de un sabio al consumir, en ti, destellos de su sapiencial lucero es inmisericordemente satisfactorio. ¡Cuán curioso es hablar de historia, filosofía o religión por teléfono, cuan común hacerlo de coches, fútbol o pornografía!

El apreciado acontecimiento da fruto al descubrimiento personal de un preciado testimonio de antaño. La nevera, esa construcción árabe capaz de competir con los electrodomésticos, hábil en la refrigeración, milagrosa en cuanto capaz de conservar el frío de las nieves hasta bien entrado el verano. Conocía la existencia de una de ellas en Medinaceli, lo desconocía para el caso de mi preciada Anguita. Algo que me enfurece las entrañas es el pensar cómo la construcción de una vía rural acabo con ella. La orilla del río sería argumento de un tecnológico western, sólo había sitio para uno de los dos y la nevera no tenía defensa alguna. Algo así fue lo acaecido con un puente romano camino del cercano pueblo de Rata, sucediendo también lo mismo con el, aún existente, puente del Prado. La paradoja está clara: ¿el viejo puente o la cosechadora, la nevera o la nueva vía rural?

Sin duda alguna estamos ante lo emotivo de la historia; esa maga seductora que nos invita a conocer los hechos y vidas de nuestros ancestros, esa rebelde del Caos, que ante el continuo cambio, atisba encontrar algún nexo entre lo pasado y lo nuestro. Me recuerdo de la Amazonía, los bosques de teca de Sumatra, la tala, en Brasil, del ecosistema del titi leonado: el anterior progreso del dichoso es envidia del que actualmente progresa. ¿Cómo negar a un país su soberanía sobre sus tierras si quiere cumplir con sus expectativas económicas, conseguir el incremento de sus rentas? ¿Cómo negarle a un pueblo la trivialidad de preciadas joyas arqueológicas si quiere llegar a parecerse, ni aun nominalmente, a las grandes urbes metropolitanas? La eterna balanza resurge en lo patrimonialmente histórico. Dónde están sus contornos es un misterio. Dónde está la solución para inhibir la envidia es un problema caótico.

Quizás sea ello uno de los argumentos de la solidaridad del rico frente al pobre. Que las potencias financien proyectos equivalentes a los que acaban con el titi leonado, que las grandes urbes de nuestro territorio paguen a las pequeñas localidades el coste de oportunidad de conservar puentes y neveras. Soy más que consciente. La vida en capital muchas veces tapa los problemas de lo ruralmente originario. Uno está acostumbrado al ADSL, al Blogger y al Amazon, no sabe comprender cómo es de dura una vida entre ovejas, sin mayor conexión que un teléfono, un MODEM anticuado, y con suerte, un ordenador viejo poco actualizado.

La vida rural es ninguneada por la urbana. Todo el mundo habla de Roma pero no del trigo de Mauritania o Sicilia que la mantenía. La gente es pródiga en criticar la gestión del patrimonio histórico por los pueblos, cuando por parte de los habitantes urbanos no contribuimos a su mantenimiento. ¿Cómo queremos solucionar el Tercer Mundo si ignoramos a nuestros vecinos del campo, fijándonos sólo en restos arqueológicos celtiberos, cartagineses o romanos? ¿Dónde están los restos de las ciudades ricas? Lo olvidaba, hace tiempo que los taparon nuestras avenidas, carreteras y autopistas…


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jueves, 28 de junio de 2007

Por unas fiestas sostenibles

No deja de ser vox populi que la sostenibilidad es una de las cualidades más cotizadas en nuestra sociedad. La desmesurada paranoia ecologista, junto con el autoengaño de algunos escépticos, no llevar a la deriva lo proporcional y lo correcto. Todo el mundo habla de que las industrias contaminan demasiado, de que es más correcto ir en bicicleta que en coche o que la comida está excesivamente poblada de lípidos con series carencias en vitaminas. Curiosamente, la tortura de algunos vecinos, la alegría de otros, la causa de excesos en varios enfermos, y la herramienta para desconectar, necesaria para un ocasional individuo, rara vez se adentra en tales debates. Bebe y deja beber parece ser una consigna en países, como el nuestro, donde las bebidas alcohólicas mueven copiosas cantidades monetarias.

Llegadas las vacaciones, no es extraño que los jóvenes puedan llegar a experimentar lo que es estar mínimamente contento. No es por solidaridad con expresidentes, copas y bodegas, pero la verdad es que la bebida, y para algunos el fumar, no dejan de ser, junto al sexo, los tres trípodes sobre los que descansa nuestra fiesta rutinaria. ¿Quién lo niega? El triple mandamiento dice que si no haces alguna de las tres cosas, ¡para qué demonios sales de casa! Ciertamente, el detritus de nuestra “cultura de masas” abandona lo refinado para llegar a estar necesitada de alcohólicos complementos. Teme tanto a los “intelectuales e iniciados” como al aburrimiento. Más madera dirían los Marx, que la máquina suena floja…

La sostenibilidad de nuestras fiestas bien pudiera ser un debate. Abandonar la negación del hecho “alcohólico” y potenciar, no tanto la prohibición, sino el control de los excesos. La enfermedad de dependencia de las drogas bebibles es totalmente humana, no existen bebedores más controlados que los animales. Así lo dicta la rígida Ley de la Jungla, ten la cabeza con un mínimo de juicio si no quieres ser, del potencial depredador de turno, captura… Quizás esa sea la razón por lo que los elefantes puedan permitirse, con más asiduidad que otros, tan bacanales festejos. Efectivamente, existen borracheras de paquidermos. Buscan los frutos de ciertos árboles con el objetivo de experimentar nuevas sensaciones de tanto en tanto; no siempre, pues la maquinaria biológica y sus toneladas requieren de agua y alimentos.

La naturaleza nos muestra, una vez más, lo humano del descontrol. Cómo la hipocresía de nuestra sociedad mercantil, del marketing barato y el imperio de las marcas, daña el civismo, y también nuestra salud, negando a la bebida como mal menor; potenciar el control razonable sería prohibición disconforme con los ingresos que de ella se perciben. Al igual que el medio ambiente, la fiesta quizás debieran ser objeto de una revisión en cuanto a su eventual sostenibilidad, controlar el consumo de alcohol, no tanto prohibirlo desencadenando el morbo de los novatos transgresores. Es un poco como la pornografía, los cigarrillos y las motos ruidosas, más que prohibirlo debe controlarse, y en la medida de lo posible, regularse con seriedad y transparencia. Lo egipcio sabe mucho de estos contornos, el mercado rige y el dinero manda.

Estoy en contra de la legalización de todas las drogas, como también lo estoy en contra del tabaco. No me gusta el alcohol, pero tampoco la fiesta de discoteca. Soy, o intento, ser coherente. Me doy cuenta de lo insostenible de las opciones nocturnas de ocio, o sucumbes a la dictatorial triada o te agobias con el disfrute ajeno y la pena propia. Cambiemos un poco el devenir de nuestras conductas, admitamos que no es mal ejercicio velar por actos como el antiguo cante de jotas, modernicemos los hechos, irrenunciables, a la Actualidad y sus tendencias. Seguramente el alcohol no sea pasión de algunos, pero no podemos obviar que el buen vino tinto parece no ser malo para el organismo, como tampoco la eventual cerveza. En pro de la coherencia, tabaco y bebida necesitan de una normativa tan urgente como novedosa, posiblemente a nivel supraestatal. No prohibamos a raja tabla lo inevitable en potencia mientras la sociedad pone su mano egipcia a los intereses recaudatorios de turno.

