Dicen que la imaginación es el ojo del alma, que todo lo imaginado puede ser alcanzado, creado. Los surcos que se aran por nuestra, necesariamente, imperfecta comprensión del mundo, se llenan de aquella semilla imaginaria. No siempre placentera, dolorosa, hedonista o meticulosa. Todo lo querido se alza en las nubes inescrutables de nuestros involuntarios sueños; esos reflejos de los anhelos y miedos de nuestra psique; ese panfleto de fobias, ilusiones, y ante todo, de deseos.
La irrupción de la conciencia del uno mismo, así como la vanidad de creerse independiente de la existencia del Otro, me hacen ser el dueño de un mundo imaginario, residente vitalicio, tenaz y sincero de las, inevitablemente fantasiosas almenas de mi enclaustrado cerebro. ¡Qué se le va a hacer! La imperfección mueve el Mundo y somos víctimas irremediables de un mundo imperfecto. No obstante, como en el más cruel de los naufragios, el soporte se nos acontece como indispensable. Necesariamente, vital para guardar el rumbo en las tinieblas de nuestro hostil entorno. No sé si ello bien pudiera reducirse a neurososis freudedianas, pero parece bastante claro que la Imaginación es un lazarillo en nuestros ciegos destinos, un transporte a nuestros necesarios sueños y un calmante para nuestra ansiosa esencia.
Obviamente, toda gran fantasía requiere ser un esbozo, mayor o menormente asemejado, a nuestra propia percepción de la Realidad. Se requiere un instrumento comparativo que nos lleve a nuestra propia comprensión. Cómo pudiera explicarse mi interior mundo achaparrado, ondulado como las arenas arrakeñas, coronado por los minaretes de doradas mezquitas, sonidos de almuecines llamando a la plegaria en un Mundo complejo y personal, dotado de placenteros ritmos.
Los contornos que me conducen al clímax son claramente perceptibles. Anguita, Barcelona, Estambul, y si acaso pudiera diferenciarse, Constantinopla. Quizás con ánimos de alcanzar las metas propuestas por Einstein de asemejar fantasía a eventuales logros alcanzables, mañana mismo parto a tierras turcas, no sin antes haber disfrutado de las serranas tierras de Anguita y sus vientos gélidos pero encariñados, bañados en tajuñesca agua e impregnados en enebro y carrasca, tomillo y algo de melancólica tierra amada.
No podemos estar en varios sitios a la vez por los dictámenes de la física, pero ¿acaso alguien pudiera evitar que disfrutemos de un Mundo creado en nosotros con fragmentos de nuestra Realidad?
El tiempo corre y los depara mana en forma de alcanzados sueños e inevitables desilusiones. Los minaretes de la azul Mezquita rivalizan con los de Santa Sofía en intentar decirme a quien de ellas dos, en el futuro, más querría. Tal vez pudiera compartirse tal honor, con el resto de la futura experiencia, así como comparto el gusto, de poder contradecir la Terminal finalidad de mi anterior despedida, para acariciar este blog, y desear que en la Realidad se impongan las queridas hordas, engalanadas de la más personal y maravillosa, Fantasía.
La irrupción de la conciencia del uno mismo, así como la vanidad de creerse independiente de la existencia del Otro, me hacen ser el dueño de un mundo imaginario, residente vitalicio, tenaz y sincero de las, inevitablemente fantasiosas almenas de mi enclaustrado cerebro. ¡Qué se le va a hacer! La imperfección mueve el Mundo y somos víctimas irremediables de un mundo imperfecto. No obstante, como en el más cruel de los naufragios, el soporte se nos acontece como indispensable. Necesariamente, vital para guardar el rumbo en las tinieblas de nuestro hostil entorno. No sé si ello bien pudiera reducirse a neurososis freudedianas, pero parece bastante claro que la Imaginación es un lazarillo en nuestros ciegos destinos, un transporte a nuestros necesarios sueños y un calmante para nuestra ansiosa esencia.
Obviamente, toda gran fantasía requiere ser un esbozo, mayor o menormente asemejado, a nuestra propia percepción de la Realidad. Se requiere un instrumento comparativo que nos lleve a nuestra propia comprensión. Cómo pudiera explicarse mi interior mundo achaparrado, ondulado como las arenas arrakeñas, coronado por los minaretes de doradas mezquitas, sonidos de almuecines llamando a la plegaria en un Mundo complejo y personal, dotado de placenteros ritmos.
Los contornos que me conducen al clímax son claramente perceptibles. Anguita, Barcelona, Estambul, y si acaso pudiera diferenciarse, Constantinopla. Quizás con ánimos de alcanzar las metas propuestas por Einstein de asemejar fantasía a eventuales logros alcanzables, mañana mismo parto a tierras turcas, no sin antes haber disfrutado de las serranas tierras de Anguita y sus vientos gélidos pero encariñados, bañados en tajuñesca agua e impregnados en enebro y carrasca, tomillo y algo de melancólica tierra amada.
No podemos estar en varios sitios a la vez por los dictámenes de la física, pero ¿acaso alguien pudiera evitar que disfrutemos de un Mundo creado en nosotros con fragmentos de nuestra Realidad?
El tiempo corre y los depara mana en forma de alcanzados sueños e inevitables desilusiones. Los minaretes de la azul Mezquita rivalizan con los de Santa Sofía en intentar decirme a quien de ellas dos, en el futuro, más querría. Tal vez pudiera compartirse tal honor, con el resto de la futura experiencia, así como comparto el gusto, de poder contradecir la Terminal finalidad de mi anterior despedida, para acariciar este blog, y desear que en la Realidad se impongan las queridas hordas, engalanadas de la más personal y maravillosa, Fantasía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario