miércoles, 28 de noviembre de 2007

Sobre la narración de la historia

Hace tiempo no supe distinguir bien, en un trabajo de Castellano, la novela histórica de los libros de historia, o al menos eso creía. La Historia vence a cualquier fantasía imaginable. Pensemos en la España de la Reconquista; en los juglares que iban de una villa a otra narrando las hazañas de personajes reales. Seguramente a muchos nos venga a la cabeza el nombre de Rodrigo Díaz de Vivar “El Cid”, otros piensen en Roland, e incluso habrá quien se acuerde de Alejandro Magno (Iskander), Ulises o Aquiles. Las gentes de esos lugares, por lo general analfabetas, creen ver en estas narraciones un reflejo de los hechos acaecidos. Las clases de historia, y muchas veces la propia escuela, son pintadas en verso por hombrecillos mucho más semejantes a artistas circenses que a catedráticos de quién sabe qué universidades.

En aquel momento nadie se atreve a hablar de novela histórica, y mucho menos de cantar de gesta. Las pautas que caracterizan a éstos últimos se siguen, obviamente, pero más como lex artis del oficio con la que seducir al público, y por correlación, a la clientela. Quizás el primer juglar del Cantar de Mío Cid no se diera cuenta nunca, pero su labor mucho tendría que ver con los libros de historia que posteriormente impregnarían de, presunta, rigurosidad las bibliotecas. No piensa en realidad o en fantasía, confundiendo ambos mundos, cosa por la cual, bien lo dijo Ende, los hechos narrados se transmutarían en fantástica y mística mentira... La falsedad y mimetismo generalizada en nuestra época no nos deja ver, en múltiples ocasiones, lo poco visible de nuestro paso por el tiempo.

La narrativa histórica es por definición fantástica, la narración de la historia, irremediablemente, también. Recuerdo haber visto una impactante película de ciencia ficción, por lo demás bastante floja, titulada “El sonido del trueno”. El argumento no deja de ser una discusión científica de relevancia, una plasmación sensacionalista de problemas que atañen desde la física cuántica a la más pura de las biologías. Quizás algo tenga que ver que la trama se extrajera del genial Ray Bradbury, quién sabe. En el film en cuestión se narra la creación de una empresa ofrece viajes al pasado con la posibilidad de poder cazar dinosaurios en su hábitat del mesozoico. El negocio rápidamente nos seduce en cuanto a nuestra pasión fantástica, al igual que a los eventuales clientes de la película. Sólo existen tres grandes principios que no pueden ser desobedecidos: no olvidarse nada en el pasado, no traerse nada de allí y, sobretodo, no cambiar nada en el pasado. Con el quebranto de una de las normas la evolución cambia su curso. Una mera pisada “fuera de tiesto” o acabar con un pequeño insecto de la jungla jurásica tienen como efecto grandes cambios en todo el proceso evolutivo posterior.

Es difícil hacerse a la idea de la contingencia, pero, desde cierto punto de vista, e ignorando la generación posterior de insectos gigantes y mandriles asesinos, parece bastante claro que el viaja al pasado o al futuro, a la vez que su narración (sea en novela histórica o de ciencia ficción según el caso) son imposibles en cuanto a su total verosimilitud, y es que las fronteras al conocimiento humano, una vez más, se aparecen como muros infranqueables por nadie de nosotros, ni ahora ni en el más remoto de los futuros. Todo se debe a las fuerzas físicas que mueven nuestro Universo. La teoría del Caos y la entropía bien pudieran justificarlo, todo se mueve-cambia a ritmos, por lo general, aleatorias e impredecibles; ¿a alguien le viene a la cabeza la paradoja de Gödel en estos momentos?

