lunes, 23 de abril de 2007

La perversión del libro

Una de las ventajas de ser alumno de la Pompeu Fabra es poder disfrutar del Día de San Jordi como día festivo. Es sumamente curioso que una fiesta bastamente conocida, y constantemente imitada en lo ancho y alto de nuestra geografía, ceda el podium de fiesta “nacional” a la Diada. San Jordi en laborable es fiesta para todos, orgía de libros con sabor a tinta y a amores vestidos de rosas aromatizadas. Otras fiestas son más conocidas por ser perfectas excusas para excursiones y opíparas barbacoas, sin embargo, dentro de su embrujo, San Jordi es una fiesta única al reunir gente y libros, en masa y en un ambiente festivo.

Como todo amable sueño, también hay en tanto que realidad, contornos de fatal pesadilla. Los libros se mutan en pienso para el profano, condicionamientos enletrados para reprográficos cerebros. El dominio del Poder impregna los productos literatos, cayendo todo en la monotonía y el vorágine del consumismo y la hipocresía. El dinero fluye más veloz que el conocimiento, quién supiera si acaso más rápido que la luz y que el sonido. No lo sé. El caso es que un pensamiento esquizofrénico me hace ver libros repetidos, precios especiales, compras anormales, niños encaprichados, cómics mangas y esbirros del monarca bestselliano.

De pronto, un croquis de mi estado mental me hace constatar que no padezco de brotes esquizofrénicos, que me encuentro en la Rambla de Mataró y la visión es un todo, tan real como poco etéreo. Todo cae en redundancia, el movimiento de sacar la cartera y el título de los libros. De pronto encuentro un tenderete sin nadie, sólo con dos jóvenes esperando visitas y a un anciano con pintas de sacerdote, y acaso de sabio. Me acerco. El hecho de estar vacío me indica que en él no encontraré bestsellers, genial, es lo que buscaba, me interesa todo lo extraño y original, y porqué no ver también ver de la literatura su vertiente religiosa.

Un joven, por indicación del peculiar párroco me entrega un librito como regalo, sin pedir nada a cambio. Se trata de un librillo titulado “Luz y guía” que contiene, parece ser, parte de los Evangelios. La tarjeta que el párroco me facilita me indica que se trata de una obra financiada por la “Liga del Testamento de Bolsillo” y que el tenderete es en representación a la Iglesia Evangélica Protestante. A diferencia de otros, acepto gentilmente el obsequio con la curiosidad que todo libro me repara. El ser laico no me hace caer en el laicismo y, una vez más, constato como el obsequio (de la misma forma que un centro islámico que regaló varios libros en mi estancia en Estambul) proviene de una institución religiosa que no de un sindicato o de un partido. Curioso. Seguro que también conocen lo que son las meriendas pero la verdad es que también lo que es la amabilidad y lo que significa la palabra "obsequio". Obviamente, el regalo está condicionado con sus ideas y gustos, ¡cómo iba a ser de otra forma!. No es ello por ser institución religiosa, sino por el hecho de ser gentiles, pues no me parecería muy apropiado repartir al ajeno obsequios que para uno mismo no son de su agrado.

Mi mente está cada día más rebelde y amenaza con desorbitarse tanto de mi como de la escritura de este blog preciado. La lengua calla dejando paso a la libertad de las palabras y mis dedos se calientan con la expresión de mis sensaciones, sentimientos y palabras. Odio los best-sellers, quizás por afán de ser peculiar o culturalmente extraño, pero el caso es que los odio. No odio a la sociedad pero si a algunas manifestaciones del Orden global y del dichoso mercado.

Sólo adquiero como regalos libros religiosos inevitablemente condicionados. No tengo la posibilidad de hacerme con libros de Aristóteles, Descartes o Plutarco. La propiedad intelectual, bastamente prescrita, no evita el monopolio del maná enletrado por parte del mercado. El libro de la “Historia Secreta” de Procopio de Cesarea que se me antoja, además de no encontrarlo (quizás por no haberlo ya ni buscado) no me aparece ni en el preciado librodot ni en los estands bestselliaros.

Vale veintitantos euros, una obra que podría ser editada por cualquiera (incluida la Administración, los partidos o los sindicatos) no siendo editada tampoco por la Iglesia ni por fundaciones o personas al amor de la difusión de la cultura dados. No. La cultura ya no es monopolio de los monjes pero sí de aquellos que nos podemos permitir la compra de algunos libros. No interesa la difusión de la sana cultura, no importando el auge del Harry Potter, del Código Da Vinci, Los Pilares de la Tierra, de Lucia Etxeberría o de Dan Brown y demás escritores bien pagados.

Los libros parecen evolucionar de las aves, no por las plumas sino por los trayectos que realizan volando. Volando por nuestra imaginación, por los senderos de la cultura y del conocimiento. Cantando la igualdad de la razón última que impregna lo culto y verdadero, soñando en un Mundo donde la cultura se reparta con entusiasmo y no con dinero.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"ceda el podium de fiesta “nacional” a la Diada"...au, au, au...a veure si la diem més grossa...

ps: les cometes a què venen? en fi...