Un vídeo curioso es el disponible en:
Animales borrachos - ZappInternet

miércoles, 27 de junio de 2007

Hiprocresía europea, nuevo proteccionismo

Durante mi matinal desayuno escucho la opinión de ciertos tertulianos en un debate sobre la situación actual del cine español. Acertadamente, bajo mi punto de vista, uno de las allá presentes afirma que cómo va a elegir una película española para llevar a sus hijos si en lugar de efectos especiales se encuentra con un desfile de bellos endemismos nacionales en cueros. Más allá del tópico estesiano de la “españolada”; el cine español, dice la opinión pública (o al menos lo que se entiende por ella), peca de haberse convertido en una especie de género de culto; reducto para mentes iniciadas, mal llamadas, privilegiadas. La crisis de nuestra industria cinematográfica se acentúa al constatarse cómo las salas de cine cada día están más vacías dado el elevado precio de las entradas, al menos en Cataluña, y la emergencia (afortunada o no) del fenómeno emule. Obviamente, de tenerse que gastar el avaro individuo de turno, acaso por determinismo genético, optará por la película más espectacular, aquella dónde más enseñe la actriz de moda o bien por la más graciosa, al menos en fama, del menú cinematográfico. Casos como “Mar Adentro” o el fenómeno “Torrente” me hacen pensar que quizás estemos exagerando. Seguramente desde un prisma inadecuado, considero que la situación del Cine español, una vez más, se debe al colapso del proteccionismo en una sociedad globalizada.

Me explico. En el Imperio de lo mercantilizado, lo masificado es norma y el precio soberano. El consumo del conjunto del pueblo se fundamenta en su poder adquisitivo, importando cada día menos si el espárrago es de Perú o de Tudela. La moneda, si es que alguna vez fue menospreciada, se convierte en una suerte de tercer ojo a través del cual se observa el comercio. Obviamente juega un papel muy importante el márketing pese a que, una vez, la contingencia gire alrededor del precio y no de otras variantes.

El objetivo de la publicidad del producto local es tapar el precio. Describir la especificidad del producto con el afán de inmunizar al potencial cliente del atractivo del precio. Claro que existen excepciones, y que en no pocas ocasiones el enchufe del bazar oriental dura menos que el de la ferretería del pueblo; no obstante, también es frecuente que el embutido del botiguer de enfrente pueda estar caducado, más aún cuando disfrutan de menos controles que la gran superficie del centro comercial más cercano. No nos hallamos ante una grave injusticia, en términos de Kuhn, quizás debiéramos ver, en lo comercial, un cambio de paradigma.

El proteccionismo español decimonónico desaparece, económicamente, de sus últimos reductos. Las denominaciones de origen son buscadas más por coleccionistas que por obreras carteras de mileuristas. Ya no vale el cuento del paño catalán, perdónenme el ensañamiento con mi tierra, ni el arancel español que hacía al mejor paño británico más caro. Ahora el proteccionismo estatal excede las fronteras nacionales para poblar los contornos europeos, ya no se necesita a O’Donell porque tenemos la UE…

Como europeísta de pro, me gusta observar cómo nuestra sociedad se ha beneficiado, con creces, del crecimiento de la economía europea, la apertura de nuevos mercados, así como de la unificación monetaria. No obstante, desde una posición geográfica cercana al Magreb, así como en tanto que país con una historia y cultura que nos acerca a América latina, me cuesta comprender la legitimidad de la acción europea, de la Política Agrícola Común y los aranceles de Europa y Estados Unidos. ¿Cómo defender la igualdad de especie, la legítima expectativa de progresar de todo ciudadano nacido en cualquier sitio del orbe si nosotros les privamos de un mejor futuro?

Es altamente probable que padezca de la osadía de querer hablar del tema sin haber estudiado economía. Lo reconozco, es posible. Sin embargo, me parece que mi opinión bien pueda ser válida y mis deseos legítimos. No podemos estar en contra de la inmigración cuando les privamos del porvenir, tenemos miedo de la eventual “invasión” de los pueblos del Tercer Mundo así como también nos aquejamos del miedo a que las fábricas migren a sitios menos gravosos fiscalmente.

Me doy cuenta de que el homo vulturis aparece de nuevo, de que la carroña económica es ley de vida, de que nuestro modelo es insostenible y de que es más necesario que nunca un organismo que sea soberano a nivel mundial. El derecho democrático cosmopolita de David Held, la deseada reforma de Naciones Unidas. No deseo el librecambismo, ni tampoco el total intervencionismo, sólo deseo que traten el tema los expertos, y que me demuestren que nuestros genes no nos hacen caer en lo perverso del egoísmo…

Procedencia de la última imagen: http://www.wilsonsalmanac.com/

Sobre el blanqueo de capitales

Introducción al trabajo sobre "Blanqueo de Capitales" para la asignatura de Derecho Procesal

Por blanqueo de capitales[1] se conoce la práctica de incorporar al tráfico económico legal los bienes o dineros ilegalmente obtenidos, o lo que es lo mismo, dar apariencia de licitud al producto o beneficio resultantes del delito[2]. Respecto al origen del término se cree que fue acuñado en los EEUU durante los años veinte debido a la práctica de los criminales (gangsters) de entonces de adquirir con el dinero delictivo negocios de servicios pagaderos a la vista tales como lavanderías, servicios de lavado de coches o restaurantes. Tal práctica, de ámbito primordialmente local, se iría extendiendo dado el éxito de los denominados negocios tapadera alcanzando las elevadas cotas de las que adolece nuestra sociedad actual. Hay que constatar que la globalización económica y la liberalización del mercado de capitales ha conducido a la aparición de una nueva forma de delincuencia que trasciende de la concepción apriorística del criminal carente de recursos para convertirse en una lucrativa práctica caracterizada por las notas de organización, transnacionalidad y poder económico.

Sin duda alguna, los delitos económicos relativos al blanqueo de capitales no dejan de ser partícipes de la más flagrante actualidad dada la existencia de casos como la archiconocida Operación Malaya o la anterior trama del holding ruso Menatep (propiedad de la petrolera Yukos) en la conocida como Operación Ballena Blanca. Es evidente que la vorágine inmobiliaria que ha sufrido nuestro territorio ha sido un foco, especialmente seductor, para la inversión fraudulenta de capitales foráneos con ánimo de integrarlos en el circuito económico bajo el, algo más que difuso, velo de la regularidad. Es el llamado efecto multiplicador, sucedáneo acaso del legendario poder del Rey Midas, acaecido en nuestras costas por el fenómeno urbanístico. Ciertamente, más allá de ser una fuente de jugosas ganancias, el mercado del ladrillo, no sin cierta jocosidad, pudiera ser definido como la gallina de los huevos de cemento, título de la obra homónima del profesor Ramón Martín Mateo[3] .

Aproximación al fenómeno

Pese a la extrema diversificación del fenómeno, pudiera llegarse a “estereotipar” el blanqueo de dinero en tres claras etapas o ciclos de blanqueo (washing cicles). En primer lugar nos hallamos con la fase de implantación del dinero en metálico dentro de los circuitos financieros (placement), en segundo lugar nos encontramos con la larga fase posterior de transformación o reconversión por medio de múltiples permutas y combinaciones del dinero (conversion) como última etapa nos hallamos ante la conocida como reintegración final (integration) a la economía regular. No deja de ser expresivo Álvarez-Sala Walther[4] al afirmar que esta última fase es “algo que en la paranoia recelosa del blanqueador a veces nunca termina de llegar, obsesionado siempre por reactivar la ultrafungibilidad de sus ganancias ad infinitum”

Sin lugar a dudas, es en el primero de los ciclos de blanqueo, la fase de placement, donde deben concentrarse las medidas contra el blanqueo de capital al hallarse el dinero aún “caliente” en las manos del delincuente que ha delinquido contra la víctima de turno. Precisamente respecto a la víctima del eventual delito de blanqueo de capital debemos de reflexionar ya que la doctrina considera este tipo delictivo como un victimiless crime[5], o lo que es lo mismo, un delito sin víctimas de especial complejidad al no ser corriente que personas, no afectadas por la acción, tengan incentivos para denunciar la conducta delictiva. Esta singularidad del delito motiva que nos encontremos ante la necesidad de elaborar todo un arsenal de medidas preventivas especialmente destinadas a delatar la denominada notitia criminis. Ello desembocará en la concepción de una serie de obligaciones para ciertos sujetos destinados a controlar y delatar cualquier indicio de perfección de dicho tipo penal.

