El tiempo se dice que condena toda imprecisión, incorrección o infamia. Ya lo dijera Séneca que el transcurso de los años coloca a todo príncipe dentro de su categoría. Poco equivocado estaba el sabio bético, mas valga recordar que lo mismo se acepta respecto a los acontecimientos históricos, eventuales hazañas o meros fenómenos casuales. El tiempo es juez limando cualquier atisbo de subjetivismo. Sin embargo, ello parece no ser operativo de vérselas con el interés del dominante o la manipulación en la emanación de las fuentes. Un ejemplo claro de ello es el presunto descubrimiento de América por Cristóbal Colón. ¿Cómo alguien en su sano juicio pudiera defender la novedad de tal descubrimiento estando acreditada la existencia de poblaciones indígenas en tales tierras? ¿Cómo alguien pudiera defender que fuera el primero de los europeos en conseguirlo si fueron anteriormente los vikingos? La respuesta es obvia, fue el primer, presuntamente, navegante que llegó a las Americas con mandato de Estado Hegemónico, la España de los Reyes Católicos. El Poder seduce, impregna y ante todo domina. Nuestra recreación de la Historia se ve profundamente condicionada por sus caprichos y designios. Aquello que recibimos es un saber tan acumulado como condicionado y subjetivado; pese a ello, el esplendor de la Era de la Información nos repara caminos alternativo. Después de una, nada breve, introducción intentemos responder a una pregunta de imposible solución pero que nos sirve de ejemplo manifiesto de los escrito y de excusa por la que razonar un rato. ¿Cuál es el país más rico en historia de la faz de la Tierra?
Seguro que hubiera quien dijera que los EEUU en tanto que leviatán hegemónico de nuestros días. Otros más “fashion” dirían China o la India, mientras que el resto del común de los mortales seguro que se decantaría por España, Italia o Turquía. Aquello que, con toda seguridad, no acaecería es que alguno de los eventualmente encuestados respondiera con Mongolia. Haciendo caso de esa gran idea que es la metahistoria, es decir, considerar no sólo los tiempos humanos sino también aquellos que nos precedieron, poca duda cabe de que Mongolia es testigo de buena parte de los acontecimientos que han sacudido nuestro Mundo.
Comenzando por el Mesozoico, Mongolia está reconocida como una de las zonas con mayores, y mejores, testimonios paleontológicos, especialmente referentes a los dinosaurios. De los Acantilados de Fuego recorridos por el aventurero Roy Andrews Chapman (personaje que sirvió de inspiración para la concepción de Indiana Jones) surgirían algunos de los dinosaurios más conocidos por todo lo largo y ancho del orbe: velociraptor, protoceratops, tarbosaurus, oviraptor, deinocherius… Parece ser que las arenas del desierto del Gobi fueron testigos de los andares de tales seres dignos de la más grata y fabulosa fantasía. Los dos primeros, velociraptor y protoceratops, son especialmente conocidos por haber sido hallado un fósil en el que un ejemplar de cada uno de ellos murió en plena lucha por conservar su vida. Más allá de ello, velociraptor sería mayormente popular con la realización del filme Jurassic Park, en el que surgirían seres más próximos a dragones que a testigos de la pretérita realidad cretácica (que no jurásica). Ya en tiempos humanos, Mongolia sería conocida por personajes como Marco Polo o la Ruta de la Seda, pero mayormente reconocido será su prestigio de recordar la figura de Genghis Khan, el gran emperador de los mongoles.
Temujin, más conocido como Genghis Khan, sería el primero de los grandes monarcas mongoles. A él le seguirían nombres como Batú Khan, Kublai Khan o Tamerlán. (Valga recordar que a ellos hay historiadores que les suman los hunos como pueblo de origen mongol). Conocidos por su fiereza y inmisericordia, no deja de ser curioso que se les considere como asesinos cuando meramente hicieron aquello que igualmente perfeccionarían personajes del prestigio de Napoleón, Julio César o Felipe II. El chovinismo impera nuestros corazones viendo a aquello deficientemente desconocido como más rico, no sólo en misterio, sino también en maldad y desconcierto.
Aunque pueda parecer tabú afirmarlo en nuestros días, el gran Khan aportó grandes beneficios a la sociedad de su época en base a la concepción de los cimientos de un Imperio que unificaría buena parte del continente euroasiático: facilitando tanto el comercio como los intercambios culturales. La paz que imperaría en sus dominios trajo prosperidad para reinados posteriores, valga constatar la magnificencia que aún emite la capital tamerlana de Samarcanda.
