Rincorosa no era una cabra cualquiera. Su habilidad, un tanto simiesca, en el arte de cortar ramas la hacían única. Lo mismo escalaba peñas, que comía ramón o aliaga, digería algún hilo (de esparto o de seda), o simplemente, se despeñaba, ínfimamente, del peñasco más hostil y prohibido. Sus balidos solían acontecer signo de mala nueva, y es que sólo su arte al engendrar sanos cabritos ¡le salvaban de entrar en el campo de las alimañas domésticas!
Said iba a remolque del animal, su rebaño se dispersaba con total irreverencia. El pastor no sabía dar orden, ni mucho menos, imponer respeto; en realidad, las cabras siempre han sido más listas de la cuenta, mayormente soberanas que un infante de once años. Los chacales de las rocas, buitres y rapaces, y alguna que otra reina de escamas, no le acobardaban en su labor cotidiana, esa técnica de supervivencia: acompañar a las cabras en su pasto, soportar sus inclemencias, buscar sustento en sus caprichos, a falta, irremediablemente, de una mejor solución posible.
Los animales es raro que demanden lo que necesitan. Sus ganas pocas veces se lo permiten, siendo antes el momento que lo obtienen, que aquel en que lo cotejan. Sus instintos se comieron el pensamiento, su valor el sentido de la vergüenza. Rincorosa era una maestra en el arte de lo infame, su sed solo se saciaba con el momento, no conocía de prórroga o plazo, simplemente sabía de la tempestad de sus entrañas: las ganas del presente instante.
Su hídrico olfato no le había engañado, allende las próximas rocas y quebradas fluía un río. Said conocía de su abuela los peligros del mismo. “Ve siempre a la charca” recuerda haberle oído decir. El joven chaval no alcanzaba a comprender el significado de los consejos de su vieja benefactora. Su cátedra era la infancia, su teoría la del juego y la inexperiencia. Sujeto temprano para tanta responsabilidad, las cabras pastaban con Said, no sabiéndose bien quién era el guía.
Un ruido estremeció al chico con su paisaje. ¡El golpe carecía se la sequedad del virote, qué decir de la del peñasco! Said no conocía al miedo, su mente era inmune a lo irreverente. El hecho era estupro para su jornada cotidiana. Corrió en busca de sus cabras, cuanto menos, de aquellas que ya no estaban cerca. La indisciplina había alcanzado un clímax, no tanto por naturaleza como por los nervios.
Repentinamente Said sintió algo en su espalda. Un golpe lo dejó a mitad de camino entre la serenidad y la inconsciencia. Nadie le había rectificado con tanta fiereza, ni el clima, ni el viejo maestro, mucho menos su severo padre. Said cayó en el desmayo, transmutándose en fardo de heno, pienso de los tiempos, con los que desalimentar a sus dulces cabras.
El soldado lo recogió, lo trasladó al lugar del crimen, del rapto. Varios compañeros acababan de optimizar el nuevo aparato. El extractor comenzó a engullir agua con soltura, mostrando a los peones el ingenio de otros intelectos. El país estará contento, la nación camina con pasos cortos, pero fuertes, ligeros, aun careciendo suavidad, siendo fatal terciopelo. El coronel se identificó con el recluta, percatándose de la novedad, y malaventurada hora, en la que el pastorcillo descubrió la jugarreta. “Que parezca un resbalón” –dijo el cabo primero- “Haz parecer que se dio contra una piedra”. El pobre instrumento, sin contestación posible, inyectó sedante a la víctima; el veneno aquel día no vendría de ningún reptil, llevaba pantalones y zapatos, también metralleta.
Said iba a remolque del animal, su rebaño se dispersaba con total irreverencia. El pastor no sabía dar orden, ni mucho menos, imponer respeto; en realidad, las cabras siempre han sido más listas de la cuenta, mayormente soberanas que un infante de once años. Los chacales de las rocas, buitres y rapaces, y alguna que otra reina de escamas, no le acobardaban en su labor cotidiana, esa técnica de supervivencia: acompañar a las cabras en su pasto, soportar sus inclemencias, buscar sustento en sus caprichos, a falta, irremediablemente, de una mejor solución posible.
Los animales es raro que demanden lo que necesitan. Sus ganas pocas veces se lo permiten, siendo antes el momento que lo obtienen, que aquel en que lo cotejan. Sus instintos se comieron el pensamiento, su valor el sentido de la vergüenza. Rincorosa era una maestra en el arte de lo infame, su sed solo se saciaba con el momento, no conocía de prórroga o plazo, simplemente sabía de la tempestad de sus entrañas: las ganas del presente instante.
Su hídrico olfato no le había engañado, allende las próximas rocas y quebradas fluía un río. Said conocía de su abuela los peligros del mismo. “Ve siempre a la charca” recuerda haberle oído decir. El joven chaval no alcanzaba a comprender el significado de los consejos de su vieja benefactora. Su cátedra era la infancia, su teoría la del juego y la inexperiencia. Sujeto temprano para tanta responsabilidad, las cabras pastaban con Said, no sabiéndose bien quién era el guía.
