miércoles, 16 de enero de 2008

La mirada del águila

No creo ser el único que al pensar en la palabra “imperio” le vengan a la cabeza ideas como las de conquista, sumisión, guerras o colonias. Dentro de una visión comparativa de la historia, el poder relativo (potencia y esplendor) de cualesquiera de las grandes potencias que se han alzado sobre nuestro planeta se ha medido en base a la amplitud de sus territorios, la diversidad de sus gentes, la multiplicidad de reinos sometidos. Esta concepción no deja de hacer aguas cuando pensamos en EEUU.

Nadie negará la consideración de los EEUU como Imperio de los siglos XX-XXI. Los halcones del villano así nos lo demuestran mediante sus actuaciones en política internacional (¿alguien había reparado en la mención que se hace a las bombas en el propio himno de la nación estadoudinense?). No obstante, de ahí viene la gracia e interés, que al menos en mi persona, produce la ciencia histórica, pues ésta se empeña en mostrarnos cuán equivocados estaríamos si redujéramos el campo semántico “imperial” a aquellos imperios que disfrutaron de vastas conquistas y extensiones.

No es que se pueda afirmar, respecto a los EEUU, que sus 9.631.418 km2 (frente a los 5 900 000 km² del Imperio Romano o los 22.402.200 km2 de la antigua URSS) no sean indicadores de posesión de un basto territorio; sin embargo, a nadie se le escapa que las actuaciones del coloso americano no revisten, aparentemente, “formas de conquista” sino que más bien acontecen actuaciones, en pro de, la justicia-orden-democracia interancional, o en otras palabras, de la propia economía del nido de sus halcones. EEUU es una potencia que gobierno pero no conquista, que influye sin ser propietaria, actuando (poseyendo) aquello de lo que no detenta “facultad dominical” alguna. Tal y como se dijo anteriormente, el modus operandi de EEUU no es plenamente innovador en historia. Pongamos el caso de Bizancio.

Antes del año 476 d.C., nominal caída del Imperio Romano de Occidente, Constantinopla ya había adquirido el cetro imperial, la concentración del poder, no sólo latente sino también empírica, del Imperio Romano. En contra de lo comúnmente afirmado en las enseñanzas elementales de historia, Roma no cayó ante el hérulo Odoacro. La fundación del Papado había trasladado el poder desde el Palatino al Vaticano, ya antes de que cayera la urbe eterna ante los bárbaros. Pese a todo, el gran poder del Sumo Pontífice chocaría en varías ocasiones con la púrpura imperial: monopolizada, aunque luego fuera sólo nominalmente, por el basileo bizantino.

Una consulta al diccionario nos dará un significado del adjetivo “bizantino”. Como buen partícipe del mundo oriental: Bizancio acabaría por caracterizarse, a ojos foráneos, como un gigante enfermo, sujeto a los hedonistas rigores del lujo, la conspiración y el trabajo oscuro. Los agentes-diplomáticos bizantinos pasarían a la historia por ser una muestra, genial, del ceremonial, autoridad y buen hacer de todo miembro de la burocracia internacional que se precie. Los “Consejos de una aristócrata bizantino”, de Cacaumeno, son una buena muestra de ello. Bizancio llegó a sujetar al orbe mediterráneo ahorrando la fuerza de sus catafractas, en no pocas ocasiones. Quizás el caso menos estudiado, pero más notorio, sea la muerte de Atila.

Comúnmente se ha afirmado que “el Azote de Dios” ha sido una de las mayores amenazas que han mirado hacia Occidente. Pese a la labor del general Aecio, el huno fue capaz de saquear buena parte del mundo romano: arrasando Aquilea, amenazando a las mismísimas puertas de Roma y de Constantinopla. Se dice que el Papa León I le convenció, junto con la grave infección palúdica de su ejército, para que abandonara Italia, acontecimiento mitológico donde los halla; no menos mitología ha rodeado a la muerte de Atila. Siempre se ha sostenido, comúnmente, que fue víctima de una copiosa hemorragia durante su noche de bodas con la bella Ildico, cayendo el caudillo ahogado en su propia sangre. Otros, incluidos los propios cronistas de la época, afirman que fue una conspiración o la propia Ildico quien envenenó al monarca. En la actualidad la visión a cambiado: quizás por efecto del haber contemplado las actuaciones de los múltiples y diversos servicios secretos que nos controlan.

