martes, 11 de septiembre de 2007

El juguete del mono

Es curioso cómo el concepto de propio es uno de los más primordiales descubrimientos de todo niño de corta edad. Observar a los infantes jugar no deja de ser una alegoría de las corrientes, elementos y, ante todo, conceptos que impregnan nuestra existencia, nuestro devenir común como especie. La colaboración, el altruismo, no deja de ser una pauta de comportamiento que se aprende de la vida en sociedad, viendo cómo son de cuantiosos los beneficios de una existencia compartida frente a la oscuridad, y maldad, del egoísmo propio. Cualquier pieza de puzzle, guitarra de juguete, Action Man o Barbie trenzas largas es objeto de deseo por todos los individuos presentes, la más rebuscada “maldad” congénita se manifiesta en el concepto de propiedad y en cómo el niño busca todo mecanismo con el que apropiarse del objeto gozando de su exclusivo uso y disfrute. No deja de ser curioso el total parecido con escenas, largamente paradigmáticas, de documentales de primates. El macho dominante haciéndose con el control del grupo, afianzándose en su posición, subyugando al resto. Dominantes y dominados, binomio que comparten todos los primates, incluidos, parece ser, los humanos. Sino hubiera una estructura social, la posición socio-económica de los progenitores, que les condicionara, es difícil averiguar si las disputas no tenderían hacía una jerarquización instantánea del grupo.

No se sabe si la riqueza y los factores de poder, de los que hablara Ferdinand Lasalle, bien pudieran relacionar con un correlativo papel genético, un egoísmo del gen, una preponderancia del más fuerte. Más allá de tal reflexión, es ciertamente curioso cómo la historia puede llegar a reducirse al más primordial tribalismo, y al paralelismo zoológico, enunciado, que no deja de recordarme a la lucha de clases.

Trasladémosnos a los tiempos de la cenicienta República de los romanos, Tiberio Graco lleva en mente una reforma que cambiará la esencia del futuro Imperio. Multitudes de campesinos desposeídos miran con ilusión al político con el sueño de acabar con el monopolio del ager publicus por parte de una reducida elite esclavista. La base de la prosperidad romana se hallaba otrora en tales gentes y su trabajo, la tantas veces invocada virtud romana, incluye no sólo dichos y máximas memorables sino a la vida tan bucólica como laboriosa y su rentabilidad para la supervivencia. Tiberio Graco sería un notable militar, un dirigente de consideración, pese a caer asesinado impunemente por aquellos que le acusaban de querer alcanzar la corona de la tan temida monarquía. Tal y como recoge Parenti, el modelo ideal de Polibio, la conocida como constitución mixta (es sumamente interesante aquella reflexión del autor griego donde afirma que la monarquía es el gobierno individual, aceptado de forma totalmente libre y ejercido al amparo de la razón, más que del miedo o la violencia. No siendo la aristocracia una forma cualquiera de oligarquía, sino sólo aquélla de hombres justos y prudentes designados por elección (Polib. 6.4.3). Existiendo democracia cuando el gobierno está en manos de un pueblo que venera a los dioses, honra a los padres, reverencia a los ancianos y obedece las leyes, y no de un pueblo que actúa a su libre albedrío (Polib. 6.4.4-5), no deja de ser un sistema con mecanismos que aseguran el hermetismo que tanto caracteriza al bienestar y existencia de unos pocos. La lex agraria de Tiberio Graco no dejaría de tener paralelismos con, entre otros ejemplos, la reforma agraria de Azaña. No obstante, las críticas del, cuasi total, monopolio en la narración de la Historia por miembros de la elite social, no deja de hacernos reflexionar entorno a ciertas contingencias.

Instintos in natura como el comportamiento de los niños, o sus paralelismos con los demás primates y la defensa del territorio por buena parte de los animales comúnmente conocidos como superiores no dejan de hacernos reflexionar sobre el interés que pudieran tener individuos como los Graco. ¿Gran altruismo con el resto de las personas, ideales sociales de bondad absoluta, o ganas de preeminencia, atisbos del futuro Imperio y de la Revolución de César que conduciría a su establecimiento?

La verdad es que la disyuntiva entre el nexo biológico de nuestro factores de poder y la presunta bondad de algunos ilustrados no deja de ser una pregunta sin respuesta clara aparente. ¿Cómo el niño puede, con total desinterés, someterse a la incertidumbre de una vida sin predomino, cómo compartir el juguete, cómo incentivar al individuo para que su egoísmo se agote, no perjudicándose los intereses de el Resto?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

oye hija me tienes como no admitido!!!!!

mi correo es: punky08@hotmail.com

Rosenrod dijo...

Al fin y al cabo, ¿no sería una prueba más de la falsedad del aserto "el hombre es bueno por naturaleza"? Al fin y al cabo, el hombre ni es bueno ni es malo por naturaleza; es simplemente... primate.

Un saludo!

Anónimo dijo...

Hola Javier quiero felicitarte muy sinceramente por la publicación de tú libro, que desde luego tengo toda la intención de conseguir.

Aprovecho para decirte que te pases por mi blog que te he dejado un regalito o una carga, depende como se mire, es un meme que si te apetece lo sigues y sino pasa olimpicamente ¿vale? sense cap problema.

Muchos besitos, empezaré a leer este post (que he escrito el comen antes de leerlo).

PEtons