Que el cerebro tiende a la libertad es algo contrastable, empíricamente, durante una dura tarde de estudio. Obviando lo eminente físico, el estudio requiere de disciplina, cual ejército de neuronas para una concreta batalla (con predeterminación de lugar y fecha). Una concentración soberbia no es siempre es sinónimo de éxito; una mente totalmente libre, sí de fracaso. Hoy se me aparece el estudio como una suerte de adiestramiento: cambiando al cerebro por el león, los apuntes por el circo.
En tanto que paradigma dentro de los exámenes, una oposición es un claro ejemplo de proceso selectivo. Un mecanismo, eventualmente justo, que intenta insertar la meritocracia en un mundo que, nominalmente, no acude siempre a la cuna o a la proporción de genes de la aristocracia. De lo que no hay dudas es de que la oposición es entrenamiento, el recitar se convierte en el salto del potro, el descanso en un elemento tan poco manejable como incalculablemente necesario.
Fueron los chinos los inventores del asunto. El sistema de exámenes imperial chino se estableció allá por el siglo VI llegando hasta los inicios del pasado siglo, con el advenimiento de Mao y la revolución china. Los estudios se basaban en las enseñanzas de Confucio, la vida pasada tenía una gran importancia, existiendo el pensamiento, más bien budista, de que la vida anterior, autoridad moral del individuo, era determinante para la consecución de la plaza.
El formalismo tenía una importancia predominante. Los examinadores, así como los candidatos, estaban perfectamente incomunicados. Los exámenes sólo podían ser identificados por el “número de celda”, no llevando ninguno el nombre del candidato (¿precursor de los códigos de barras de nuestros exámenes de Selectividad?), llegando a ser los exámenes transcritos antes de llegar a la fase de corrección, con el objetivo de asegurar que no se reconociera la letra. Pese a las acusaciones de corrupción el sistema funcionaba, manteniendo cierta vitalidad en una burocracia, ante todo, eficientemente exitosa.
La competencia cognitiva era plenamente contraria a la selección bizantina reinante dentro de las cortes europeas. El origen aristocrático no era indispensable, si bien, no nos engañemos, sólo podían estudiar gentes con un mínimo de medios: gentes que no estaban obligadas a tener que acudir a las plantaciones de arroz o a la construcción de edificios e infraestructuras. No hace falta decir que el sistema tendría éxito. Occidente lo adoptaría para puestos administrativos, fedatarios públicos y demás cargos selectivos.
Al camino de las letras siempre le acompañaba la posibilidad de iniciar carrera militar. De hecho, más allá del éxito que tal medida pudiera tener en China, el mismo proceso se seguía en Occidente, llegando los avances, una vez más, antes al campo militar que en el civil, por diferencia de varios siglos. Una ojeada comparativa por nuestra historia nos repara el poder contemplar cómo desde las legiones llegaron emperadores al cargo (Septimio Severo), también desde la guardia de palacio (véase Justino, tío y predecesor del gran Justiniano).
Quién sabe si en los próximos tiempos el proceso selectivo se reducirá a examinar el microchip que contenga nuestro historial genético. Analizar nuestras propias predisposiciones y capacidades innatas, no dando juego al aprendizaje social y afán de superación. Quién sabe. Quizás sea el momento de reflexionar sobre el peligro de ciertos avances. Sobre cómo el esfuerzo siempre ha gozado de denominación de origen. ¿Selección natural dentro de nuestra sociedad? ¿Es este el mejor proceso, y más justo, dentro de los selectivos?
En tanto que paradigma dentro de los exámenes, una oposición es un claro ejemplo de proceso selectivo. Un mecanismo, eventualmente justo, que intenta insertar la meritocracia en un mundo que, nominalmente, no acude siempre a la cuna o a la proporción de genes de la aristocracia. De lo que no hay dudas es de que la oposición es entrenamiento, el recitar se convierte en el salto del potro, el descanso en un elemento tan poco manejable como incalculablemente necesario.
Fueron los chinos los inventores del asunto. El sistema de exámenes imperial chino se estableció allá por el siglo VI llegando hasta los inicios del pasado siglo, con el advenimiento de Mao y la revolución china. Los estudios se basaban en las enseñanzas de Confucio, la vida pasada tenía una gran importancia, existiendo el pensamiento, más bien budista, de que la vida anterior, autoridad moral del individuo, era determinante para la consecución de la plaza.
El formalismo tenía una importancia predominante. Los examinadores, así como los candidatos, estaban perfectamente incomunicados. Los exámenes sólo podían ser identificados por el “número de celda”, no llevando ninguno el nombre del candidato (¿precursor de los códigos de barras de nuestros exámenes de Selectividad?), llegando a ser los exámenes transcritos antes de llegar a la fase de corrección, con el objetivo de asegurar que no se reconociera la letra. Pese a las acusaciones de corrupción el sistema funcionaba, manteniendo cierta vitalidad en una burocracia, ante todo, eficientemente exitosa.
