A lo largo de mis escritos siempre he defendido una idea clave. El ser humano vive en dos dimensiones: la realidad que nuestros sentidos captan y el mundo, referente sobretodo a lo empíricamente desconocido, que nosotros recreamos dentro de nuestra propia mente. Verdadera historia interminable, mundo de Fantasía de propiedad exclusiva, que acontece manifestación última del homo religiosus, muestra de cómo el hombre no puede existir sintiéndose sólo. Quizás no sea la primera vez que me refiera a la summa divisio esencial de nuestro mundo: el Caos absoluto, frente al aparente orden que detentan ideas y estructuras que admitimos, universalmente, como ciertas e irrefutables.
Existen ciertas constantes en nuestra historia que han servido de base para una eventual defensa de un ser divino superior, una mente omnisciente capaz de dar forma al Universo siguiendo un modelo inteligente. El esqueleto sobre el que descansa la tesis, en no pocas ocasiones ha sido identificado con las leyes, inmutables, de las ciencias físicas, químicas, y ante todo, matemáticas (si es que entre ellas existe alguna diferencia). Dando una ojeada a los horizontes de la física cuántica y de la más profunda de las matemáticas, toparemos con el concepto de infinito, o con el temido teorema de Gödel. Más allá de estas “joyas” para la reflexión matemática, el mayor postulado de la teoría evolucionista no deja de hacer referencia a un presunto origen común, un punto (dígase Big Bang) de donde todo surgió, sin tenerse bien claro, aún, que hubo detrás de todo ello.
La paleontología nos muestra que el ser humano, en tanto que mamífero, tiene ancestros comunes con el resto de la diversidad biológica de nuestro planeta. Los mamíferos proceden de los reptiles mamiferoides, de la misma forma que los reptiles proceden de los anfibios, y éstos evolucionaron antes al diversificarse los peces. De hecho, la “realidad” que los científicos captan a través del uso del método científico y el racionamiento sirve para que éstos nos ilustren con esquemas y taxones con los que iluminar nuestro desconocimiento sobre el origen de la vida. Lo dicho será para algunos todo un trauma. Lejos de limitarnos a haber evolucionado del mono, el ser humano comparte genes e historia evolutiva con los lagartos y la merluza, pasando por los escualos y la salamandra.
La clasificación que hacemos de las especies que han ido poblando nuestro planeta a través de los siglos no deja de ser artificialmente arbitraria. La distinción entre reptiles y anfibios no existe en la naturaleza, son meras categorías que consensualmente ha establecido nuestro paradigma científico con el sino de construir, una vez más, cierto orden donde siempre estuvo nulo, falto de conocimiento o razón humana. Dónde se halla la frontera entre los simios y nosotros o entre los dinosaurios y las aves dista mucho de ser algo a lo que lleguemos, alguna vez, mediante el uso de mecanismos e instrumentos científicos.
Una ojeada por las diferentes religiones nos muestra un punto común, causa última, del que se derivaría el Mundo y todas las especies que lo pueblan. No alcanzo a comprender porqué no iba a ser la religión algo equivalente a la teoría evolutiva, un paradigma “filosófico” más que científico, una manera de ver el Mundo por parte de gentes que dispusieron de medios diferentes a los nuestros. Nadie discute que la religión no haya sido manipulada en tanto que instrumento de poder, factor real que dijera Ferdinand Lasalle, con el que conciencia y adoctrinar al grueso del pueblo. Recapacitemos respecto al hecho religioso. La Fantasía no puede ser perseguida dentro de un grupo compuesto por seres que, por definición, tienen vedado el paso al conocimiento absoluto, quién sabe si por chocar de frente con nosotros mismos, nuestra mente, o simplemente, porque no somos más que una parte que no puede dejar de hacer funcionar al todo por el afán de poder observar cómo se organiza todo el resto del Universo.
Existen ciertas constantes en nuestra historia que han servido de base para una eventual defensa de un ser divino superior, una mente omnisciente capaz de dar forma al Universo siguiendo un modelo inteligente. El esqueleto sobre el que descansa la tesis, en no pocas ocasiones ha sido identificado con las leyes, inmutables, de las ciencias físicas, químicas, y ante todo, matemáticas (si es que entre ellas existe alguna diferencia). Dando una ojeada a los horizontes de la física cuántica y de la más profunda de las matemáticas, toparemos con el concepto de infinito, o con el temido teorema de Gödel. Más allá de estas “joyas” para la reflexión matemática, el mayor postulado de la teoría evolucionista no deja de hacer referencia a un presunto origen común, un punto (dígase Big Bang) de donde todo surgió, sin tenerse bien claro, aún, que hubo detrás de todo ello.
La paleontología nos muestra que el ser humano, en tanto que mamífero, tiene ancestros comunes con el resto de la diversidad biológica de nuestro planeta. Los mamíferos proceden de los reptiles mamiferoides, de la misma forma que los reptiles proceden de los anfibios, y éstos evolucionaron antes al diversificarse los peces. De hecho, la “realidad” que los científicos captan a través del uso del método científico y el racionamiento sirve para que éstos nos ilustren con esquemas y taxones con los que iluminar nuestro desconocimiento sobre el origen de la vida. Lo dicho será para algunos todo un trauma. Lejos de limitarnos a haber evolucionado del mono, el ser humano comparte genes e historia evolutiva con los lagartos y la merluza, pasando por los escualos y la salamandra.
La clasificación que hacemos de las especies que han ido poblando nuestro planeta a través de los siglos no deja de ser artificialmente arbitraria. La distinción entre reptiles y anfibios no existe en la naturaleza, son meras categorías que consensualmente ha establecido nuestro paradigma científico con el sino de construir, una vez más, cierto orden donde siempre estuvo nulo, falto de conocimiento o razón humana. Dónde se halla la frontera entre los simios y nosotros o entre los dinosaurios y las aves dista mucho de ser algo a lo que lleguemos, alguna vez, mediante el uso de mecanismos e instrumentos científicos.
Una ojeada por las diferentes religiones nos muestra un punto común, causa última, del que se derivaría el Mundo y todas las especies que lo pueblan. No alcanzo a comprender porqué no iba a ser la religión algo equivalente a la teoría evolutiva, un paradigma “filosófico” más que científico, una manera de ver el Mundo por parte de gentes que dispusieron de medios diferentes a los nuestros. Nadie discute que la religión no haya sido manipulada en tanto que instrumento de poder, factor real que dijera Ferdinand Lasalle, con el que conciencia y adoctrinar al grueso del pueblo. Recapacitemos respecto al hecho religioso. La Fantasía no puede ser perseguida dentro de un grupo compuesto por seres que, por definición, tienen vedado el paso al conocimiento absoluto, quién sabe si por chocar de frente con nosotros mismos, nuestra mente, o simplemente, porque no somos más que una parte que no puede dejar de hacer funcionar al todo por el afán de poder observar cómo se organiza todo el resto del Universo.
Segunda ilustración, con permiso, de Dinosauromorpha:
http://www.dinosauromorpha.de/pal_therop/sinornithoides.jpg