Inicialmente, fueron las entidades del sector financiero las principales afectadas por tales medidas a través de servicios como el SEPBLAC en España: oficinas de carácter administrativo mayormente vinculadas al Banco Central que a la Administración Económica del Estado o a la Administración de Justicia. Ello significa que el proceso no se verá inmiscuido en los gravosos procedimientos del iter jurisdiccional sino que acontecerá como un mero trámite administrativo, caracterizado por ser más rápido y eficaz. En concreto, nos referimos a una simple notificación administrativa que tendrá como destinatario la Unidad de Inteligencia Financiera de turno.

Sin embargo, la Directiva 2001/97/CE ha ampliado el ámbito de profesionales obligados a controlar el eventual intento de realizar un delito de blanqueo de capitales. La idea es la de comprometer mayormente la actuación de aquellos profesionales que tiene mayor acceso a las intenciones del cliente, eventual delincuente para el caso. Posteriormente haremos especial hincapié en toda la serie de medidas previstas para tales sujetos pero valga constatar cómo la actuación, de los notarios muy especialmente, viene regida por la archiconocida máxima de Joaquín Costa de “notaría abierta, juzgado cerrado[6]”.



[1] Término originario del mundo anglosajón: “Money laundering prosecution improvement acte”, concepto igualmente recogido por la doctrina francófona bajo la denominación de “blanchiment d’argent sale”.
[2] Definición de ZARAGOZA AGUADO, Javier. “El Blanqueo de bienes de origen criminal”. Manuales de Formación Continuada, número 14, dedicado al Derecho Penal Económico. Ed. Consejo General del Poder Judicial. Madrid. 2001. Definición recogida por De Porres Ortiz de Urbina en Técnicas del Blanqueo de Capitales de la Revista número 73 de Estudios de Derecho Judicial del CGPJ.
[3] Martín Mateo, Ramón. “La gallina de los huevos de cemento”, Ed. Civitas, Madrid, 2007
[4] Álvarez-Sala Walter, Juan, “El blanqueo de capitales y las profesiones jurídicas, Escritura Pública: ensayos de actualidad, Ed. Colegios Notariales de España, Madrid, 2004
[5] Denominación dada por ACKERMANN, J.B.: en su obra Geldwäschereri-Money Laundering. Eine vergleichende Darstellung des Rechts und der Erscheinungsformen in den USA und der Schweiz. Zürich. 1992, p. 134 y 135 (citado por Álvarez-Sala Walter, Juan, “El blanqueo de capitales y las profesiones jurídicas, Escritura Pública: ensayos de actualidad, Ed. Colegios Notariales de España, Madrid, 2004)
[6] Definición recogida por Fuentes Martínez. Jesús Julián. en El alcance del control de la legalidad de los actos y negocios jurídicos por parte del notario (la “posición de garantía” del notariado) de la Revista número 73 de Estudios de Derecho Judicial del CGPJ.

Restos de un pasado pagano: los mayos, una fiesta de Anguita

La sabina es quizás la especie vegetal más severa, concienzuda, austera que medre por nuestro paisaje. Emana seguridad, en tanto que atisbo de permanencia en un inmisericordemente mutable Mundo. Subyacente al duro tronco existe un sentimiento que nos remite a tiempos remotos, a tiempos donde las explicaciones científicas aún eran sumamente primordiales y el hombre necesitaba buscar la razón de su existencia en otras ideas y creencias, en definitiva, en otros lugares.

Ante la percepción del cambio el árbol permanece como algo familiar. Manifestación de lo divino, el árbol se renueva; cada año parece morir en otoño para renacer en primavera. Quizás para ello sea más expresivo el caduco roble, sin embargo, la perenne sabina me emite mayor serenidad, fortaleza, un seductor sentimiento de anarquía que lucha contra la marea de los tiempos siendo tanto naufraga como a la vez maestra. El viejo árbol recuerda los orígenes del hombre anguiteño, de sus creencias de antaño, tan importantes para entrever los contornos de lo venidero.

La fiesta de los mayos es un patrimonio que no nos pertenece en exclusiva, su origen es tan arcaico, como pagano, habiendo sido objeto de crítica por la Iglesia en no pocas ocasiones. Su significado se fundamenta en el carnal contacto con lo Divino, la manifestación de la renovación vegetal dentro de un organismo eterno. Tan arraigada tradición tiene manifestaciones en múltiples países europeos, ya sea en Suecia con los Palos de Mayo, pasando por el Reino Unido o el Walber bávaro. Des de luego, no existe fecha más señalada para incorporar una fiesta global como es la del Día del Trabajo. Se trata de un día de felicidad en el que los chavales, en muchas tradiciones, se sumergen en las profundidades del bosque en busca de su “palo de mayo”. El del año anterior pasará a quemarse, simbolizando sus cenizas la fertilización, de nuevo, del suelo. Sus reminiscencias encontrarán traducción en otras fiestas como el San Juan, pero el significado es el mismo, el ser un ritual de fertilización. No deja de parecer curioso cómo una tradición tan antigua encuentra traducción en manifestaciones actuales. La verdad es que el monoteísmo jamás ha conseguido incorporarse íntegramente a nuestra psique colectiva.

Un viaje, aunque sea virtual, por cualquier templo islámico nos producirá la sensación de sobriedad que impregna, a veces, lo austero. Templos como la Mezquita Azul o la de Córdoba nos enseñan cómo a los devotos de Alá no les está permitida mayor representación que la de lo geométrico, queriendo ver en las matemáticas la máxima encarnación de lo divino. Los santos están prohibidos, como lo están también las vírgenes, beatos y demás individuos sagrados auxiliares del Dios unificado. Esa es la mayor crítica que esgrime el Islam frente al Cristianismo, el decir que sólo ellos han llegado a la perfección del monoteísmo. Una reflexión sobre la religiosidad de nuestros pueblos nos hace ver los atisbos de realidad que presenta tal argumento.

Nuestro culto a la Virgen de la Lastra, a la Macarena, a la del Rocío o a la de Montserrat no dejan de ser manifestaciones de un pasado politeísta. El devoto atribuye propiedades milagrosas a tallas que fácticamente no dejan de ser ídolos.Ello viene complementado por la multiplicidad de santos y beatos de los que dispone la religión cristiana. Los orígenes politeístas se manifiestan en celebraciones como los mayos y cultos como el de la Virgen de la Lastra. Con todo, no deja de ser significativo como la virgen patrona de Anguita encuentra su adjetivación en una Lastra, una gigantesca lancha de piedra en la que apoya el núcleo del pueblo. Lo inexplicable de lo natural de nuevo acontece Divinidad. La piedra, el árbol… todo nos lleva al rastro de una antigua Religión que procesaban los antiguos habitantes de este término.

