sábado, 19 de mayo de 2007

Aquileia y los comerciantes judíos

Los antiguos decían ver en el árbol un signo de divinidad. Lo eterno de su existencia así como la magia de la renovación estacional del individuo, asemejaban ser una manifestación del poder del Divino, de sus dictados de equilibrio y de renovación. El árbol de la vida siempre ha sido una recurrente metáfora, ya sea como muestra de catártica renovación o como metáfora de asimilación de provecho. El maestro vegetal me aparece como metafórica alegoría de la civilización, de cómo las raíces de ese ente llamado Civilización se nutre del abono de culturas pasadas. Ese es el caso de la civilización, mal llamada, europea.

Uno de los sucesos más memorables de la Caída del Imperio Romano es la toma de Aquileia por los hunos. Se dice que ese fue el origen de Venecia, al resguardase las víctimas del azote divino en la laguna del Véneto. Obviamente no deja de ser una leyenda, ambas ciudades no sólo convivieron sino que también compitieron por la hegemonía de la zona y de su comercio. La crisis económico-social que imperó en la zona tuvo, inevitablemente, drásticas consecuencias para la productividad de la industria aquileiana. Siguiendo las fuentes, y sabios trabajos de la Hebrewhistory, constatamos cómo la ciudad era famosa por tener una de las colonias hebreas más populosas. Cual mercader de Venecia se tratara, Aquileia estaba poblada por esa especie de “raza”, gens o clase social denominada Siriani por los romanos, y que los estudiosos asimilan, en buena parte, a los judíos.

Expertos comerciantes, disponían del privilegiado beneficio de haber recibido, in personam, la herencia, en forma de cultural abono, mesopotámica y fenicia de saber elaborar mantos púrpuras con tinte de cochinilla, mantos de seda al más puro estilo chino y bellos cristales, lo cual sería todo un acontecimiento para la época. Pese a lo común de los objetos de vidrio en nuestra vida cotidiana, a lo largo de los tiempos el acceso a la técnica de los maestros cristaleros no sólo estaría vedado, sino que sería un misterio. Se cree que las antiguas civilizaciones mesopotámicas, una vez más, fueron las artífices del invento, siendo el pueblo hebreo guardianes del conocimiento, en tanto que semitas herederos de tales culturas.

Los maestros cristaleros, judíos, de Alejandría y Aquileia serían reconocidos a lo largo y ancho del Imperio. La gracia del disponer de tales tecnologías acentuaría el, ya existente, agravio de la envidia. Los judíos comenzarían a almacenar grandes fortunas con el negocio, y el resto a desearlas.

Antes del ataque de Atila a la ciudad, Aquileia ya fue pasto del antisemitismo por parte de los cristianos, devoto, más que de una presunta venganza por las maniobras de Caifás, de una profunda envidia por las exquisiteces de los éxitos ajenos. Des de luego que Aquileia no sería el origen de Venecia pero sí del cristal de Murano, muestra de cómo se crearía una nueva clase social en torno a los Siriani o judíos, así como fueron testigos de las primeras muestras de antisemitismo que se darían en Europa. Una vez más, el eficaz disfraz de lo religioso ocultó conflictos sociales y económicos.

El tiempo se encargaría, no siendo ello nada nuevo, de seguir el juego del soberano, haciendo el doble juego de disfrutar de la acción de dicha primordial burguesía dictando luego infames órdenes contra sus miembros. El Mercader de Venecia de Shakespeare sería un ejemplo, como también las arcas llenas de arena que el Cid cambia por oro a los banqueros judíos. Las poblaciones europeas, especialmente las españolas, serían perseguidas hasta la saciedad, debiéndose resguardar el pueblo judío bajo el techo de sus hermanos semitas, los árabes.

Alejandría y Alepo serían dos grandes centros hebreos, de la misma forma que lo fueron las grandes urbes partas y sasánidas por no hablar de la Tesalónica o la Constantinopla de los otomanos. El paradigma de los tiempos acontece un nuevo bufón respecto a nuestra época, el europeo perseguiría al judío que se acogería a la protección del musulmán, mientras que ahora los papeles, a juzgar por las acciones de algunos, parecen cambiar. No sé si será por la gracia del Destino o por la estupidez de nuestras psiques.

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