miércoles, 13 de junio de 2007

La Transición o sobre la línea y el punto

El César murió en combate. Algo curioso en la biografía de un gobernante, el dominus de la púrpura comandó a sus tropas hacia una eventual victoria, mutada en mortal fiasco. Los godos invadieron la frontera romana, asediando la estratégica urbe de Adrianópolis (actual Edirne). Cómo iba a haberse percatado la inteligencia romana de que sus, antaño victoriosas, legiones habían caído ante el óxido pasar del tiempo. Sus armas acontecían pinceles con los que intentar sacudir el polvo de sus armaduras, los dictados del calendario se empeñaban en demostrar cómo lo terreno es finito, en contraposición con lo metafóricamente sacro. Valente dio ejemplo, más que de valentía, de derrota. Perdió la vida en tan funesta batalla, las legiones experimentarían en sus carnes el dolor del fallo no reconocido. La caballería goda pisoteó el águila del estandarte, Roma estaba en decadencia y el orbe del basileo requería adaptarse a los tiempos. El inmovilismo, junto con la vanagloria en el éxito pretérito, ayudaron a crear un gigante de pies de barro.
Teodosio, el cristiano, empedernido reformador e idealista gobernante, mandó al bueno de Vegecio la elaboración de un Compendio de técnica militar, libro que traspasa las barreras del tiempo para llegar a mis manos, en moderno formato. La exégesis del glorioso pasado hizo de suerte de antidepresivo imperial, la depresión era lo anticuado, el César el narcótico, el Imperio la víctima, los godos la terapia. Roma cayó, haciendo ofrenda a lo realmente pasajero, mostrando los contornos del cambio, lo ineludible del fin, en tanto que correlativo del principio. El problema precisamente es no pasar de un estado al otro, del punto inicial al último de los pasos. La transición no pasa de ser una línea, trazada al unir múltiples puntos; vive gracias a ellos, pero no es nada sin la individualidad del momento, del instante.

Durante estos días me viene este pensamiento. Constato cómo se bombardea con la Transición, sí, esa línea que borra los puntos que la concibieron. El eterno autoretorno distorsiona los hechos ya pasados, tapando el bosque subjetivo de los medios, el preciado lago, el Futuro, el Dorado. Soy tan melancólico como pesimista. So pena de caer en el pozo de lo insalvable, antepongo el cambio al orgásmico placer del éxito pasado, ¿qué es la transición sino una unión de puntos? ¿Cómo podemos reducirnos a ver el rastro del lápiz temporal, ignorando lo dibujado en este momento? La política es de artistas, o al menos eso espero, pues en mal lugar quedaría Cicerón, si viera como sus admiradores actuales, lejos de la fábula, se transforman en infames cabestros.

3 comentarios:

Patri dijo...

Hablas del pasado y de la transición, hablas de historia y de presente...

Estoy contigo en que la transición es una fina línea de puntos, pero creo que vivimnos en una constante transición, siguiendo un camino que a veces gira sobre sí mismo para volver a recorrer ciertos momentos del pasado...

Besotes cielo

Anónimo dijo...

"¡Adentrarse en lo desconocido
para encontrar lo nuevo!", como decía Baudelaire.

Saludosss

Anónimo dijo...

Y quien sabe, quizá los hombres estamos condenados a repetir nuestros errores infinitamente...
Saludos