Hay quien opina que la situación de la Iglesia de San Pedro, próxima al río Tajuña, no deja de ser una reminiscencia de un antiguo culto acuático. Quizás nos hallemos ante los restos de un tributo al renovador elemento, dador de vida, y para las cosechas, inexcusable sustento. Es posible. Aunque nos parezca mentira, las pistas del Pasado quedan ancladas en representaciones presentes, cómo queriendo ser denunciantes de ritos olvidados, cómo queriendo recordar tiempos en que el hombre no dejaba a la Naturaleza de lado.
Artículo para la revista: "El Cantón"

lunes, 25 de junio de 2007

Lo ambiguo del petardo

La abundancia tapa lo singular, lo auténtico, lo meritorio. Hoy surcaban fuegos artificiales por los cielos de Vilassar. Palmeras, truenos voladores, simuladores de relámpagos y tormentas en pólvora. El negro del cielo poblado por los colores del petardo. La derrama municipal más que en banal dispendio acontece muestra de lo hipócrita de nuestra sociedad. Lo mismo que sirve de instrumento violento puede ser colorido entretenimiento de masas, el petardo y la mina no tiene tanto de diferente como lo real posible frente a nuestra voluntad violenta.

No obstante, más allá de proclamas contra la Guerra, los fuegos artificiales me producen cierta sensación de cotidianeidad. Acontecen fenómenos ya vistos en una infinidad de ocasiones y que no parecen impresionar tanto a mis, cada día menos infantiles, neuronas. Recuerdo que algo así me pasa con el, antaño temido, Toro de Fuego de Anguita, Rata o Sigüenza. El maniquí taurino no me causa novedad alguna, más cuando su visión sobrepasa la veintena de ocasiones. Nos hallamos ante una clara manifestación de la singularidad del pobre; cómo lo rico se caracteriza por juntar los bienes eventuales del primero en masa, negando cualquier visión de lo singularmente disfrutado, de la gracia de la creatividad y el esfuerzo.

Uno de los pensamientos que se me pasan por la cabeza ante la visión de tales artificios es cómo debieron sentirse los antiguos chinos al contemplar, por primera vez, los primeros petardos voladores. Seguramente creyeron ver algo de paranormal y religioso en tales artes, belleza primordial, paraíso recién descubierto. Los mongoles harían que fueran conocidos por el resto, hasta llegar, como la mayoría de enseres servibles, o acaso consumibles, a poder ser producidos en masa.

Los fuegos artificiales son un genial broche para engalanar la mejor fiesta. Vilassar vuelve a recordar porque se conocía como San Juan y los vecinos vuelven a sus casas, siendo pocos los beneficiados por el local festivo. Otro año será, los petardos seguirán en el presupuesto del ayuntamiento, quizás al igual que las sardinas, los conciertos, las actuaciones teatrales y el suplemento de limpieza; una fiesta sin consumición se asemeja a una tortuga sin caparazón, la austeridad de lo cotidiano encuentra un respiro en lo festivo.

¡Cuán preciadas son las fiestas del pueblo! Ya sean las del propio o del foráneo. Constatar cómo existen fiestas que sobrepasan lo infamemente político para poblar los contornos culturales que nos unen: cava por papeletas, petardos por pleitos. La comparación entre el fuego artificial chino y el cañón otomano son una muestra de lo variable de lo terreno, de cómo no existen verdades absolutas, ni fines preestablecidos. Triste estaría Platón y su mundo de ideas, no más contento se siente un servidor al constatar cómo lo mismo que nutre el más vistoso de los petardos sirve igualmente para matar vidas en Líbano, Irak o Palestina.

domingo, 24 de junio de 2007

Carpe Diem

Carpe diem me pareció una tamaña perogrullada la primera vez que me lo explicaron. Una excusa poética para el desfase y la juerga madre. Disfrutar del momento, jugar cuando se puede y disfrutar de todos los pequeños pasos que nos llevan hacia nuestro Destino no me parecieron, a priori, su esencial, ni sabio, fundamento. No aprecié qué significaba entender el Mundo como una serie de gozosos instantes y no como un camino recto conmensurable. Ciertamente, el razonamiento parece colarse por los vértices de lo esotérico y metafísico, acaso también por los bordes de lo religioso; sólo sé que lo escrito tiene mucho de empírico, sobrepasando estas letras, remitiéndose a carnales sentimientos, y a puras sensaciones.

Una depresión transitoria desgarra mi sistema nervioso unas cuantas veces al año. La separación forzosa de aquéllos que me complementan se me acaece como una dificultad insalvable. Lo antaño cutre y repelente de la figura lingüística me acontece verdad absoluta, tesoro plateado del que se ve privada mi propia eternidad de individuo. Los trigos encañados, la Cerca observante o el laborioso cernícalo, en busca de comida, no parecen solidarizarse con mi terreno sentimiento.

Adiós a Anguita, tierra patria diría el tópico, origen de mis raíces, hogar de mis queridos seres diré yo mismo. Carpe diem, cuán difícil es apreciarlo cuando se conoce lo finito del tiempo, se intuye el rugir del motor del vehículo o se empieza a sentir el ondulado ser del movimiento. Adiós a Anguita, ¡lástima que no sepa vivir el momento! Una vez en Casa me refugio en mis sapienciales entrañas; escribo, quién sabe si como el que al Mal espanta; a falta de canto, lamento, de euforia, distancia.

El sencillo regalo dado a mis entrañables seres, traído de tierras turcas, se convierte en metáfora. El curioso komboloi amaga ser el único ente que se solidariza con mi pesar. El recorrido de los dedos del ser querido por sus piezas demuestra cómo está el objeto condenado a acabar en un final, cómo las bolas no son infinitas, ni se sabe cuánto tardarán los dedos en pasar por todas ellas. Las piezas del rosario turco se parecen a la propia Vida, un hilo que une a todas las singulares bolas, bolas que disfrazan los momentos, empirismo que se une al paso del Tiempo.

Carpe Diem. Cada bola rezada se abandona en su instante. Lo gozoso para el creyente se perfecciona hacía el Futuro dejando el poso de la oración en la bola y el momento. El rosario es cruel como la Vida misma, el Tiempo se manifiesta como dictador. Tristemente cierto. Las agujas siguen pasando, las bolas rozadas por los dedos de mi buena tía, el Sol poniéndose, las hojas renovándose, el coche llevándome a Casa, raptándome en la bolsa de la melancolía, como queriendo saludar a la Cerca, los trigos y al cernícalo.

sábado, 16 de junio de 2007

Pasando del pan, devotos del sobreconsumo

Vivimos en un mundo en el que la producción en masa irriga, inmisericordemente, los escaparates de los comercios. Ya sea mediante productos con las formas, y presuntas utilidades, más originales posibles, o con el más rudo de los anzuelos mercantiles, rara es la ocasión que el vulnerable ojo humano se resiste a indagar sobre la caracterización del invento de turno. Ese aparato electrónico que nunca vamos a encender o ese juego, tan creativo como educativo, que a duras penas utilizará el afortunado hijo de turno el día después de Reyes.

La Puerta del Ángel, la Calle Preciados, Oxford Circus o Istiklal Caddesi son ejemplos de víctimas urbanas que sucumbieron a las tentaciones tanto del capitalismo como de la venta compulsiva. Más allá de paseos curiosos, muestras de cómo se da el inabordable espectro de personalidades posibles (tantas como arbitrarias combinaciones de indumentarias, gestos, rostros o aficiones), ir de shopping no deja de ser una invitación para la lírica, y cómo no, para la sátira de turno.

