Existen festividades por las que toda la comunidad se expía de sus pecados, se purifica, baila al son del nuevo despertar, sueña con promesas y se obliga a cumplir objetivos venideros. Está claro que el Sol es la máxima divinidad, el astro que nos protege, alumbra y enseña el camino adecuado: el de la seguridad, el de la optimización y bienestar. Su búsqueda es el fin de la noche, el amanecer el éxito de lo buscado. Cuan ave fénix, el Sol resurge de entre los muslos de geológicos colosos, irradiando una vez más, separando a la noche del día. Asimilar al Sol es labor frecuente. Asimilar lo que más quieres al calor del regocijo, la búsqueda hedonista figurada en las curvas de su silueta, de su sonrisa, de su gracia y movimiento.
Frente a la dificultad de generar contornos de astro, de dibujar una estrella en el intelecto, una isla en tu odisea de vida y lamentos, uno opta por la solución más fácil, la de renovar el recuerdo. Serás el astro que me haga poner en órbita, motivo de existencia y sueño. Serás lo que tú quieras ser, pero siempre serás dentro de mí, aquello que mis sentimientos quieran. Si yo te llamo Sol, en mí no serás Luna, serás día con mi cariño, luz que caldea la fría madrugada. Tu resurgir celebro cual portento de la naturaleza, cual ave fénix, que vuelve a sentir alas con las que volar por los cielos, sobrepasando los riscos de la melancolía.
Pues vuelvo a resurgir, celebraré el año como una purificación, un salto dichoso dentro del continuo pasar de los años. Un motivo por el que destacar, una joya elaborada por el maestro Tiempo. ¡Desterraré los efectos de la noche! ¡Haré pan de oro para condecodar el resurgir del astro! A la noche muerta se le pone un día puesto. La sensación que de nuevo me brindas, me viste, me llena, me abriga ante la ventisca de lo venidero.
Ante el calor yo quisiera aprovecharme, un tanto, del hielo. Congelarme contigo, resurgir inmunibilizándonos al paso de los segundos, de los minutos, de los lustros y de los siglos. Te quiero cual pico de oro que supo encontrar su premio, su joya soñada, su cuerpo, su intelecto. El año viejo dejará paso al nuevo, dejará paso al sueño cumplido, al desvelado, a la pesadilla y al nuevo despertar; en definidas cuentas, aquello que a cada uno le repare el Cielo, miel para unos, nueces del Diablo para los viajeros del Infierno.
Celebremos el resurgir, el nacimiento de un otro idéntico. Nadie diría que existe la muerte temporal, el recuerdo fatuo o la ventisca frágil e intermitente; pues contigo todo me parece claro, luminoso, extremadamente poderoso e inmutable, producto del dichoso Tiempo, que al mismo tiempo lo combate.
¡Bailemos que llega el carro de nuevo! ¡Cantemos la copla, gritemos al cielo! Uno, dos, tres y cero, el Mundo me sonríe, yo me río en mis adentros. Cuán difícil es sondear el pensamiento del Destino, cruel tirano, qué fácil es caer ante tus encantos, no conocer otra fuente de belleza, de cariño y deseo, otra muerte ritual, un despertar renaciendo más pomposo y verdadero...
Frente a la dificultad de generar contornos de astro, de dibujar una estrella en el intelecto, una isla en tu odisea de vida y lamentos, uno opta por la solución más fácil, la de renovar el recuerdo. Serás el astro que me haga poner en órbita, motivo de existencia y sueño. Serás lo que tú quieras ser, pero siempre serás dentro de mí, aquello que mis sentimientos quieran. Si yo te llamo Sol, en mí no serás Luna, serás día con mi cariño, luz que caldea la fría madrugada. Tu resurgir celebro cual portento de la naturaleza, cual ave fénix, que vuelve a sentir alas con las que volar por los cielos, sobrepasando los riscos de la melancolía.
Pues vuelvo a resurgir, celebraré el año como una purificación, un salto dichoso dentro del continuo pasar de los años. Un motivo por el que destacar, una joya elaborada por el maestro Tiempo. ¡Desterraré los efectos de la noche! ¡Haré pan de oro para condecodar el resurgir del astro! A la noche muerta se le pone un día puesto. La sensación que de nuevo me brindas, me viste, me llena, me abriga ante la ventisca de lo venidero.
Ante el calor yo quisiera aprovecharme, un tanto, del hielo. Congelarme contigo, resurgir inmunibilizándonos al paso de los segundos, de los minutos, de los lustros y de los siglos. Te quiero cual pico de oro que supo encontrar su premio, su joya soñada, su cuerpo, su intelecto. El año viejo dejará paso al nuevo, dejará paso al sueño cumplido, al desvelado, a la pesadilla y al nuevo despertar; en definidas cuentas, aquello que a cada uno le repare el Cielo, miel para unos, nueces del Diablo para los viajeros del Infierno.
Celebremos el resurgir, el nacimiento de un otro idéntico. Nadie diría que existe la muerte temporal, el recuerdo fatuo o la ventisca frágil e intermitente; pues contigo todo me parece claro, luminoso, extremadamente poderoso e inmutable, producto del dichoso Tiempo, que al mismo tiempo lo combate.
¡Bailemos que llega el carro de nuevo! ¡Cantemos la copla, gritemos al cielo! Uno, dos, tres y cero, el Mundo me sonríe, yo me río en mis adentros. Cuán difícil es sondear el pensamiento del Destino, cruel tirano, qué fácil es caer ante tus encantos, no conocer otra fuente de belleza, de cariño y deseo, otra muerte ritual, un despertar renaciendo más pomposo y verdadero...
Uno año se deja, otro entra en nuestro fuero, un beso, un abrazo, un saludo y un te quiero. Un brindis por nosotros, por el futuro y el destino, un celebrar en Nubiru, con todo lo bueno del que se va, esperando lo que mejorará la experiencia, a golpe de felicidad, resbalones, rosas y acero.
Feliz salida, buena entrada, pesamen por el que se va... ¡Felicidades por el que nace de nuevo!
Primera imagen: http://www.blizzard.com/