El tema del aumento del nivel del mar como consecuencia del cambio climático no deja de ser una de las mayores preocupaciones de los catalanes en la actualidad. La llemosina terra se haya incursa, de lleno, en la apocalíptica vorágine de los tiempos, siendo eventual víctima del incremento del nivel del mar y demás catástrofes anexas al cambiante clima. Sin embargo, el cambio siempre está presente y las oscilaciones entre climas fríos y cálidos siempre han existido. Hace 20 millones de años, aproximadamente, las actuales comarcas del Vallés y del Penedés estaban irrigadas por el mare nostrum, gozando de unas aguas someras y seductoramente cálidas que daban a la región una imagen propia de un actual arrecife de coral caribeño. Obviamente nos referimos a una etapa anterior a las Glaciaciones, ese acontecimiento tan real como necesario, que enfrió la temperatura de nuestro planeta llegando sus últimas reminiscencias hasta la actualidad. Ya se habló en un pasado artículo del cambio experimentado por el ecosistema antártico a lo largo de los tiempos (El misterio de las zarigüeyas), pero el objetivo de este artículo va a ser el de quedarse en tierras más cercanas, o lo que es lo mismo, no salir de las entrañables colinas y sinuosas costas de una tierra que no deja de ser la mía.
La fauna, necesariamente, era muy diferente a la que pueda verse en la actualidad. Más allá de moteros e indisciplinados canes, la región estaba dominada por seres de tamaño algo más que considerable. Ejemplo de ello era el metaxitherium, pariente cercano de los actuales manatíes y dugongos. Se trataba de un ejemplar de la familia de los sirénidos, taxón próximo al de los damanes y elefantes.
En la actualidad habitan pocas especies de esta familia, los manatíes de América y ciertas regiones de África junto con el dugongo indonesio son los últimos eslabones del arcaico taxón. Antaño habitaron en el Mediterráneo, extinguiéndose como consecuencia del enfriamiento global causado por el período de las glaciaciones. Tales seres alcanzan los 5 metros de largo, pesando algo más de la media tonelada. La familia de los sirénidos recibe su nombre de su parecido con el legendario ser mitológico. De apariencia, mayormente infame, es el término vaca marina con el que también se les conoce y que no deja de caracterizar al animal como a un hambriento herbívoro de los mares.
Quizás el mayor ejemplar de la estirpe fuera la vaca marina gigante extinta durante el siglo XVIII por culpa de la caza excesiva. Se trataba de una criatura que superaba los 8 metros y que debió imponer respeto ya sólo con su imagen. Ciertamente, una vez más, lo temible del ser no tarda en trasladarse a lo seductor de su caza. Se trata de una constante humana a través de los tiempos, ya sea el contrincante la vaca marina, el león o el elefante. Sin embargo, los sirénidos son seres de carácter tranquilo, sin más enemigos que las hélices de las embarcaciones y el ataque de algún cocodrilo o tiburón durante sus años jóvenes.
La desaparición del manatí catalán no parece haber sido partícipe de nuestra criminal orgía cinegética. Nada más lejos de la Realidad, desaparecieron, parece ser, antes de que el hombre actual poblara la Península y mucho antes de que fuera capaz de dominar los mares. El caso es constatar lo notable del acontecimiento, cómo grandes bestias poblaron nuestra tierra antes de que pudiéramos conocerlas.
Sin embargo, este artículo me lleva a una reflexión extra. Constatar cómo los grandes representantes de la macrofauna actual poblaron, antaño, en buena medida Europa. Hablamos de los elefantes, rinocerontes, leones, jirafas, hienas, tigres y demás bestias actualmente en peligro de extinción. El manatí no deja de ser una prueba más del fenómeno. Ello me lleva a realizar una pesimista reflexión, ¿acaso nos encontramos, en nuestro tiempo, ante los últimos coletazos de especies (taxones) antaño prósperos sobre la faz de la Tierra?. ¿Indica algo el hecho de que familias como la de los rinocerontes en tiempos remotos constará con múltiples especies de diferentes tamaños (poniendo como ejemplos al gigantesco indricotherium mongol o al hispano rinoceronte lanudo), habiendo pasado a ser un taxón escaso en la actualidad?