El último perfume del más fashionable de los modistos, el videojuego más guerrillero de turno o la ropa más sensual del momento no dejan de ser monumentos, servidores del dios Dinero y sus sacerdotes tenderos. Rara es la vez que vemos en los cotidianos alimentos la rítmica de la copla. Siempre tendemos a pensar en lo más morboso, erótico o marcial del campo semántico. Las ideologías tapan a los ultramarinos, los anuncios a las fuentes que mutren, no solo a las clases sociales, sino que también acompañan al más cotidiano de los piensos de los que, a duras penas, pueda alimentarse el pueblo llano.

Nuestros telediarios se dejan seducir por el precio del petróleo, las nuevas reservas de gas y las estrategias empresariales de los emporios de turno. Nadie piensa en el pan, el cereal, acaso maná, que nos alimenta cae dentro del confuso saco de la abundancia para acontecer un elemento más entre la multitud, un irremediable despilfarro monetario dentro del entorno consumista. Muchas veces no da la sensación de que el pan es un negocio rentable. Lo mismo sucede con el agua, ¿tendrán razón quienes ven en la “caza” de icebergs el próximo negocio del futuro?

Muchas veces leo los periódicos y me dejo influir por todas aquellas informaciones que hablan de solidaridad, agravios, desequilibrios y de mercados de divisas; pocas veces atisbo el precio del pan, ni tampoco el del agua, acaso no saldrán tampoco las verduras, ni la cotización del pollo, el pescado o las patatas. El petróleo dícese que influye en todos ellos, yo creo que la causa es más devota de los excesos del consumismo.

La abundancia niega la escasez, esa es la gracia de los antónimos. No obstante, el fenómeno lingüístico, de aplicarse irresponsablemente, pasa a ser error al utilizar las reglas de la lengua, o mejor dicho, mentira para lo que a nosotros nos interesa. La orgía de productos, y de buenos y malos precios, nos hace ser más conscientes del precio de los vehículos que del, valga el símil parroquial, pan nuestro de cada día.

Madrid y Barcelona se diferencian más por el precio del pan que por sus gentes, sus nacionalidades, las matrículas o las lenguas. Lo mismo pasa con Estambul, con Londres, con Pekín o con la Antigua Roma. Para los Césares repartir el pan era tan importante como organizar espectáculos de Circo. Me vuelve a la cabeza la hipocresía actual frente a la aparente sinceridad de lo antiguo.

Para los emperadores romanos controlar el trigo africano, o de Sicilia, tenía una importancia mayor que para nosotros los altibajos de los hidrocarburos. Si el grano no llegaba a Ostia poco tardarían los disturbios. Volviendo a tiempos más presentes, pocos son quienes recuerdan las “huelgas” acaecidas en Madrid en plena dictadura por el precio del pan, que fueron capaces de hacer ceder, incluso, al sanguinario tirano. ¡Cuán malo es el presumir de lo actual, qué trágico es ignorar el Pasado!

La irrupción del baguette, o pan francés, no tiene importancia. La escasez de trigo se supone y el precio del pan se aguanta. Seguro que al político, por lo general con buen poder adquisitivo, no le importa el hecho como a la anciana de turno. ¿Será porque no baja a comprar el pan? Yo creo que más bien será porque les interesa, más que el petróleo, hablar de materias que el pueblo llano no controla, centrarse en la gasolina y el queroseno, más que en el precio del aceite o del besugo, no fuera a ser que no se compraran gadgets y demás trastos rudimentarios y que la falta de consumo hundiera las corporaciones. La información es tan abundante como manipulable, y al pueblo le sigue importando, más que el pan, el más mercantilizado y fashion de los circos…
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jueves, 14 de junio de 2007

Pollos gigantes o la ignorancia paleontológica de los medios

Que el conocimiento científico se basa, esencialmente, en la comprobación empírica parece evidente. La recreación siempre anda en los senderos de lo metafísico, y la fantasía es mentira en la realidad, hipótesis no probadas en las que no vale la pena ni pensar. Sin embargo, dentro de una naturaleza esencialmente contradictoria, los humanos negamos, o nos mantenemos escépticos, ante datos que dinamitan nuestras concepciones pretéritas; cayendo en el más infame de los sensacionalismos, las noticias massmedia y las hamburguesas con muñequitos de seres fieros.

Si es difícil aceptar la existencia de un pollo de cinco metros de alto por ocho de largo, mucho más lo es hacerse a la idea de que, sin ser ave, existieron seres mucho más grandes que nosotros de los que, no directamente por necesidad (guardando, eso sí, cierto parentesco), de los que descenderían el colibrí, el gorrión, el pingüino o el pavo. Siempre nos han gustado más los dragones, y qué decir de homonizar los restos del pasado generando historias de asesinos y ladrones al caracterizar la biodiversidad del Mesozoico. Oviraptor fue una víctima de tan sapiencial tragedia, el Gigantoraptor un nuevo ejemplo. Al descubrir en las arenas del Gobi los restos de un terépodo, con pico aviano, cerca de un nido; el paleontólogo de turno (quizás irremediablemente en tanto que persona) pensó que se trataba del escenario de un prehistórico crimen. Creyó antes en la transposición del espectro de conductas humanas en el saurio que en el comportamiento maternal de cualquier gallina actual, incubar los huevos para después cuidar a la prole. El nombre le delataría como raptor cuando no tuvo porqué tener antecedentes. Derecho Penal a lo sauriano, injusticias de nuestra psique aplicadas a las ciencias del Pasado. Se suceden las noticias por los medios y todo el mundo se entera del hallazgo de un dinosaurio emplumado gigante. Curioso. Se empieza a hablar de pavos gigantescos y de eslabones perdidos, no se acepta la posibilidad de haber existido antaño un ser omnívoro como nosotros, ¡ni que un pariente de los gorriones nos superara en tamaño! Muchas veces me da la sensación de que el egoísmo congénito a nuestro natural ser se viste de individualismo como especie en lo científico. Desde tiempos remotos hablamos de fenómenos naturales trasladándolos a causas metafísicamente humanas: dioses antropomorfos y mitos de logros inmortales. El Gigantoraptor es un heredero de nuestra tendencia a lo dinámicamente sensacionalista, marcial o sorprendente. ¿Será que la curiosidad venza a la Ciencia, siendo la fantasía y la comparación con lo propio su fuente? ¿Alguien mantiene que es la paciencia la madre de la Ciencia?
Primera ilustración obra de Fabio Pastori, segunda obra de Luis Rey: links pulsando los nombres.
Merci para Mickael Night...

miércoles, 13 de junio de 2007

La Transición o sobre la línea y el punto

El César murió en combate. Algo curioso en la biografía de un gobernante, el dominus de la púrpura comandó a sus tropas hacia una eventual victoria, mutada en mortal fiasco. Los godos invadieron la frontera romana, asediando la estratégica urbe de Adrianópolis (actual Edirne). Cómo iba a haberse percatado la inteligencia romana de que sus, antaño victoriosas, legiones habían caído ante el óxido pasar del tiempo. Sus armas acontecían pinceles con los que intentar sacudir el polvo de sus armaduras, los dictados del calendario se empeñaban en demostrar cómo lo terreno es finito, en contraposición con lo metafóricamente sacro. Valente dio ejemplo, más que de valentía, de derrota. Perdió la vida en tan funesta batalla, las legiones experimentarían en sus carnes el dolor del fallo no reconocido. La caballería goda pisoteó el águila del estandarte, Roma estaba en decadencia y el orbe del basileo requería adaptarse a los tiempos. El inmovilismo, junto con la vanagloria en el éxito pretérito, ayudaron a crear un gigante de pies de barro.
Teodosio, el cristiano, empedernido reformador e idealista gobernante, mandó al bueno de Vegecio la elaboración de un Compendio de técnica militar, libro que traspasa las barreras del tiempo para llegar a mis manos, en moderno formato. La exégesis del glorioso pasado hizo de suerte de antidepresivo imperial, la depresión era lo anticuado, el César el narcótico, el Imperio la víctima, los godos la terapia. Roma cayó, haciendo ofrenda a lo realmente pasajero, mostrando los contornos del cambio, lo ineludible del fin, en tanto que correlativo del principio. El problema precisamente es no pasar de un estado al otro, del punto inicial al último de los pasos. La transición no pasa de ser una línea, trazada al unir múltiples puntos; vive gracias a ellos, pero no es nada sin la individualidad del momento, del instante.

