El matrimonio siempre ha sido una institución curiosa. Aquello que para algunas civilizaciones ha sido considerada como la más sagrada de las instituciones, en otras ha acontecido objeto de rapto, y cómo no, de comercio. La mentalidad mercantilizadora de los de nuestra especie ha llegado a extremos considerables; véanse instituciones como la dote o los matrimonios, aún hoy en día concertados, en ciertos países islámicos. Poca duda cabe de que el matrimonio es unión: la más íntima y perfecta de las asociaciones, sólo que variando en relación con qué sea lo elegido para unirse.
Los Ordenamientos Jurídicos modernos abogan por la regularización del “consortium omnis vitae”, o lo que es lo mismo, la comunidad de vida de dos individuos. Desde el derecho canónico se creó el concepto de “consortium totius vitae”, el matrimonio irrevocable, la imposibilidad de divorcio (sólo cabrá la nulidad en supuestos de matrimonios imperfectos por razón de incompatibilidad psico-sexual etc). Frente a estas posiciones, existirían otras civilizaciones, o paradigmas históricos, en los que se vería a la institución matrimonial como una forma de establecer alianzas, tratos, políticas (sucesorios o, incluso, militares). Dentro de estos últimos casos llegaría a imponerse la práctica del rapto en algunas culturas.
La civilización grecolatina recoge dos raptos “fundacionales”. En primer lugar, coincidiendo con los rituales de fertilidad y renovación, el rapto de Perséfone por Hades (motivo de enfado de la madre de ésta, Ceres, que daría explicación a las estaciones y al paso de la prosperidad al invierno y viceversa). Poro otra parte, el rapto de las sabinas sería uno de los sucesos (más mitológicos que reales) que más importancia tuvo en los tiempos primordiales de Roma.
Habiéndose quedado Roma sin población femenina suficiente, Rómulo convocó unos juegos a los que acudieron diferentes pueblos (entre ellos los sabinos, junto a sus mujeres). A una señal del monarca, los romanos raptaron a las mujeres sabinas con el afán de convertirlas en sus esposas. Los sabinos fueron echados, sin perjuicio de que se levantaran después en armas contra el enemigo romano. En plena batalla, dice la leyenda, las mujeres sabinas se interpusieron entre ambos contingentes, gritando por la paz dado que de una forma perderían bien a sus maridos e hijos o bien a sus padres y hermanos.
Más allá de alegorías, leyendas y demás conceptos partícipes de la mitología, el rapto ha llegado a extenderse, y ser común, en no pocas culturas. En el caso español, es interesante citar la costumbre de los godos (y de todos los pueblos germánicos en general) de “raptar” a la esposa deseada, sin perjuicio de que ello fuera motivo inexcusable para el conflicto entre clanes y familias. La seguridad jurídica (y ante todo, la “romanización” del derecho de los godos) acabó, en parte, con la barbarie del mismo imponiéndose la voluntad de los contratantes, fueran los novios o los padres, sobre la fuerza del encaprichado enamorado (o interesado) de turno.
El rapto llegó a tener una importancia primordial en sociedades como las de los pueblos de las estepas. Los clanes guerreros de la basta estepa altiplanicie euroasiática eran, ante todo, hombres guerreros, ligados en sangre e ideales en la persecución del más sagrado de los objetivos, el provecho propio. Quizás como manifestación, una vez más, de una práctica social ligada a una necesidad biológica-genética, el rapto de mujeres procedentes de clanes y tribus rivales aseguraba el intercambio de material genético, y la inhibición de los efectos ligados a la reproducción entre miembros de una misma familia. Lo común de la práctica haría que el propio Genghis Khan no estuviera al margen del suceso.
El padre de Temujin (nombre real del gran Khan), el caudillo Yesuguei, raptó a Joguelún, mujer con la que concebiría al gran Señor de los mongoles. Los merkitas, tribu a la que pertenecía la raptada, quisieron vengarse de la ofensa raptando a la mujer del Khan, Borte. Se dice que el jefe de los raptores copuló con la mujer de Temujin, engendrando al primigenio del conquistador, Jochi Khan (favorito del gran Khan, pese a no ser su hijo biológico). Definitivamente, el rapto le devolvió la jugada a su estirpe, mostrándonos a la posterioridad lo ambivalente de las malas prácticas.
Los Ordenamientos Jurídicos modernos abogan por la regularización del “consortium omnis vitae”, o lo que es lo mismo, la comunidad de vida de dos individuos. Desde el derecho canónico se creó el concepto de “consortium totius vitae”, el matrimonio irrevocable, la imposibilidad de divorcio (sólo cabrá la nulidad en supuestos de matrimonios imperfectos por razón de incompatibilidad psico-sexual etc). Frente a estas posiciones, existirían otras civilizaciones, o paradigmas históricos, en los que se vería a la institución matrimonial como una forma de establecer alianzas, tratos, políticas (sucesorios o, incluso, militares). Dentro de estos últimos casos llegaría a imponerse la práctica del rapto en algunas culturas.