Ello pudiera llegar a ser interpretado como una excusa de los crímenes ecológicos perfeccionados por los hombres durante siglos. Nada que ver con mi intención. Precisamente realizo una crítica más al chulesco talante humano de creerse el dueño del medio, una crítica referente a cómo nuestra acción lleva a resultados en buena parte predeterminados por la Naturaleza, en ver cómo el ser humano no es nada más que una especie y, por lo tanto, un súbdito igualmente válido de las leyes naturales, aunque tengamos una avanzada megalomanía como especie.
La fauna, necesariamente, era muy diferente a la que pueda verse en la actualidad. Más allá de moteros e indisciplinados canes, la región estaba dominada por seres de tamaño algo más que considerable. Ejemplo de ello era el metaxitherium, pariente cercano de los actuales manatíes y dugongos. Se trataba de un ejemplar de la familia de los sirénidos, taxón próximo al de los damanes y elefantes.
En la actualidad habitan pocas especies de esta familia, los manatíes de América y ciertas regiones de África junto con el dugongo indonesio son los últimos eslabones del arcaico taxón. Antaño habitaron en el Mediterráneo, extinguiéndose como consecuencia del enfriamiento global causado por el período de las glaciaciones. Tales seres alcanzan los 5 metros de largo, pesando algo más de la media tonelada. La familia de los sirénidos recibe su nombre de su parecido con el legendario ser mitológico. De apariencia, mayormente infame, es el término vaca marina con el que también se les conoce y que no deja de caracterizar al animal como a un hambriento herbívoro de los mares.
Quizás el mayor ejemplar de la estirpe fuera la vaca marina gigante extinta durante el siglo XVIII por culpa de la caza excesiva. Se trataba de una criatura que superaba los 8 metros y que debió imponer respeto ya sólo con su imagen. Ciertamente, una vez más, lo temible del ser no tarda en trasladarse a lo seductor de su caza. Se trata de una constante humana a través de los tiempos, ya sea el contrincante la vaca marina, el león o el elefante. Sin embargo, los sirénidos son seres de carácter tranquilo, sin más enemigos que las hélices de las embarcaciones y el ataque de algún cocodrilo o tiburón durante sus años jóvenes.
La desaparición del manatí catalán no parece haber sido partícipe de nuestra criminal orgía cinegética. Nada más lejos de la Realidad, desaparecieron, parece ser, antes de que el hombre actual poblara la Península y mucho antes de que fuera capaz de dominar los mares. El caso es constatar lo notable del acontecimiento, cómo grandes bestias poblaron nuestra tierra antes de que pudiéramos conocerlas.
Sin embargo, este artículo me lleva a una reflexión extra. Constatar cómo los grandes representantes de la macrofauna actual poblaron, antaño, en buena medida Europa. Hablamos de los elefantes, rinocerontes, leones, jirafas, hienas, tigres y demás bestias actualmente en peligro de extinción. El manatí no deja de ser una prueba más del fenómeno. Ello me lleva a realizar una pesimista reflexión, ¿acaso nos encontramos, en nuestro tiempo, ante los últimos coletazos de especies (taxones) antaño prósperos sobre la faz de la Tierra?. ¿Indica algo el hecho de que familias como la de los rinocerontes en tiempos remotos constará con múltiples especies de diferentes tamaños (poniendo como ejemplos al gigantesco indricotherium mongol o al hispano rinoceronte lanudo), habiendo pasado a ser un taxón escaso en la actualidad?
Ello pudiera llegar a ser interpretado como una excusa de los crímenes ecológicos perfeccionados por los hombres durante siglos. Nada que ver con mi intención. Precisamente realizo una crítica más al chulesco talante humano de creerse el dueño del medio, una crítica referente a cómo nuestra acción lleva a resultados en buena parte predeterminados por la Naturaleza, en ver cómo el ser humano no es nada más que una especie y, por lo tanto, un súbdito igualmente válido de las leyes naturales, aunque tengamos una avanzada megalomanía como especie.
Segunda ilustración es una obra maestra propiedad de: