Leonardo da Vinci no comía nada que tuviera sangre. Decía Andrea Corsali en un carta escrita a Giuliano de Medici que “Alcuni gentili chiamati Guzzarati non si cibano dicosa alcuna che tenga sangue, ne fra essi loro consentono che si noccia adalcuna cosa animata, come it nostro Leonardo da Vinci”. Definitivamente, Leonardo era vegetariano. Más allá de su amor por los animales (se dice que compraba aves en los puestos ambulantes para después dejarlas en libertad con sus propias manos), da Vinci decía no disfrutar de opíparas comidas pues le restaban energías para el estudio y el esfuerzo: permítanme reconocer a ésta como una de las grandes reflexiones del genio.
La medicina greco-romana hablaba mucho de “humores”. Hipócrates distinguía cuatro: sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra, siendo toda enfermedad una descompensación de una de las cuatro sustancias, que bien acababa en muerte del enfermo o eliminación del excedente de la sustancia de turno (véanse “los mocos” o las diferentes sangrías que se practicaran entonces). Lo que parece meridianamente claro, y constatado por todo ser humano, es que al saciarse el apetito (sea éste alimentario o sexual) el cuerpo se halla cansado, vencido por las circunstancias, falto de descanso. Los “humores” se nutren del mismo lugar: el calor, factor físico último que nos predispone al liderazgo sobre el resto de la fauna de este planeta.
Ya no somos siervos del Sol. Nuestro metabolismo mamífero (que compartimos con las aves, y con casi total seguridad, con los dinosaurios) nos permite ser autónomos respecto al astro: poder tener actividad nocturna e invernal, ¡sin perjuicio de tener que estar todo el día nutriéndonos! Una víbora, un cocodrilo, una salamanquesa o una salamandra dependen de la irradiación solar que reciban. Sus vidas no requieren de una continua alimentación: de hecho, se sabe que los grandes cocodrilos, boas y pitones son capaces de aguantar largas periodos sin alimentarse. El oso, en tanto que animal mamífero, es una excepción dentro del resto de los animales. La gran cantidad de energía que precisa su metabolismo le ha llevado a elegir el camino de la hibernación (al igual que la marmota, e incluso, de forma similar a la práctica común de la mayoría de animales de sangre fría). Toda gran ave o mamífero necesita una gran cantidad de nutrientes con los que poder mantener en funcionamiento su cuerpo. La “hiperactividad evolutiva” del asunto nos brinda la posibilidad de poder sobrevivir durante la fría noche, haciendo posible nuestro nutrido sistema nervioso (tal y como nuestros más remotos antepasados lo experimentaron al vivir de forma predominantemente nocturna, a salvo de los depredadores). Se quiera o no el hombre tiene instintos. Tales sensaciones no dejan de ser disfraces bajo los cuales se ocultan necesidad que tenemos como animal, como mecanismo libre de factores como la irradiación solar o la escarcha de medianoche.
Decía Hipócrates que los humores dependían de factores externos; concretamente, de los cuatro elementos básicos (agua, aire, fuego y tierra), caracterizados cada uno por una cualidad específica (humedad, sequedad, calor, frío). Entre los cuatro (cada uno respecto a su opuesto) debía conservarse un equilibrio que, no sólo mantuviera la armonía en el Cosmos sino también en el propio cuerpo. El exceso de calor (después de haber comido, de una experiencia sexual o de estar dentro de una cama, bien abrigado, durante una dura noche de invierno) nos hace ser vulnerables a las tentaciones de la reposición, del querer enfriar un tanto el bienestar de estar a la temperatura ideal de nuestro cuerpo: bien calentitos. Da Vinci lo sabía. Comer carne le hacía estar menos predispuesto para el trabajo sapiencial, las verduras siempre han sido mejores aliadas que el tocino para los estudios...
En conclusión, el hambre bien pudiera ser caracterizada como la necesidad de nuestro organismo de obtener alimentos (fuentes de energía). Los mamíferos somos homeotermos, o de “sangre caliente”, razón por la cual somos un tanto independientes de los factores ambientales de nuestro entorno. Sin embargo, la contrapartida es un hambre infinito, la necesidad de poner continuamente leña en el horno con el sino de mantener nuestro cuerpo siempre a la temperatura ideal: 36-37 grados. Quizás la libido, nuestro deseo sexual, sea también ganas de encontrar una fuente de calor carnal, a la vez que orden dictada por la evolución, de mantener con vida a nuestra especie.
