Existen lugares mágicos, dentro de nuestra geografía, que han sido poco o nada estudiados. En la provincia de Guadalajara, cerca de Sigüenza (en el término de Anguita) se alza el imponente macizo del Pico Rata, quién sabe si vigilando uno de las mayores patrimonios de la zona: la Cueva de la Hoz de Santa Maria del Espino (Rata). Adentrándose uno por sus galería, con ojo atento y caprichoso, y orejas dichosas al poder saborear el gorgotear del arroyo que irriga la cueva, se pueden llegar a descubrir relieves de seres ya extintos en el actual ecosistema. Caballos, mamuts en la cercana Cueva de los Casares (Riba de Saelices), e incluso, un reno.
Descartando la presencia de un San Nicolás cavernícola, a más de uno le podrá causar cierta curiosidad pensar en el porqué iba a representarse un animal característico de la tundra siberiana en latitudes tan meridionales, en un lugar sujeto a los rigores del clima mediterráneo, y acaso también al peligro de la desertización. La solución al enigma no se encuentra en Santa María del Espino, debe buscarse por todo lo largo y ancho de la geografía española, y por extensión, europea.
El parque natural de Bialowieza (Polonia) nos da alguna pista. Por sus frondosos bosques pastan mamíferos que alcanzan los tres metro y medio de largo por dos de alto, se trata del bisonte europeo (Bison bonasus), monarca indiscutible dentro de las pinturas de Altamira. Por estas selvas de coníferas campó autraño el célebre uro (Bos primigenius), ancestro de nuestro ganado bovino, extinguiéndose, por su caza, allá por el año 1627. Ambos son animales a los que se les debieran unir otros como el caballo salvaje, el urogallo, el lobo gris, el alce, el oso pardo, el lince boreal, y su pariente, el lince ibérico. La verdad es que el “tigre andaluz” es un caso enigmático de renovación. Frente al retroceso de los hielos de la última glaciación, el felino supo adaptarse, como nadie, al bosque mediterráneo: cazando conejos y demás pobladores del chaparral y los nuevos pinares.
Estos animales, junto con el mamut y el rinoceronte lanudo, por decir dos más, fueron testigos del cambio climático más drástico que ha experimentado nuestro planeta en los últimos tiempos. Los hielos que aun se conservan en glaciares como los de Montblanc o, el del propio Kilimanjaro, no son nada más que restos, un tanto arqueológicos, de tiempos más fríos. Épocas en las que el hombre cazaba grandes mamíferos para sobrevivir, siendo a su vez presa del león y del oso de las cavernas. Los hielos siguen marchando, allá donde en el Mesozoico habitaron dinosaurios, vuelve a quedar como nuevo continente (el Antártico), el norte y centro de Euroasia vuelven a disfrutar de la primavera, pese a que el área del Mediterráneo comience a dejar el “don de Europa” para pasar a participar, una vez más, del continente africano...
El vacío que dejan los glaciares y hielos lo es también respecto al ecosistema. Los seres que se adaptaron ecológicamente a tales contingencias requieren de nuevas ideas evolutivas y mejores herramientas. Algunos, entre los que destaca el hombre, han sabido renovar, con creces, la empresa, otros, como el uro o el oso marroquí del Atlas, no. La acción del hombre es pura competencia, el gorrión, la gaviota y la paloma han sabido aprender del medio, quizás menos que las ratas, la mosca o los perros. El ecosistema cambia con su fauna, sin embargo, hoy en día el potencial destructor del hombre puede alcanzar a conocer de otros cauces.
Los exitosos proyectos de reintroducción del bisonte europeo, del lobo, el oso o el quebrantahuesos han sido un gran descubrimiento. Otros intentos, más fantasiosos y sensacionalistas que ciertos, han intentado redescubrir al uro (a través del cruce de varias especies de ganado bovino) o resucitar al taxón del mamut (japoneses al mando). Gaia es un mercado a lo Wall Street. Los valores y comercio en futuros se pesan en moneda evolutiva, las inversiones y reconversiones en nuevas especies y estrategias. Quién sabe si fuimos nosotros quienes rompimos el “equilibrio económico” o fueron el mamut y el dientes de sables quienes no supieron reconvertir su “empresa”. Quizás nos pueda ilustrar algo este celebrado vídeo (de hace ya unos años), sean ustedes felices y ¡pasen un feliz cambio climático!
Imagen del lince propiedad de:
http://www.lynxexsitu.es/fotos/lincesprogram/images/linces10.jpg
3 comentarios:
Y el "tigre andaluz" ha sobrevivido a siglos de cambio climático para toparse con las llantas de los conductores distraídos, quiero pensar, o lo que es peor, las escopetas de los cazadores indiscriminados. Desde luego, el hombre es la especia más boba de la naturaleza con mucha diferencia, pese a la paradoja.
Leerte es un placer. ¡Un saludo!
en verdad cada vez queda menos de esos seres sobrevivientes!
mis respetos a ellos
Es una pena i una vergonya que ens estem pulint totes aquestas coses.
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