Durante estos días me viene este pensamiento. Constato cómo se bombardea con la Transición, sí, esa línea que borra los puntos que la concibieron. El eterno autoretorno distorsiona los hechos ya pasados, tapando el bosque subjetivo de los medios, el preciado lago, el Futuro, el Dorado. Soy tan melancólico como pesimista. So pena de caer en el pozo de lo insalvable, antepongo el cambio al orgásmico placer del éxito pasado, ¿qué es la transición sino una unión de puntos? ¿Cómo podemos reducirnos a ver el rastro del lápiz temporal, ignorando lo dibujado en este momento? La política es de artistas, o al menos eso espero, pues en mal lugar quedaría Cicerón, si viera como sus admiradores actuales, lejos de la fábula, se transforman en infames cabestros.

martes, 12 de junio de 2007

La paranoia del Buda

"Todos los intereses mundanos tienen una sola conclusión inevitable, que es el dolor: las adquisiciones terminan en dispersión; las edificaciones, en destrucción; las reuniones, en separación; los nacimientos, en muerte. Sabiéndolo, se debería renunciar desde el primer momento a adquirir y a acumular, a construir y a reunirse, y... consagrarse a tomar conciencia de la Verdad... La vida es breve e incierto el momento de la muerte; de manera que aplicaos a la meditación..."

Milarepa (Siglo X)

Siempre he tenido algún que otro prejuicio respecto al yoga, la meditación, las religiones orientales, y en especial, frente al budismo. Las gentes, seducidas en masa, que caen en las fauces del gurú o lama de turno siempre me han acontecido cognitivos suicidas; gentes que buscan en la indiferencia la tranquilidad de lo quieto, lo eterno, lo acaso vacío o tal vez completamente lleno. Puede que inevitablemente, la lectura lleva al somero conocimiento de lo antaño escrito. El Cambio, a la vez que hegemónico señor de todo derrotero, impone su voluntad jugando con nuestros destinos, el Mundo está en movimiento y el Buda sigue quieto.


En horas taciturnas, cuando el cerebro se halla narcotizado por atisbos de sueño disfrazados de coletazos nerviosos, causados por lo desconocido del Futuro, los dedos se deslizan por el teclado convirtiendo al inanimado objeto en mágico piano. La reflexión se hace texto, pienso en cómo lo budista frente a Occidente es un ejemplo simbólico de la inevitable lucha entre lo evolutivo y lo eterno. ¿Por dónde discurren los contornos que nos ayudan a diferenciar la existencia de lo imaginado? ¿Cual es la gracia de permanecer meditando indiferente a lo tirano del Cambio?

De golpe mi irremediablemente laica generación toma conciencia, al menos en mí mismo, de cómo existe cierto misterio dentro de mí (religioso o científico) que se desplaza a todo lo vivo. ¿De dónde proviene ese ánimo que hace a uno levantarse por la mañana? ¿Dónde puede hallar el hombre el misterio de porqué no puede llegar a ser un metafórico Buda, un hombre que espere sentado los caprichos del Cambio?

Será que Sakyamuni fuera un precoz intelectual moderno; un aterrorizado del trabajo y de las dificultades de lo atrevido. Quiero pensar que no. Creo que quizás el budismo quiera que el practicante encuentre los misterios de la cósmica dicotomía. El tiempo y la eternidad de Coomaraswamy, lo Sagrado y lo Profano de Eliade, lo presente y lo evolucionado de Darwin. ¿Dónde esta el misterio que todo lo explica? ¿Será el eléctrico poder de su búsqueda aquello que conocemos por Vida?

lunes, 11 de junio de 2007

La desgracia del eunuco

Posiblemente uno de los libros que más me hayan impresionado en comparación con lo que espera de él sea "Teodora: emperatriz de Bizancio". Pensé que quizás se tratara de una novela excesivamente femenina pero, bajo mi más absoluto asombro, aconteció una de las mejores lecturas que jamás he realizado. La obra de Gillian Bradshaw es una preciada fruta devota de una mente privilegiada. Sin lugar a dudas, el personaje más simbólico de la obra bien pudiera ser Narsés, eunuco, posteriormente gran chambelán y general, del Emperador Justiniano.

Se trata de un personaje histórico, un ejemplo de todos aquellos gestores que sostuvieron imperios en la sombra, lejos de la belleza de sus rituales y de la erótica de sus andares. Los eunucos eran seres por lo general abominables, un tertium genus, seres que no eran ni hombres ni mujeres. La temprana castración de la que eran víctimas los hacía inmunes a las tentativas de la carne, o al menos eso parece muy apriorísticamente (en realidad eran muy queridos por las cortesanas en tanto que expertos amantes, será por la falta de necesidad de anticonceptivos...)
La finalidad última, más que evitar el placer sexual del funcionario, era la de conseguir que el mismo no tuviera descendencia. Sin duda alguna, esa era la mejor opción con la que garantizar dedicación exclusiva y evitar que pudieran facilitar el progreso de eventuales hijos. Se dice que algo así pensaron los dirigentes eclesiásticos al imponer el celibato, sin embargo, bien dice el dicho que a quien Dios no diera hijos el Diablo da sobrinos. Los eunucos fueron acaudalando, no sólo poder, sino también grandes fortunas. En los Imperios Bizantino, Otomano y Chino se convirtieron en soberanos de facto, no sólo capaces de revocar sultanes y emperadores sino también de controlar la agenda del basileo o príncipe de turno.

No sólo por el hecho de carecer de descendencia directa, la desgracia del eunuco sería también la derivada del olvido de sus obras. Poca duda cabe de que Narsés fue, posiblemente, el hombre más poderoso de su época junto a la emperatriz Teodora. La nobleza y presencia de Belisario, a quién Procopio, seguramente con cierto interés, calificó, digámoslo coloquialmente, de "bragazas" se impuso a la efectividad del eunuco. No sólo me parece una presunción de la autora del libro citado, Narsés pudo haber sido quien acabo con la Rebelión Nika y Belisario ser quien se apuntara el tanto. Las cosas eficientes siempre fueron más eficaces si se rodeaban por lo bello.
En un mundo en que, a diferencia de nuestros días, los medios de comunicación brillaban por su ausencia, la perversión de la información oficial no sólo era más corriente si no también más efectiva. De algún lugar debió surgir el adjetivo "bizantino" en tanto que corrupto, manipulador, mafioso. La inteligencia gubernamental se esforzaba por pintar los mejores frescos sobre las hazañas realizadas por personas bien comunes, bien infames. El eunuco no sólo no era atractivo sino que también era un objeto del basileo, un hombre criado a medida para cumplir un servicio, una labor, un rol, un estatus. La manipulación del hombre lejos de ser actual parece haber sido congénita a nuestra especie. La desgracia del eunuco no dejo de ser correlativa al éxito del noble bello. ¿¡¿Quién puede defender la injusticia, exclusiva, de nuestra sociedad con el común de los físicos si los clásicos fueron los primeros en hacerlo?!? Debemos combatir el hecho, pero sin sentirnos exclusivos en esta lacra al respecto.