La conclusión final sería que el “sacrificio” para el esfuerzo, sea en el trabajo o en el estudio, bien tenga alguna relación con mantener controlados estos parámetros, engañar al organismo haciéndole buscar la solución en nuestras necesidades económicas: después de todo, más que con la caza y recolección, los nutrientes vienen hoy trabajando o estudiando, ¿cierto?
Ilustraciones: estudio de anatomía humana de Leonardo da Vinci. En segundo lugar, recreación del ave: Messelastur gratulator, del Eoceno de Messel (Alemania), cortesía de Dinosauromorpha.
La medicina greco-romana hablaba mucho de “humores”. Hipócrates distinguía cuatro: sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra, siendo toda enfermedad una descompensación de una de las cuatro sustancias, que bien acababa en muerte del enfermo o eliminación del excedente de la sustancia de turno (véanse “los mocos” o las diferentes sangrías que se practicaran entonces). Lo que parece meridianamente claro, y constatado por todo ser humano, es que al saciarse el apetito (sea éste alimentario o sexual) el cuerpo se halla cansado, vencido por las circunstancias, falto de descanso. Los “humores” se nutren del mismo lugar: el calor, factor físico último que nos predispone al liderazgo sobre el resto de la fauna de este planeta.
Ya no somos siervos del Sol. Nuestro metabolismo mamífero (que compartimos con las aves, y con casi total seguridad, con los dinosaurios) nos permite ser autónomos respecto al astro: poder tener actividad nocturna e invernal, ¡sin perjuicio de tener que estar todo el día nutriéndonos! Una víbora, un cocodrilo, una salamanquesa o una salamandra dependen de la irradiación solar que reciban. Sus vidas no requieren de una continua alimentación: de hecho, se sabe que los grandes cocodrilos, boas y pitones son capaces de aguantar largas periodos sin alimentarse. El oso, en tanto que animal mamífero, es una excepción dentro del resto de los animales. La gran cantidad de energía que precisa su metabolismo le ha llevado a elegir el camino de la hibernación (al igual que la marmota, e incluso, de forma similar a la práctica común de la mayoría de animales de sangre fría). Toda gran ave o mamífero necesita una gran cantidad de nutrientes con los que poder mantener en funcionamiento su cuerpo. La “hiperactividad evolutiva” del asunto nos brinda la posibilidad de poder sobrevivir durante la fría noche, haciendo posible nuestro nutrido sistema nervioso (tal y como nuestros más remotos antepasados lo experimentaron al vivir de forma predominantemente nocturna, a salvo de los depredadores). Se quiera o no el hombre tiene instintos. Tales sensaciones no dejan de ser disfraces bajo los cuales se ocultan necesidad que tenemos como animal, como mecanismo libre de factores como la irradiación solar o la escarcha de medianoche.
Decía Hipócrates que los humores dependían de factores externos; concretamente, de los cuatro elementos básicos (agua, aire, fuego y tierra), caracterizados cada uno por una cualidad específica (humedad, sequedad, calor, frío). Entre los cuatro (cada uno respecto a su opuesto) debía conservarse un equilibrio que, no sólo mantuviera la armonía en el Cosmos sino también en el propio cuerpo. El exceso de calor (después de haber comido, de una experiencia sexual o de estar dentro de una cama, bien abrigado, durante una dura noche de invierno) nos hace ser vulnerables a las tentaciones de la reposición, del querer enfriar un tanto el bienestar de estar a la temperatura ideal de nuestro cuerpo: bien calentitos. Da Vinci lo sabía. Comer carne le hacía estar menos predispuesto para el trabajo sapiencial, las verduras siempre han sido mejores aliadas que el tocino para los estudios...
En conclusión, el hambre bien pudiera ser caracterizada como la necesidad de nuestro organismo de obtener alimentos (fuentes de energía). Los mamíferos somos homeotermos, o de “sangre caliente”, razón por la cual somos un tanto independientes de los factores ambientales de nuestro entorno. Sin embargo, la contrapartida es un hambre infinito, la necesidad de poner continuamente leña en el horno con el sino de mantener nuestro cuerpo siempre a la temperatura ideal: 36-37 grados. Quizás la libido, nuestro deseo sexual, sea también ganas de encontrar una fuente de calor carnal, a la vez que orden dictada por la evolución, de mantener con vida a nuestra especie.
La conclusión final sería que el “sacrificio” para el esfuerzo, sea en el trabajo o en el estudio, bien tenga alguna relación con mantener controlados estos parámetros, engañar al organismo haciéndole buscar la solución en nuestras necesidades económicas: después de todo, más que con la caza y recolección, los nutrientes vienen hoy trabajando o estudiando, ¿cierto?
Ilustraciones: estudio de anatomía humana de Leonardo da Vinci. En segundo lugar, recreación del ave: Messelastur gratulator, del Eoceno de Messel (Alemania), cortesía de Dinosauromorpha.