La competencia cognitiva era plenamente contraria a la selección bizantina reinante dentro de las cortes europeas. El origen aristocrático no era indispensable, si bien, no nos engañemos, sólo podían estudiar gentes con un mínimo de medios: gentes que no estaban obligadas a tener que acudir a las plantaciones de arroz o a la construcción de edificios e infraestructuras. No hace falta decir que el sistema tendría éxito. Occidente lo adoptaría para puestos administrativos, fedatarios públicos y demás cargos selectivos.
Al camino de las letras siempre le acompañaba la posibilidad de iniciar carrera militar. De hecho, más allá del éxito que tal medida pudiera tener en China, el mismo proceso se seguía en Occidente, llegando los avances, una vez más, antes al campo militar que en el civil, por diferencia de varios siglos. Una ojeada comparativa por nuestra historia nos repara el poder contemplar cómo desde las legiones llegaron emperadores al cargo (Septimio Severo), también desde la guardia de palacio (véase Justino, tío y predecesor del gran Justiniano).
Quién sabe si en los próximos tiempos el proceso selectivo se reducirá a examinar el microchip que contenga nuestro historial genético. Analizar nuestras propias predisposiciones y capacidades innatas, no dando juego al aprendizaje social y afán de superación. Quién sabe. Quizás sea el momento de reflexionar sobre el peligro de ciertos avances. Sobre cómo el esfuerzo siempre ha gozado de denominación de origen. ¿Selección natural dentro de nuestra sociedad? ¿Es este el mejor proceso, y más justo, dentro de los selectivos?
En la primera ilustración: Confucio. Sobre la segunda fotografía: Chinese civil service examination halls Examination hall with 7500 cells, Guangdong, 1873.
8 comentarios:
te pongas como te pongas la entropia lo abarca todo, muy buena exposición indirecta de lo que ocurre en la vida de un opositor, y porcierto quiero que sepas que no tengo tiempo para mi blog, pero los minutos dedicados a la bloggosfera de hoy, te los dedico a tí,
bsis y no pierdas el animo
Bueno, mas que microchips, la modificación genetica ya es un hecho en los alimentos, y desde luego algo que se quiere realizar, si no se esta realizando desde hace tiempo en el ejercito.
Puedes tener una genetica cojonuda para la realización de actividades que impliquen la guerra, como para otro tipo de cosas, como puede ser la capacidad de ajustar todo milimetricamente por naturaleza, luego ya choca contra la personalidad, tener una personalidad pacifica y tener los genes del soldado perfecto.
Cabe nombrar la raza Aria, fuera de los limites nazis y demas... conocida por que querian conservar la pureza de los genes, nunca mezclarlos externamente, buenos estrategas, cazadores...
Hay mucha gente que oposita para un cargo, valiendo para el, pero siendo rechazada, de una forma u otra siempre hay filtraciones, al final seran ordenadores los que opositen mediante genetica, aptitudes y demas para acabar escogiendo al mas apto, pero como saber que es el mas apto... ¿si luego resulta ser un perturbado mental? Metes a un asesino sin escrupulos con placa...
Si el mundo nos lo acabaremos cargando nosotros, tiempo al tiempo...
Al paso que vamos menos me extrañaría a mí lo del perfil genético, de hecho ya está en marcha en ámbitos judiciales, pero bueno, por ahí se empieza con la excusa de nuestra seguridad al final todos controlados por el ADN.
besos
Buena tesis, pero sigo diciendo que el trabajo del opositor no es oponerse sistemáticamente, sino exponiendo unos argumentos de peso en los que tenga absoluta convicción. Si no, efectivamente sólo es trabajo.
Si sacara la plaza el más listo no se trataría de una oposición. Como decía mi preparador: "la inteligencia en el opositor se presupone". Lo que hace la diferencia entre unos y otros no es la inteligencia sino la constancia y la fuerza de voluntad, la capacidad de sacrificio y no creo que eso se mida con patrones genéticos o de otra índole;)
PS: Enhorabuena por tu libro, lo estuve ojeando anoche.
No soy nieta de Francisco:)
¿A qué opositas?
Merci por entrar en mi blog:D
Hola!!!
Pues yo oposito a Notarias...
cuando me has comentado lo de que tienes mi libro me has descolocado! a cuál de ellos te refieres? al de Anguita o al "Di que fue un sueño"???
comunícate conmigo por el email de blogger si te es más fácil! besistos! ;-)
Pues ahora mismo te enlazo:) Al fin y al cabo muchas de las cosas que cuento en mi blog se aplican a cualquier opo tipo A e incluso a toda opo en general jejejeje
Me refería a "Di que fue un sueño";)
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