lunes, 2 de abril de 2007

El misterio de las zarigüeyas

En el bestiario imaginario de buena parte de aquéllos que son de mi generación, seguramente se hallen presentes unos curiosos mamíferos, capaces de colgarse de las ramas de los árboles mediante sus elásticas colas. Se trata de las zarigüeyas (sí, salen en Bambi), marsupiales singulares que habitan las Américas, lejos de su feudo marsupial, Australia. Sin embargo, algo que nos pudiera sorprender es cómo unos pequeños animalitos sin capacidad mágica alguna pueden hallarse tanto en Australia como en la Patagonia. El rompecabezas adquiere mayores proporciones al constatarse cómo en los inhóspitos hielos antárticos han sido hallados fósiles de seres similares a tan curiosos animales. La solución acontece de difícil comprensión para alguien profano a las ciencias pero adquiere un mayor índice de comprensión de analizarse junto con un mapamundi al lado. Alfred Wegener demostró, hace ya casi un siglo, cómo los continentes se hallan en una deriva constante, cambiando de posición y de configuración, conforme van pasados los siglos. Ello se debe a los ritmos internos de nuestro planeta, y explica el origen de fenómenos como los terremotos o las dorsales oceánicas. Observando nuestro mapamundi, no creo ser el único de haberse percatado de cómo, por ejemplo, África y Sudamérica, parecen ser dos piezas de un mismo puzzle. Es fácil constatar cómo, si recortáramos la representación de ambos continentes de nuestro mapa, encajan irremediablemente. El misterio de la zarigüeya halla su resolución en tal fenómeno. Durante el mesozoico, Australia, Sudamérica y la Antártida se hallaban unidas en un continente. El clima que imperaba por tales terrenos era bien diferente del nuestro, hallándose la Antártida poblada de grandes bosques de coníferas. Las zarigüeyas, como otros tantos marsupiales, campaban a sus anchas por tales ecosistemas, sin descuidar que bien pudieran acabar siendo el desayuno de los auténticos reyes del continente antártico. Durante los periodos Jurásico y Cretácico, se ha constatado, paleontológicamente, que la Antártida se hallaba poblada de grandes dinosaurios. Algunos, como cryolophosaurus, eran especies endémicas, habitantes de un mundo que aún no había sido convertido en un gigantesco reino helado. Cryolophosaurus formaba parte de la extensa, y pavorosa, familia de los carnosaurios. Dentro de tal familia destacaba el extendidísimo allosaurus. Tal especie habitaba desde la Antártida, a la actual Tanzania, pasando por los EEUU, Australia o España. Obviamente, tales colosos requerían de proteicos manjares en forma que saurios herbívoros como el leaellynasaura o el muttaburasaurus. Ambos ornitópodos estaban emparentados con hypsilophodon e iguanodon, dos de los dinosaurios más abundantes, por aquellos tiempos, en lo que ahora es España. Curioso. La Antártida y España compartían especies o familias de dinosaurios, lo cual nos hace intuir cómo de diferentes eran las variaciones climáticas entre ambos territorios. Como en el resto del orbe, los dinosaurios sucumbieron al paso del tiempo, bueno, ello sin tener en cuenta la subsistencia de sus actuales parientes alados. Sin embargo, en el ámbito de lo natural, todo ecosistema vacante tiende a llenarse de nuevos inquilinos, y curiosamente, un, relativamente, corto período de tiempo, geológicamente hablando, separaría el fin de los dinosaurios del auge, en tales tierras, de los antepasados de los pingüinos. Pese a disponer de un arsenal adaptativo encomiable, los pingüinos son unas de las aves de origen más remoto (el período eoceno), configurándose como habitantes, ya históricos, de la gran Casa Terráquea. Otrora, existieron especies que podían alcanzar, y sobrepasar, nuestra altura, por lo que parece curioso que los antepasados de éstos fueran especies semejantes a los albatros. Zarigüeyas, dinosaurios, pingüinos, coníferas e icebergs con términos igualmente válidos en el discurrir de los tiempos. Pese a lo que pudieran pensar algunos, el Mundo se halla en continuo cambio en cuanto a escenarios, climas y pobladores. La Naturaleza es creativa; genera una excelsa variabilidad de resultados posibles, pero eso sí, sujetándose siempre a unos ciclos o leyes fijas que no acaban, ni posiblemente acabarán, siendo de nuestra comprensión. Puede que sea Dios, el Caos, la Selección Natural, pero el hombre no es gobernador del futuro. El tiempo cambia por derecho, los animales desaparecen dejando el paso a nuevos colonos de un Mundo constantemente en transformación.
Imagen anterior: leaellynasaura, origen (con consentimiento expreso del autor): http://www.dinosauromorpha.de/

1 comentario:

Anónimo dijo...

De todos, creo que éste es el mejor.