8 comentarios:
Pues sí Fujur, es cierto.
Cuantas veces me ha sucedido que estando enfadadísima, disgustadísima por algo noto como se me pone "mala sangre", es algo que hasta se me hace físico, y por supuesto no digamos de cuando lloramos "a moco tendido".
Querido Fujur no te he leído mucho estos días porque estas fechas tengo mucho trabajo y además la casa, mis hijos, mi chico, mis papis, mi vida... en fin que no he paseado mucho por la blogosfera, pero no quiero dejar de desearte unas felices fiestas y que sigas siendo un chico tan brillante intelectualmente como lo has sido hasta ahora, desearte que saques tus opos y que la vida te sonría, porque te lo mereces por responsable, trabajador y estudioso que eres.
Miles de besos amigo.
Algunas veces, el sexo también puede dar calor espiritual.
Felices fiestas, querido.
¿Homeoterno? Supongo que habra sido un lapsus linguae.
La ley evolutiva en ese aspecto se ve estancada por el momento, quiza por que sin la carne llegaria de alguna forma a estancarse el crecimiento, el alto indice proteinico de la carne en epoca de crecimiento corporal conlleva a que los vegetarianos, en gran parte, de vez en cuando durante la adolescencia se vean mentalizados de que la carne la tienen que probar, o como determinadas religiones, durante el ramadan los niños y adolescentes tienen permitido comer todo el tiempo debido a su crecimiento, durante ese mes puede suponer un estancamiento bestial.
Creo mas que es un factor psicologico que algo real, al igual que el color rojo incita mas a la actividad o que un dormitorio del color rojo impide descansar, ¿Que determinadas sustancias carnicas implican una mayor agresividad?, vale, es factible, pueden influir en el incremento de alguna sustancia corporal que conlleve a elevar en un cantidad determinada ello, pero todo esta en lo que se tiene dentro de la cabeza, psicología pura y dura, en eso se mueve el mundo, unos pocos que saben lo que desea la gente y usan las acciones y palabras adecuadas para hacerlo creer y el resto que se lo cree y piensan que es lo correcto... ¿Quien por la noche a oscuras y durmiendo ve las paredes de rojo o de azul para descansar mejor o peor? Sabes que son rojas o azules, que te han dicho que de un color se duerme mejor y de otro peor, lo recuerdas, sabes de que color es la habitación y descansas mejor o peor, cuando realmente has estado en una habitación a oscuras sin luz de ningún tipo con los ojos cerrados que no veias nada... pero has descansado mal por que los has leido/oido/visto en algún sitio... y como la habitación es roja... viendo todo negro has descansado mal por que la habitación es roja...
El poder de la mente es impresionante, y la facilidad de creer determinadas cosas junto a la tentación de achacar todo a otra cosa/ser vivo es demasiado fuerte... y común.
Buena entrada, pero seguire considerando que pese a un incremento de determinadas sustancias en el organismo no por ende conlleva una agresividad masiva y exagerada, siendo que como omnivoros y tal como hemos evolucionado, es cuestión de supervivencia, ahora que alguien achaque la guerra de Irak a que los soldados se alimentan de carne y que estan alli por armas de destrucción masiva... cuando realmente se sabe por que estan, por el dinero que da mantener una guerra a unos pocos y el petroleo que hay bajo su terreno, cuando se puede lograr extraer carbón de los residuos de una manzana en las destilerias, tarde o temprano se obtendra un combustible mas potente de residuos organicos dejando los pozos de petroleo y motores actuales obsoletos... el tiempo lo dira si no nos extinguimos antes.
Regna Terrae
Pienso que a pesar de los nombres tenian muchisima razon en el concepto de fondo.
Hay que ver que activo eres, Fujur. A la continua búsqueda de algo. Por eso, acabo aterrizando por aquí. Encuentro siempre algo interesante.
Lo que no he entendido muy bien es lo del "sacrificio", salvo que sea porque una comida copiosa, con carne o sin ella, concentra un mayor riego sanguíneo en la digestión y disminuye otras funciones.
Buena reflexión, Artax.
... X
Destinemos "buenos humores" en el año 2008.
¡Feliz Navidad, Fujur!
el hombre siempre busca controlar y sentirse dueño de la situación, es innato.
muchas de las ideas de Hipócrates han dado vueltas y en modos diferentes aún tienen lógica
fácil en el futuro ahbrá nuevos tipos de hambres con las nuevas necesidades que se crearán!
Feliz navidad, es un dia mas pero tenemos licencia para soñar. sé feliz
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