jueves, 22 de noviembre de 2007

El pastel de hielo y la trama del Cambio Climático

El nacimiento del Derecho Internacional bien pudiera situarse, por marcar un punto histórico, en el siglo XV-XVI y los grandes descubrimientos por parte de las potencias europeas. Fue en esta época cuando escribirieron sus obras magnas Francisco de Vitoria y Hugo Grocio (sin olvidar tampoco a Francisco Suárez). Haciendo uso, una vez más, del Derecho Romano, se recogió por estos autores el concepto de terra nullius, literalmente, tierra de nadie; y es que las Américas serán asimiladas al concepto, en tanto que habitadas por gentes (indios) pertenecientes a una civilización inferior.
 
Francisco de Vitoria afirmó que: “como cada Estado es una parte de todo el orbe, y con mayor motivo, como cada provincia es una parte de la comunidad de naciones cristianas, una guerra es injusta por la sola razón de que, a pesar de la utilidad para dicha provincia, cause daño al orbe y a la Cristiandad” (De Potestate civile, 13). La guerra justa afectará a los países cristianos, estando justificada la evangelización del nuevo continente, sin tener derecho los nativos a oponerse, por motivos tales como la prohibición del sacrificio humano. La consecuencia directa de estas tesis será que el “nuevo” territorio será para quien lo descubra y tome posesión de él. Derecho de conquista que no será excesivamente diferente del que, parece regir para algunos, en temas tan espinosos como la “conquista espacial” o la aventura de la Antártida.
 
La propiedad del continente antártico se halla en suspenso, y no en estado definidamente definitivo. Los países limítrofes proponen una distribución en base a “cuadrantes” (Pinochet de la Barra), de forma parecida a lo acaecido con el Ártico, sólo que, en este caso, las partes no son Rusia y los EEUU (entre otros) sino Chile, Argentina o Nueza Zelanda... No veo el porqué los países limítrofes iban a tener algún derecho preferente sobre estos territorios. No tiene sentido ni razón de ser, ni en el Ártico ni en el Antártico. Por otra parte, una suerte de justa, rifa o disputa violenta no sólo no es conveniente sino que tampoco es deseable, no alcanzo a ver porqué fuera a tener un derecho mayor, en algo de todos, Francia que Burkina-Faso. La verdad es que el 1 de diciembre de 1959 se firmó el conocido como Tratado Atlántico, presunto monumento a la cooperación internacional efectiva entre países soberanos. El art. 1 del texto afirma que: “La Antártida se utilizará exclusivamente para fines pacíficos. Se prohíbe, entre otras, toda medida de carácter militar, tal como el establecimiento de bases y fortificaciones militares, la realización de maniobras militares, así como los ensayos de toda clase de armas”. Una vez más, las maniobras del poder soberano trascienden nuestra comprensión, y si bien se prohíben las acciones nucleares en el articulado del texto, no es ningún secreto que tanto EEUU como la extinta URSS han realizado maniobras militares, quién sabe si dando significado al concepto de “guerra fría”.
 
Como primer gran negocio emergente está el comercio con icebergs. Arabia Saudí ya intentó allá por los años 70 trasladar una de estas formaciones a su país en tanto que gigantesca reserva de agua mineral fresca. Australia, país especialmente aquejado por la desertización, ya ha pensado en ello y no son pocos los países y corporaciones que parecen frotarse la mano de pensar en el cambio climático y el exageradamente rentable negocio futuro del agua y sus fuentes. Más allá del sacro elemento, el caso es que se tienen evidencias de que dentro del continente austral se conservan importantes reservas de petróleo, gas, oro y uranio. El pastel se halla aún en el congelador, falta ver quienes serán los comensales y quién el organizador de la fiesta que reparta la ración, para regocijo de los invitados.
 
De la existencia de hidrocarburos, valga la aproximación, se tienen evidencias aunque sea como consecuencia de una aproximación en torno a las fuentes-causas que los generan. La Antártida (véase mi artículo: “El misterio de las zarigüeyas”) ha sido un continente fértil, otrora, poblado por coníferas e, incluso, por dinosaurios. La existencia de materia orgánica en tiempos pasados, bien puede hacernos creer que el carbón y el petróleo no son extraños en el país del pingüino. Quién sabe si la conspiración de la elite dirigente no sea la de desahuciar a estas aves para poder, una vez recalentado el planeta, obtener combustibles fósiles, buenos, bonitos y baratos...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

esto es asunto complejo, creo que es un pastel todo, incluido el cambio climático, yo soy de la cuerda de los que piensan que el cambio climático no es tan grave como se pinta, y mucho menos tan generado por el hombre como nos quieren hacer creer, solo voy a decir que en el historia de la tierra ha habido millones de cambios climáticos, es una tendencia normal y natural de la tierra, y sí, muchos muy rápidos, tanto o más que el que estamos 'sufriendo ahora' lo que pasa es que a unos parece que no les conviene, y a otros les conviene sacar perras de todo esto y decir que estamos cerca del desastra total, bueno habrá que verlo, así a bote pronto la industria de la basura se frota las manos cada vez que tiene que recoger nuestros residuos y se dan cuenta que hemos hecho por ellos la mitad de su trabajo, con lo cual con esto tienen más beneficios.

besis

elvenbyte dijo...

Es curioso, la de cosas a las que vamos a achacar el cambio climático, y todo lo que lo provoca, qué poco caso le hacemos (descuidando temas como kiotos o otros varios).

Anónimo dijo...

Miedo da pensar cómo acabará la cosa. Ciertamente deberían dejarla como una especie de "parque natural", pero como muy bien dices tú, es un pastel demasiado apetitoso para no querer meter la cuchara en él.

Petons