domingo, 20 de enero de 2008

El cormorán


Como un rayo, el cormorán se zambullía en las aguas del Mediterráneo pescando pececillos por alimento, con suma estrategia, cual maná sacro. Jamás se oyó un gatillo tan preciso como emplumado, la idea a la que sirve no se comprende en el animal, ¡cómo tanta tecnología salvaje en un ave tan discreta como efectiva! Sin embargo, para el caso el ave hace de figurante, de negra efigie con la que acontecer motivo para la escritura, para la descripción, centro de atención irremediablemente condenado a decaer ante el esplendor de la radiante figura.

Un paseo a la orilla del mar dota a la experiencia de un saborcillo a duras penas descriptible. Las olas chocan con la arena, como saliva y labio, dando por fruto esa fragancia efímera y perecedera, aire acuático, brisa marinera. El cormorán observa, sigue en su búsqueda vital con el rigor de un opositor, la clase de un abogado. Sus plumas sólo entienden de inmersión, burlándose del par de tórtolos que cantan sus románticas letras en el marco de sus zambullidos. Ambos se miran y besan, tocan y acarician, contemplan uno al otro, viendo al pájaro de refilón, con mirada escrutadora y desconfiada ¡no fuera a ser el ave un espía, un ladrón, atávico, de momentos!

El ave se nutre, cumpliendo una de sus tres funciones vitales mientras sus vecinos cumplen aquella destinada a relacionarse. Los peatones poco importan, sólo hay lugar para tres, un “menage a trois” existencial: dos amantes y un pájaro. Uno reflexiona sobre si el ave contempla a unos o son aquéllos quienes se han percatado del ave; la respuesta es difícil, pues cada uno sigue a lo suyo. Ambos campos semánticos se incluyen dentro del de la Naturaleza, cada cual con sus impulsos, uno con el hambre, el resto celebrando la falta de ausencia. El hecho parecería querer ser metafórico, pura lectura vital de una jornada partida. Una tarde de amor, en la que existe rastro de pesca, buena captura para el alado, excelente para quien se siente, locamente, entre románticas rejas.

El Sol parece animarse con tan sentimental juerga. Los besos lo apagan yéndose a la búsqueda de su amada. Nadie conoce donde se reconcilia con la fémina Luna, cómo son capaces de romper en cada anochecer, para darse siempre un breve abrazo, con la madrugada. Todo es naturaleza amatoria, el ritmo vital del amor, esos sentimientos que no quieren separarse del instinto, puesto que a él sirven. Los cabellos chocan siguiendo la simetría de las olas. Pura lucha contra la entropía, desorden simbólico que recrea el primordial orden rosa. ¡Cuán poco afortunado sería el cormorán, si pudiera contemplar lo poco que son sus manjares, comparándose con aquello que tan bien rima con tu propia esencia!

6 comentarios:

Garfio dijo...

Ha sido una lectura muy gratificante. Tiene usted un estilo que me gusta mucho.

Anónimo dijo...

desde hace mucho tiempo este ave me tiene un poco perdido, sin embargo hay ultimos estudios que han arrojado un pelín más de luz sobre su genial vista y su gran puntería al cazar, hay mucho que hablar sobre el cormorán, por otro lado el modo de exponerlo me ha parecido buenisimo, muy literario.

isobel dijo...

jajajaja, que bonito es el amor, que nos hace ver pajaritos, ahora en serio, precioso, ;o)

Dinorider d'Andoandor dijo...

acá hay parientes suyos, pero sobretodo sus parientes costeris la están pasando no tan bien, antes habían enormes bandadas de miles de esos animalitos, ahora ya no es así

panterablanca dijo...

¿Por casualidad no sería Ud. uno de esos tortolitos? Si es así, afortunada tortolita, ;P
Me ha gustado mucho esta mezcla entre ciencias naturales y literatura.
Un lametón de pantera.

Artax el Eterno Cruzado dijo...

Queda bonito mezclar el Cormorán con relato romantico, realmente... conociendo el arte de usarlo para pesca atandole la cuerda al cuello para que no trague y que se lance... me pone los pelos de gallina.

¡Un saludo!