viernes, 8 de junio de 2007

Mis admirados secretario y armadillo

Desde mi más tierna infancia el Reino Animal ha sido una de mis mayores, y más trabajadas, aficiones. Soy consciente de lo común que resulta ser que a un chico, de temprana edad, le gusten los delfines, los perros, los gatos, el león o el elefante. No sé si por la eventual rareza de mi esencia, o por un involuntario afán de ser original, el armadillo y el pájaro secretario, o serpentario, fueron desde el principio los estandartes de mi afición por la fauna. Aquellas nobles fieras, cuya visión me trasladaba, y traslada, a mis más tiernas aficiones, no dejan de ser pequeños trozos de cristal traslúcido que no sólo me muestran quién soy sino también de dónde vengo. Quizás más que de la belleza me impregnara de un fantástico simbolismo: la fortaleza defensiva del armadillo o la valentía congénita al secretario, genial combatiente de la serpentina alimaña de la que se alimenta.

Fue dándome una placentera ducha como reflexioné acerca de los símiles del simbolismo animal de tales bestias y mi, irremediablemente por momentos más preciso, pensamiento político. Leo “La España inteligible” de Julián Marías y topo, entre otras geniales frases y logradas reflexiones, con una cita a un texto de Ortega y Gasset que venía a decir que “la Historia se ocupa en averiguar cómo han sido las vidas humanas, pero suele malentenderse la expresión como si se tratase de inquirir cuál ha sido el carácter de los sujetos humanos. La vida no es sin más ni más el hombre, es decir, el sujeto que vive. Sino que es el drama de ese sujeto al encontrarse teniendo que bracear, que nadar náufrago en el mundo. La Historia no es, pues, primordialmente psicología de los hombres, sino reconstrucción de la estructura de ese drama que se dispara entre el hombre y el mundo… De ahí que su pregunta radical tiene que ser no cómo han variado los seres humanos, sino cómo ha variado la estructura objetiva de la vida”. El profesor Marías ponía como ejemplo tal texto al explicar cuán inteligible acontece la Historia de España, a ello yo le haré, desde mi ignorancia, un símil con el armadillo.

Al igual que en otras ocasiones, la individualidad de España (como naturaleza plenamente inherente a todo hecho nacional) ha tenido que ver, en no pocas ocasiones, más con la táctica defensiva del armadillo que con la valentía indómita del pájaro secretario. Etapas como la llamada “Reconquista” (más propiamente una conquista en el más pleno sentido de la palabra) o la posterior Contrarreforma como movimiento en respuesta a la revolución protestante acaecida por Europa, no dejan de ser ilustraciones del repliegue, autodefensa y miedo a lo externo en correlación con una autoidentificación del individuo en cuanto a su unidad defensiva, su realidad de ser un armadillo.

Muy someramente, pudiéramos afirmar que los excesos del nacionalismo desfrenado, de la autoafirmación frente al resto, muestra cómo España fue víctima de su actuación armadilla y del ataque de sus vecinas potencias. Francia e Inglaterra, por poner dos ejemplos (qué decir de las múltiples regiones que formarían la actual Alemania) perfeccionaron crímenes y genocidios superiores a aquellos que pudiera ejercer la Santa Inquisición, el odio hacia lo inexplicablemente omnipresente hacia ver a España como un cerrado armadillo, una estrategia obtusa al cambio e inmovilista que, más allá de valerle la interesada crítica externa, le sirvió para perder su prestigio y su fáctico Imperio.

La gran España de los Austrias, como la cristiana “reconquistada” de los Reyes Católicos, era más devota de la afirmación de Ortega que de los designios de una eventual psicológica colectiva, nacional, de los siervos. El individuo nacional acontece como un armadillo que se defiende del medio, de eventuales enemigos que amenazan la supervivencia de sus propósitos, aunque a diferencia de los inherentes a la Madre Naturaleza, no sean siempre igualmente aceptables.

Si por algo se caracteriza el evolucionismo es por calificar la vida como una eterna adaptación de las especies al devenir de los Tiempos. El armadillo tiene armadura con la que defenderse del jaguar y del coyote así como el secretario grandes patas para cazar la serpiente. España se convirtió al catolicismo como respuesta, patrocinada por los sucesores de Carlomagno y acaso, muy residualmente, por algún melancólico consciente del pasado godo, al movimiento islámico, más que invasión según Olagüe, al igual que la Contrarreforma, más que a una ideología integrista del español de turno, fue una respuesta a los intereses del enemigo inglés y alemán de turno.

Quizás debamos caracterizarnos más por la gracia del cazador de serpientes que por la táctica del armadillo. Tal vez éste sea más pacífico, pero la vertiente humana del fenómeno no lo es tanto. Tal vez la violencia de unos encuentre respuesta en contraposición al azote del imperialismo inmisericorde, pero ello no impide que el nacionalismo de otros no encuentre siempre enemigo práctico, sino ficticio e interesado, rival imaginario. Ser que les hace a algunos ser desnaturalizados armadillos bajo un disfraz de serpentario. Cuán difícil es comprender la naturaleza humana, opinar de una razón pura en la Política, pensar en nuestra natural esencia, y poder identificarse menos con el león y el tigre y más con el buitre, el serpentario, y acaso, con la visión, condicionadamente bondadosa, del más metafóricamente sabio armadillo.
Origen de la segunda ilustración: PixelPerú

lunes, 4 de junio de 2007

Caprichos del Destino o sobre el mérito en la Historia

Quienes siguen la Teoría del Caos aceptan totalmente cómo el regreso al Pasado es imposible. El efecto mariposa gobierna la mayoría de los fenómenos, siendo las relaciones causa-efecto, que superen el sentido unidireccional, raras en la realidad; preciadas joyas transformadas en eventuales presas para el arqueólogo o historiador. Poca duda cabe de que la distorsión es inevitable en la comprensión del Pasado. Lo sucedido nunca llega a nosotros en su estado primordial sino en los trozos dejados por el alubión del paso del Tiempo, por la incontrolable e impredecible fuerza del cambio. Lejos de asemejarse a las matemáticas, la Historia adolece del albedrío del convencionalismo de aquellos que la estudian. Las impresiones mayoritarias acontecen sucedáneo de ciencia verdadera y la carga emotiva de cada civilización, cartel atractivo, o no, para el interesado aficionado de turno.

Las fuentes divulgativas de la Historia no dejan de ser contendientes de un tácito juego de intentar ser la más atractiva. Toda civilización muestra sus cartas, sus inventos y ruinas queriendo manifestarse como la más sensacional, interesante, oscura o esotérica. Egipto sobrepasa todo molde, su misterio invade en tanto que sutil neblina todo lo relativo a ella y los faraones. Lo siento, nunca me he sentido egiptólogo en potencia. Sus ruinas son, a mi ver, mayormente devotas de la abundancia de piedra caliza que de la especialidad chovinista de quienes las construyeron. Las leyendas e ideas que nos denota tal cultura exceden de lo material para imperar mayormente en lo sacro. Ra, Osiris o Anubis no acaban de abandonar su panteón celestial inmiscuyéndose en la gracia de lo más genuinamente fantástico. Mis preferencias siempre se han decantado más por Mesopotamia. Será que siempre he aborrecido lo abstracto, o quizás sea mi carácter idealista, pegado a la rémora certeza, quien siempre me ha alejado de los misterios egipcios y acercado más a los empíricos logros del vergel mesopotámico.