Un ruido estremeció al chico con su paisaje. ¡El golpe carecía se la sequedad del virote, qué decir de la del peñasco! Said no conocía al miedo, su mente era inmune a lo irreverente. El hecho era estupro para su jornada cotidiana. Corrió en busca de sus cabras, cuanto menos, de aquellas que ya no estaban cerca. La indisciplina había alcanzado un clímax, no tanto por naturaleza como por los nervios.
Repentinamente Said sintió algo en su espalda. Un golpe lo dejó a mitad de camino entre la serenidad y la inconsciencia. Nadie le había rectificado con tanta fiereza, ni el clima, ni el viejo maestro, mucho menos su severo padre. Said cayó en el desmayo, transmutándose en fardo de heno, pienso de los tiempos, con los que desalimentar a sus dulces cabras.
El soldado lo recogió, lo trasladó al lugar del crimen, del rapto. Varios compañeros acababan de optimizar el nuevo aparato. El extractor comenzó a engullir agua con soltura, mostrando a los peones el ingenio de otros intelectos. El país estará contento, la nación camina con pasos cortos, pero fuertes, ligeros, aun careciendo suavidad, siendo fatal terciopelo. El coronel se identificó con el recluta, percatándose de la novedad, y malaventurada hora, en la que el pastorcillo descubrió la jugarreta. “Que parezca un resbalón” –dijo el cabo primero- “Haz parecer que se dio contra una piedra”. El pobre instrumento, sin contestación posible, inyectó sedante a la víctima; el veneno aquel día no vendría de ningún reptil, llevaba pantalones y zapatos, también metralleta.
Nota: el agua es uno de los factores más peligros en esta crisis, junto con la falta de independencia de nuestra economía del petróleo, y la inseguridad que provoca la comunión en conciencia y destino con todos los rincones de este planeta. La Globalización muchas veces tiene esas cosas: enseñar para aleccionar, o cuanto menos, ser conscientes de que no se está actuando. Maná vital para todo ser vivo, ¡Dios quiera que las guerras no se basen jamás en su apropiación!
Pese a todo, Said es una metáfora de hechos que ocurren con tanta frecuencia, como fiereza. Israel, hermano mayor (cuanto menos en armamento) dentro de la familia de Oriente Medio, utiliza las fuentes de agua a su libre albedrío. ¡Quién dijo que no eran suyas, quienes son sus vecinos para privarles de sus deseos!
A modo de final, un ejemplo de hipocresía: información del gobierno israelí sobre su política hidrográfica. Artículo de Georges J. Nasr
Origen de la ilustración: (autor: http://en.wikipedia.org/wiki/User:Fir0002)
6 comentarios:
Bueno, lo del agua por esas zonas es común saberlo, lo bonito es lo que esta haciendo Israel ahora por un par de misiles que le lanzarón, toda energía electrica a tomar por saco, ni tregua para hospitales ni nada por el estilo, si vamos en decadencia... no me queda a mi del todo claro que llegue la mañana en que me llamen a filas por que se ha desatado la III, lees el periodico, ves las noticias... y se te suben los huevos al cuello, por que tarde o temprano terminaremos así, tiempo al tiempo, todos con fusiles, en fin, durara poco, lo que cueste reventar pais a pais con explosiones atomicas, despues, Einstein lo dijo claramente... No se como sera la tercera guerra mundial, solo se que la cuarta sera con piedras y lanzas.
Nos vemos.
uf, no dicen que más vale llegar a tiempo que estar años rondando. ¿Cuantas acciones se están tildando de accidentes? miedo me da pensar, pero no se debe mirar hacia otro lado. besos tristes
Ya lo dicen que la III guerra mundial podría ser por el agua, elemento cada vez más escaso en esta tierra. Como nosotros no tenemos mucha, con un poco de suerte nadie nos invade :(
Besos de pantera.
El aigua molt haviat sera un problema i encara que sembli inaudit la nostre Generalitat esta permetin accions que contaminen el aigua a la zona del Bages el capital s'imposa a la llogica.
Tiene mal aspecto lo del agua. Me temo que sí va a ser motivo de conflictos.
Por aquí corren rumores (no sé si será verdad porque no he podido informarme con detalle) que la Generalitat de Catalunya tiene previsto comprar agua desalinizada a los almerienses porque, aunque aquí han intentado usar esas técnicas, pues igual que con el tren de alta velocidad, el agujero del Carmelo, el colapso de los transportes y los apagones entre otros, se han gastado el dinero en no se sabe qué y han dejado esa cuestión para más adelante.
Y aquí no ha pasado nada
Y así vamos en Cataluña
En fin, besitos cielo
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