El Emperador Romano de Oriente, Marciano, dice Michael A. Babcock, en su obra: “The Night Attila Died: Solving the Murder of Attila the Hun”, fue el responsable de la muerte de la gran amenaza. La diplomacia bizantina funcionó a base de promesas, sobornos y confabulaciones, de tal manera que la acción del emperador sería tan magistralmente camuflada que hasta el día de hoy se sigue hablando de “creencias e impresiones”. La muerte de Atila no sería nada más que uno de los más importantes y notorios “asesinatos” inspirados por el gobernante hegemónico. La actuación más memorable por parte de los primeros “servicios secretos” de la Historia: los romanos-bizantinos.

Definitivamente, la potencia bizantina tenía ciertos paralelismos, salvando los anacronismos y demás comparaciones excesivamente rigurosas, con los EEUU. Ambas comparten una población meridianamente heterogénea, y lo que es más importante, un semejante mecanismo de poder. Caídos de la entidad de Allende o Benazir Bhutto han tenido siempre, sobre sus cabezas, la sombra de una rapaz, no buitre, de cabeza blanca. Quizás algo tuvo que aprender del águila bicéfala su símil calva...

Autor de la imagen del águila: Richard Bartz, imagen sujeta a Creative Commons Attribution ShareAlike 2.5

7 comentarios:

Max dijo...

Para mí, un aáguila no representa un emblema de poder, sino de majestuosidad, de libertad.
Es un animal grandioso.

Saludos

AnaR dijo...

Nunca nos salimos de la historia...

Un abrazo

panterablanca dijo...

¿Nos estás diciendo que Benazir Bhutto murió debido a una conspiración estadounidense? Caramba, de qué cosas se entera una en la blogosfera...
A mí el águila también me parece uno de los animales más majestuosos y bellos de la creación.
Un lametón de pantera.

isobel dijo...

¿qué tendrá el poder que a tantos corrompe?. un besillo

goloviarte dijo...

magnifico blog
te invito a que participes en mi aventura,puntúa a los blog y participa con el tuyo,te dara a conocer un poco mas
gracias
aquiestatublog.blogspot.com
perdona que utilice los comentarios,no vi email

Fabber dijo...

Allende fue víctima de los EEUU. Bhutto en cambio, muy improbablemente, pues ya tenía demasiados enemigos en Pakistán. Si vas a ese país y retas en manifestaciones públicas al fundamentalismo islámico y ellos te ven como un peligro para su lucha por el poder, te espera un destino más que azaroso y muchas bombas en el camino. Otro sospechoso es Musharraf, dictador de Pakistán y rival directo de Bhutto.

Creo en muchos defectos pero también algunas virtudes de los EEUU como potencia hegemónica. Si tenemos suficientes razones de queja con los yanquis, recuerdo que fue peor en la época de la hegemonía británica y no me quiero imaginar como hubiera sido con una URSS dominante tras la guerra fría, o guardo no muy buenos presagios de como puede ser con la gigantesca y potente China, saltando grandes distancias para arrebatarle a los EEUU su posición dominante.

La solución es un mundo multipolar a primera vista, sin un hegemón claro, peeeeeero, siempre que ha habido ausencia de hegemón se han desatado las guerras gordas entre las grandes potencias para ese puesto.

Dilema jodido, apuesto que Justiniano tendría una forma de resolverlo.

Saludos viejo, una alegría poder volver a acceder a tu blog (y a la red).

Dinorider d'Andoandor dijo...

para mi que sus mismos allegados mataron a Atila, no creo que Ildico pero sí sus cercanos en el poder.

el águila es libertad


EEUU no necesita territorio es su poder económico el que le permite tener "colonias" sin necesidad de tener soberania territorial