Hace tiempo estudié la matemática de ambas civilizaciones, o en el caso de Mesopotamia, el dichoso cúmulo de ellas. Bajo mi más absoluto asombro la matemática de los mesopotámicos resultó ser, en no pocas ocasiones, mayormente compleja. Sus métodos de resolución de ecuaciones, aproximaciones al valor de π, son muestras irrefutables de una poderosa ciencia, acoso más desarrollado que la de los habitantes de las fértiles orillas del Nilo. Sin embargo, sus restos son escasos, los genios alados que pueblan los grandes museos arqueológicos de Europa, como mucho, generan respeto, siendo mayormente buscados los restos de tumbas egipcias, y qué decir de sus cadáveres, aunque no llegaran a ser momias.

El paso del Tiempo difumina el recuerdo del mérito. Poco queda del sapiencial naufragio, siendo los restos perlas difíciles de encontrar por el interesado estudioso. Son pocos quienes recuerdan que fueron las asirios quienes utilizaron el hierro por primera vez en sus ejércitos, bien lo saben los egipcios, puesto que debieron ceder ante la pavorosa armada asiria. La escritura también encontró sus primeras manifestaciones alrededor del Tigris y el Éufrates, quizás también las matemáticas, y según parece, la rueda. Todos ellos son descubrimientos valiosos, axiomas de los que se deriva nuestra actual civilización por pura lógica.

Caprichos del Destino, Egipto pasaría a la Historia a través de la Biblia hablándose de hechos de los que rara referencia se tienen. Cada día parece ser más cierto que el presunto esclavismo de los judíos fue mentira y que los hebreos, al menos a gran escala, no abandonaron Egipto para poblar Israel, Mesopotamia parece querernos decir algo al respecto. Del análisis de los hechos históricos, atisbados por el texto, presuntamente, sagrado, nos percatamos de cómo buena parte de la tradición de esas tierras se adentra en la narración del Antiguo Testamento. El mito de Moisés y su barca surgió respecto al monarca acadio Sargón y el mito del Diluvio en referencia a las graves inundaciones acaecidas en la región, situada entre dos grandes ríos, en remotas épocas pretéritas. No creo que en lo alto del monte Ararat se halle el Arca de Noé pero es más que probable que las precipitaciones caídas por tales sierras inundaran el territorio que actualmente ocupa el ceniciento Estado iraquí.

Cosas de la Historia. La herencia, a priori invisible, de las civilizaciones mesopotámicas se camufla, alguien diría que intencionadamente, en las páginas de la Biblia. Poca duda cabe que se trata del libro más influyente, superando con creces al Quijote de Cervantes. Mesopotamia nos llega a través de él, las leyendas que narra le pertenecen, así como buena parte de los personajes, eso sí, con otros atributos y nombres.

Una vez analizado esto, hagámonos la dichosa pregunta. ¿Los desconocidos mesopotámicos resulta que no lo son tanto? ¿Les debe más Occidente a ellos que a Egipto? ¿Somos más herederos suyos que de los faraones? ¿Qué hicieron para pasar a la Historia como pueblos malditos?

sábado, 2 de junio de 2007

Diario de un Troodon

Amagaba con ser un día bochornoso aquel amanecer del Cretácico. Troodon había pasado la noche intranquilo, con la ansiedad característica de lo salvaje, quién sabe si esperando la irrupción de algún depredador o aguardando que el Azar le brindara alguna sabrosa cena. Recuerda cómo los de su especie lo hacían delante suyo mientras él observaba. La caza del roedor acontecía un sauriano arte, tal vez un sucedáneo de cinegética diversión, a la vez que un eficaz cauce desatascador de adrenalina. El caso es que él aprendió, ejerció el poder que su virtuoso celebro le brindaba y observó cómo la naturaleza le había seleccionado, a él, con los condicionantes genéticos idóneos para la gran hazaña: medrar en el mundo del T.Rex, los volcanes y los ríos embravecidos por las precipitaciones tropicales. Los mayores eran sumamente diestros, él un mero aprendiz vestido del ropaje necesario que le había fabricado, quién sabe si a medida, la fábrica evolutiva. Algunos lo llaman instinto, pero el reptiliano ser sabe, o mejor dicho, desconoce qué hacer con sus facultades: parece curioso, pero el dinosaurio requiere de aprendizaje aun no siendo persona, aun no siendo humano. El reptil no alcanza a comprender qué es la transmisión cultural pero, sin embargo, la experimenta, muy rudimentariamente. Los días cretácicos, lejos de ser dichosos, se hallan poblados de la penumbra de lo inabordable, impredecible y temido. La biodiversidad alcanza cotas elevadísimas, el emplumado individuo dispone de presas, vecinos y depredadores en abundancia. Los sonidos irrumpen en sus sentidos a modo de graciosa orquestra. Sí. Los primeros pájaros parecen reírse de sus primos, sus acrobacias y nuevos hábitos los habilita para poblar los contornos de lo moderno, lo evolutivamente fashion. Millares de fierecitas emplumadas juegan al carnaval de las especies. Unos agotan sus últimos días en el espectro de los tiempos, mientras que el resto se ríe participando del ecosistema, del medio, de futuras eras en las que verán aparecer nuevas especies y nuevos amos. Troodon se impacienta, la cacería no parece dar resultado y el malestar de la manada de picos de pato le indica que algo se cuece en el prado de al otro lado del arroyo. Troodon piensa, o al menos lo intenta, no sabe interpretar los designios del Destino, no es pitoniso, ni alcanza a ser capaz de interiorizar todo el legado que sus predecesores han brindado. Sólo entiende de cacerías y supervivencias, no de metafísicas y literatos. Desconoce que los suyos desaparecerán, que serán incapaces de dejar mayor resto que sus huesos, mal final para una próspera especie. Pese a todo, sigue en el intento. Un último sonido le ha parecido campanilla del más lujoso de los buffets mesozoicos. Se concentra, implica todos sus sistemas sensoriales en el estímulo, en la labor, en la comida. Nada hay superior a correr, comer y reproducirse, Troodon conoce los tiempos perros y la gandulería del domingo. ¡Alto!. Un sonido más estrepitoso mimetiza las esperanzas de haber encontrado alguna presa. Los picos de pato hace tiempo que se marcharon. El Sol sigue irradiando con fuerza, la temperatura aumentado, definitivamente hoy va a ser un día cálido. Troodon, sin embargo, se halla excesivamente concentrado. La pequeña lagartija no ha salido aún de su agujero. La más primordial de las recetas se va a servir en Posada la Estrella. Las especias serán olores y los sabores gloria. Un golpe rompe la escena. Un tiranosáurido irrumpe a traición y despelleja al individuo sin que a duras penas se haya percatado de su funesto destino. Otro será quien cace la lagartija, Troodon desaparece del tiempo transformado en comida. Comer o ser comido se impone como la más imperiosa de todas las normas. ¿Será por que hoy hace calor, o simplemente porque no ha nacido aún el primer ser humano? Troodon se fue dejando patrimonio abintestato: proteínas de reptil y plumas de ser aviano, poca herencia para el gran carnívoro, pero la prescripción de su especie, mientras tanto, llega a mal término. Los jóvenes no heredaran nada y no por haber sido Troodon falto de paternal sentido. Acaso será porque no conoce a su descendencia, tal vez. Yo opino que debe de ser porque pese a haber aprendido no sabe qué es el mito del tiempo, la falsa cábala de la espiritual trascendencia, y el vivir en el recuerdo para siempre, aún habiendo ya dejado de estar vivo.
ilustración de Troodon: http://www.dinogalerie.de.vu/