Llegado este punto bien pudiera hacerse un intento de conclusión. La novela histórica no es más que ciencia ficción pura, muchas veces mal narrada. Historia y literatura participan de los mismos dones y problemas, lejos de ser partes equidistantes de un sapiencial centro de nuestro cerebro. Todo es parte de nuestro intelecto, narración, necesariamente fantástica, que no puede ser realidad más que al haber sido, propiamente, experimentada. La abstracción, que nos define como especie, es el don que nos hace ser capaces de pensar en operaciones matemáticas, preparar unas oposiciones o recrear aquello que nos narran; crear una historia con la mayor concentración de hechos ciertos, o al menos generalmente aceptados, es lo que hace que nuestra mente puede imaginarse el mundo que nos están explicando, pudiendo convertirse la narración de la historia en algo más parecido al Quijote que a una mera comprobación científico-matemática.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno,sinceramente, no me he leido jamás una novela histórica que no correspondiese a la prehistoria, y solo es de estas de las que puedo hablar.

En novelas prehistoricas no he encontrado tanto fallo y tanta manipulación de los hechos, en parte porque no tiene influencia política. Lo que sí he encontrado es errores de interpretación que por la fecha de la escritura de la novela se tomaban como ciertas o como posibles, y en el tiempo donde las lei yo son ya una tesis negada con datos.

como recomendación, y barriendo para casa, te recomiendo 'Del Turcana al Caucaso' ecrito por Jordi Agustí y David Lordkipanidze, el primero de ellos una de las personas que más saben de micromamiferos del cuaternario del mundo y mejor persona que científico, y del segundo no he hablado nunca con él, pero de coincidencias en charlas sé que es un elegante y riguroso investigador.

también te recomiendo cualquiera de los libros de Juan Luis Arsuaga, otro también ante el que me quito el sombrero (y al que he quitado el pescado, jujuju, anecdota tonta de excavación).

besis

josef dijo...

Hummm... A terriorista del amor: ¿Cómo es eso de que le has quitado el pescado a Juan Luis Arsuaga? jejeje. Se lo contaré a Ana Gracia, que es o ha sido colaboradora de Juan Luis y excompañera mía de clase.
Siendo serios, me encanta la novela histórica y opino que sí, realmente muchas novelas históricas se pasan de forma y estilo a la pura ficción, pero qué se puede hacer, si por muy riguroso que uno trate de ser a menudo hay tan pocos datos de tal o cual personaje que o reinventas o muere tu novela. Lo digo basándome en mi propia experiencia de la novela que he escrito sobre la reina Nefertari, perteneciente a la dinastía XIX del Imperio Nuevo egipcio. Está sin publicar y no sé si verá la luz del día. Por cierto, sí, me pase´de "Moderato" en el último post de mi blog, pero es que a veces la situación actual me enardece. Lo malo es que uno solo poco puede hacer... Un placer visitarte. Un saludo!

gorrión dijo...

....hola amigo! , llegué con la intención de agradecer tu paso por el bosque del árbol que habla y me encuentro con esta maravilla de "bló" que me llevará su tiempo llegar a disfrutar tal como se merece por lo que ya he podido ver.Gracias porque tu aparición es el motivo de que te haya descubierto! Un abrazoabrazo desde el bosque profundo de Asturias!

elvenbyte dijo...

Debe ser muy difícil explicarlo mejor. Por supuesto me encanta la narrativa histórica. Sin embargo, prefiero las narraciones de gente como Sir Walter Scott, que en pleno romanticismo histórico nos desvelaba la parte más heróica del medievo desconocido aún en aquella época de finales del XIX.

Buen artículo.

Anónimo dijo...

anecdota de excavación, es totalmente literal, ahora que lo pienso, no se si fué pescao o unos huevos pero la cosa es que el hombre llegó a su mesa, y en su bandeja faltaba comida, jujuju pues me la comí yo, pero joder! yo que sabia, llegó tardísimo, y claro los sitios no son reservados, es decir un dia se sienta ahi y otro en otro lado, bueno pero como es el jefe le trajeron otra, juas, que verguenza, menos mal que yo agil me escondí bajo la mesa y nadie noto nada!

bss

MeRCHe dijo...

La historia sólo existe bajo el prisma del narrador, es totalmente subjetiva. Popper decía que la historia no existe, que lo único que existe es "la historia del poder político" porque la historia siempre está contada por los vencedores. Sea lo que sea está claro que escribir o hablar sobre acontecimientos que han llegado a nosotros a través de otros es desde luego arriesgado, por eso siempre hay que leer todo, pero especialmente la historia entre líneas.
Besitos