La civilización grecolatina recoge dos raptos “fundacionales”. En primer lugar, coincidiendo con los rituales de fertilidad y renovación, el rapto de Perséfone por Hades (motivo de enfado de la madre de ésta, Ceres, que daría explicación a las estaciones y al paso de la prosperidad al invierno y viceversa). Poro otra parte, el rapto de las sabinas sería uno de los sucesos (más mitológicos que reales) que más importancia tuvo en los tiempos primordiales de Roma.
Habiéndose quedado Roma sin población femenina suficiente, Rómulo convocó unos juegos a los que acudieron diferentes pueblos (entre ellos los sabinos, junto a sus mujeres). A una señal del monarca, los romanos raptaron a las mujeres sabinas con el afán de convertirlas en sus esposas. Los sabinos fueron echados, sin perjuicio de que se levantaran después en armas contra el enemigo romano. En plena batalla, dice la leyenda, las mujeres sabinas se interpusieron entre ambos contingentes, gritando por la paz dado que de una forma perderían bien a sus maridos e hijos o bien a sus padres y hermanos.
Más allá de alegorías, leyendas y demás conceptos partícipes de la mitología, el rapto ha llegado a extenderse, y ser común, en no pocas culturas. En el caso español, es interesante citar la costumbre de los godos (y de todos los pueblos germánicos en general) de “raptar” a la esposa deseada, sin perjuicio de que ello fuera motivo inexcusable para el conflicto entre clanes y familias. La seguridad jurídica (y ante todo, la “romanización” del derecho de los godos) acabó, en parte, con la barbarie del mismo imponiéndose la voluntad de los contratantes, fueran los novios o los padres, sobre la fuerza del encaprichado enamorado (o interesado) de turno.
El rapto llegó a tener una importancia primordial en sociedades como las de los pueblos de las estepas. Los clanes guerreros de la basta estepa altiplanicie euroasiática eran, ante todo, hombres guerreros, ligados en sangre e ideales en la persecución del más sagrado de los objetivos, el provecho propio. Quizás como manifestación, una vez más, de una práctica social ligada a una necesidad biológica-genética, el rapto de mujeres procedentes de clanes y tribus rivales aseguraba el intercambio de material genético, y la inhibición de los efectos ligados a la reproducción entre miembros de una misma familia. Lo común de la práctica haría que el propio Genghis Khan no estuviera al margen del suceso.
El padre de Temujin (nombre real del gran Khan), el caudillo Yesuguei, raptó a Joguelún, mujer con la que concebiría al gran Señor de los mongoles. Los merkitas, tribu a la que pertenecía la raptada, quisieron vengarse de la ofensa raptando a la mujer del Khan, Borte. Se dice que el jefe de los raptores copuló con la mujer de Temujin, engendrando al primigenio del conquistador, Jochi Khan (favorito del gran Khan, pese a no ser su hijo biológico). Definitivamente, el rapto le devolvió la jugada a su estirpe, mostrándonos a la posterioridad lo ambivalente de las malas prácticas.
8 comentarios:
Mala práctica, desde luego, pero ahora ya sé de dónde viene ese deseo innato de raptar a algún espécimen de muy buen ver... xDDD
Somos cultura. Me ha encantado.
Un saludo!
pues yo me quedo con una visión mas romanticona del rapto o la huida de los amantes, pensaba que esto era algo habitual cuando existían los matrimonios pactados en la edad media, pero vamos también creía que el rey Arturo era real, no era posible que Merlín no existiera.
Un besillo
No tenia conocimiento de que Genghis Khan fuese hijo de una mujer raptada y marido de una mujer raptada, conocia el hecho tanto en el sector humano como en los lobos marinos, pero lo del Khan...
Buena entrada, un saludo.
vaya que se la devolvieron al clan del Khan, el padre debe haberse revuelto en su tumba con el nieto
acción - reacción
Bueno, si te pones a pensar, hay muchas cosas en el matrimonio que me llenan de sospechas...
El velo, para que? pues me dijeron que antes no se veía a la mujer hasta el beso de consagración del rito, y así se ponía por si el marido luego no le gustaba la esposa jajajajaj!!!!
Un besico Fujur, me meto tu blog en el reader :)
Fujur de una manera o un altre ara també tenim aquet costum o ara ens raptan ellas.Passat per casa tens una cosa.
El concepto rapto suena más romántico que el secuestro...pero en cuestiones amatorias y ese sentír de propiedad que aún prevalece en el sacrosanto matrimonio ,todavia , en algunas culturas bien ''desarrolladas''eaptan ideas y pensamientos sin romanticismo alguno.Existe, y persiste todavía aablación mental que marca límites y limitaciones...
Un abrazo de nuevo año.Siempre es gratisimo leerte.
...que rapto más romántico y didáctico que el de Perséfone por Hades?, bastante simbólico y de múltiples interpretaciones..., me quedo con rapto para el mundo intelectual...
un saludo y gracias por descubrime este tu espacio...
un saludo
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