sábado, 17 de marzo de 2007

Binominos cruciales

En la actualidad existen personas que, como Serafín Fanjul y su obra “La Quimera de al-Ándalus”, intentan dinamitar el mito del al-Ándalus afirmando cómo la fantasía y la moda impregna tal visión y cómo imperaba, en tales sociedades, un sometimiento, o cuanto menos, trato diferencial a los no árabes (dhimmah). Cierto es, que desde mi condición de estudiante de Derecho no puedo dejar de referirme a la existencia de comunidades jurídicas diferenciadas dentro de la sociedad islámica. De hecho, cristianos y judíos, vivían bajo la protección del sultán con derechos diferenciados, teniendo la facultad de poder establecer sus propios tribunales para asuntos civiles tales como el matrimonio o las sucesiones. El culto religioso estaba permitido, si bien debía permanecer en la intimidad y no restar brillantez a los actos festivos y litúrgicos de los siervos de Alá. Algo de razón quizás lleve el profesor Fanjul, pero quizás, no siendo, de su agrado mi posición, debamos dar todas las vueltas posibles a la “litigiosa tortilla” y apreciar todos sus aromas, visiones y consecuencias.


Imagen: Palacio de la Alfajería en Zaragoza (Sede de las Cortes de Aragón)

Poca duda cabe, y a los vestigios existentes en nuestro país me remito, de que la sociedad andalusí, como también la siciliana, fueron caldos de cultivo, más que de radicales yijadistas de Alá, de grandes obras arquitectónicas, transmisión de obras grecorromanas (pérdidas por los cristianos hacía tiempo) o importación de deliciosos manjares. Quizás por la mano impredecible de la Rueda de la Fortuna, o quizás por causas mayormente contrastables, la radicalización de las posturas islámicas, ya en la Edad Media, coinciden con ciertos factores a los que no podemos estar ajenos: el auge del Occidente Medieval cristiano (con el crecimiento de las ciudades y la burguesía en el Siglo XI), los últimos coletazos del moribundo Bizancio, la irrupción de los pueblos turcos o, más que nada, las Cruzadas.

Sin tener que acudir a tiempos, quizás ya algo pretéritos, sólo debemos percatarnos de la situación imperante en el Oriente Medio de nuestros días. Edward Said, como gran exponente, escribió su obra cumbre “Orientalismo” sin saber que la misma sería esgrimida como espada por los nacionalismos islámicos contra el enemigo occidental. Obviamente, las causas ya no serían las Cruzadas, Bizancio o la revolución económica del Siglo XI sino el colonialismo y el declive de la potencia otomana. En aquellos tiempos se engendraron nacionalismos de reacción, pero poca duda cabe de que el fenómeno, ya en aquellos tiempos, como en la Edad Media o en nuestros días tenía otras, digámoslo en términos en exceso economistas, externalidades…

No hace falta decir, que con las Cruzadas (incluida la Cruzada española o “Reconquista”) y radicalización del occidente cristiano, junto con el declive de la sociedad andalusí, las posturas en el mundo islámico correlativamente se excitaron en grados extremos. Frente a la Reconquista emergieron los almohades, reconquistadores a su manera de la Valencia del Cid. Mi postura al respecto sería hacer un fácil razonamiento, ¿acaso no fue de conveniencia cristiana, o mejor dicho, de los reyes cristianos la radicalización andalusí, e islámica en general, como pretexto para sus conquistas?

Valga recordar, que ni con al-Ándalus ni con los almohades la Península Ibérica fue invadida en masa por los pueblos del Magreb. La dinastía Omeya, que fundó el reino andalusí, no fue más que parte de una nobleza caída en desgracia que se refugio en las llanuras de Hispania junto con sus mesnadas. ¡Claro que llegaron guerreros de la otra orilla del estrecho, e incluso inmigración y también hombres cultos y cortesanos! Pero tanto bajo el dominio godo, como bajo el islámico, o incluso bajo el romano, pese a las inmigraciones existentes, el grueso de la población continúo siendo hispana. Es decir, a lo largo de la historia no pasaron grandes flujos humanos sino que fueron mayoría aquellos que fueron en un tiempo musulmanes y en otro cristianos, como antaño fueron mayoría los napoleónicos en Francia, los partidarios de Atatürk en Turquía o los de Milosevic en Yugoslavia. El pueblo llano se corrompe a la voluntad del poder imperante y de sus dirigentes. Pan y circo, dijeron los romanos, es de lo que se nutren las masas populares en demasiadas ocasiones.

Volviendo al conflicto islámico, no sólo en la Edad Media, sino también en la actualidad, aquí quizás mi opinión sea más controvertida, la radicalización islámica ha sido de la conveniencia de la elite dirigente, más que cristiana, digamos occidental. ¡En qué cabeza cabe que a Bush y sus maliciosos consejeros les conviene un Islam culto! ¿Para qué? ¿Para que se manifiesten a favor de la nacionalización de SUS recursos? ¿Para que conciban obras culturales dignas de respeto y admiración por parte de los súbditos del Poder Occidental?

No nos engañemos, nuestra sociedad está sostenida a binomios cruciales. Bush – Yihad, Imperialismo – Nacionalismo. Aquellos que dejan sus vidas en sangrientos actos terroristas no son expertos en teología islámica sino miembros de una sociedad desgarrada por sus propios miembros bajo la mirada complacida de la dirección occidental. No los quiero justificar sino simplemente intentar buscar las causas. La Tercera Guerra Mundial existe y sólo hace falta ver Afganistán o Irak, miles de personas mueren, ¿¿¿¿por la fe????. No, por la vida, por evitar la esclavitud tácita entre civilizaciones. Claro que, quizás no debiera decirlo, puesto que yo soy el primero que no podría escribir estas líneas sin participar del invento.

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