Mongolia fue tierra de reyes y velociraptores. Seres famosos en nuestro actual imaginario y que parecen tener que disculparse por ser más loables e interesantes que los existentes en otros países. Será que Mongolia poco pinte. Más que otra cosa. Nuestros sentidos reciben multitud de filmes y de novelas referentes a episodios de interés algo escaso y bañados de un imaginario, tétrico, así como dotado de un desagradable sabor a rancio. El mundo anglosajón domina los medios, su Historia la humana y sus saurios los mejores. Qué se le va a hacer. Así lo hicieron romanos y españoles con anterioridad, valga decir que cuando existe un Imperio hay más probabilidad de que surjan personajes célebres, pero aún más cierto es que existe el peligro de que todo personaje estándar pueda ser recordado como célebre por la gloria del Imperio.
Seguro que hubiera quien dijera que los EEUU en tanto que leviatán hegemónico de nuestros días. Otros más “fashion” dirían China o la India, mientras que el resto del común de los mortales seguro que se decantaría por España, Italia o Turquía. Aquello que, con toda seguridad, no acaecería es que alguno de los eventualmente encuestados respondiera con Mongolia. Haciendo caso de esa gran idea que es la metahistoria, es decir, considerar no sólo los tiempos humanos sino también aquellos que nos precedieron, poca duda cabe de que Mongolia es testigo de buena parte de los acontecimientos que han sacudido nuestro Mundo.
Comenzando por el Mesozoico, Mongolia está reconocida como una de las zonas con mayores, y mejores, testimonios paleontológicos, especialmente referentes a los dinosaurios. De los Acantilados de Fuego recorridos por el aventurero Roy Andrews Chapman (personaje que sirvió de inspiración para la concepción de Indiana Jones) surgirían algunos de los dinosaurios más conocidos por todo lo largo y ancho del orbe: velociraptor, protoceratops, tarbosaurus, oviraptor, deinocherius… Parece ser que las arenas del desierto del Gobi fueron testigos de los andares de tales seres dignos de la más grata y fabulosa fantasía. Los dos primeros, velociraptor y protoceratops, son especialmente conocidos por haber sido hallado un fósil en el que un ejemplar de cada uno de ellos murió en plena lucha por conservar su vida. Más allá de ello, velociraptor sería mayormente popular con la realización del filme Jurassic Park, en el que surgirían seres más próximos a dragones que a testigos de la pretérita realidad cretácica (que no jurásica). Ya en tiempos humanos, Mongolia sería conocida por personajes como Marco Polo o la Ruta de la Seda, pero mayormente reconocido será su prestigio de recordar la figura de Genghis Khan, el gran emperador de los mongoles.
Temujin, más conocido como Genghis Khan, sería el primero de los grandes monarcas mongoles. A él le seguirían nombres como Batú Khan, Kublai Khan o Tamerlán. (Valga recordar que a ellos hay historiadores que les suman los hunos como pueblo de origen mongol). Conocidos por su fiereza y inmisericordia, no deja de ser curioso que se les considere como asesinos cuando meramente hicieron aquello que igualmente perfeccionarían personajes del prestigio de Napoleón, Julio César o Felipe II. El chovinismo impera nuestros corazones viendo a aquello deficientemente desconocido como más rico, no sólo en misterio, sino también en maldad y desconcierto.
Aunque pueda parecer tabú afirmarlo en nuestros días, el gran Khan aportó grandes beneficios a la sociedad de su época en base a la concepción de los cimientos de un Imperio que unificaría buena parte del continente euroasiático: facilitando tanto el comercio como los intercambios culturales. La paz que imperaría en sus dominios trajo prosperidad para reinados posteriores, valga constatar la magnificencia que aún emite la capital tamerlana de Samarcanda.
Mongolia fue tierra de reyes y velociraptores. Seres famosos en nuestro actual imaginario y que parecen tener que disculparse por ser más loables e interesantes que los existentes en otros países. Será que Mongolia poco pinte. Más que otra cosa. Nuestros sentidos reciben multitud de filmes y de novelas referentes a episodios de interés algo escaso y bañados de un imaginario, tétrico, así como dotado de un desagradable sabor a rancio. El mundo anglosajón domina los medios, su Historia la humana y sus saurios los mejores. Qué se le va a hacer. Así lo hicieron romanos y españoles con anterioridad, valga decir que cuando existe un Imperio hay más probabilidad de que surjan personajes célebres, pero aún más cierto es que existe el peligro de que todo personaje estándar pueda ser recordado como célebre por la gloria del Imperio.
Imagen de velociraptory protoceratops: cortesía de
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