Quisiera ir algún día al Zaire, sí la actual República Democrática del Congo, ese infierno continuamente en guerra, dictaduras, asesinatos...; pero también de selváticos vergeles ecuatoriales cubiertos de vegetación, aves y gorilas. Casi con mayor misterio que el más piadoso de los milagros, los gorilas sobreviven en los altos volcánicos de la selva de Virunga, uno de los últimos refugios del apacible gorila de la montaña. Primos gentiles, fuertes y a veces un poco desalmados, siempre me han causado curiosidad esas adorables bestias de espaldas plateadas. Esos machos capaces de tronchar el más duro tronco y de flagerarse inmunemente a base de gigantescos mamporrazos. Quizás sea la ilusión, las ganas, el sueño guardado en la habitación trasera de mi cerebro, aquello que, si bien a Guillermo del Toro le hace ver monstruos, a mi me hace ver gorilas de espaldas plateadas.
Recuerdo como un martes (o quizás un jueves) al subir por las escaleras felizmente descubiertas, que antes pensaba que nos estaban vedadas al alumnado, me crucé con un par de hombres armadurizados en caros trajes. Sí, también con uno de esos trastos conocidos como Blackberry, el maletín de caro cuero y los zapatos bañados en betún hecho a bases de caviar, o eso parecía a juzgar por los andares. La verdad es que me recordaron a gorilas. No porque anden lustrosos denunciando su amor al lomo y al solomillo, sino por aquellos pasos que me recordaron a mis plateados amigos. Esos primos simios que lucen espalda retando a ver quien se impone en hervor, nervio y sobretodo en plata.
Más que Darwin, tengo miedo a parecerme al mono. No, me cae bien el gorila pero no quiero tener el trasero brillando. No, me resisto. Soy chuleta pero me jodería, si es que acaso algún día los tuviera, ser apéndice de un duro antropoide enpesatado en euros y dolares cambiados. Formar parte del club, de lo fashion, del alto de la pirámide competitiva, del superpredador que a sus inferiores va pisando. Si es que acaso tengo honor no lo quiero sacrificar por el vicio dorado.
La verdad no lo sé. Quizás prime más la plata que lo pueda ir pensando, la cartera que el discurso, el salario más que el glosario. No sé si es que he estado ciego, o ingenuo, tonto o descentrado. Quizás esto sea un sueño, o sencillamente que estoy madurando.
Recuerdo como un martes (o quizás un jueves) al subir por las escaleras felizmente descubiertas, que antes pensaba que nos estaban vedadas al alumnado, me crucé con un par de hombres armadurizados en caros trajes. Sí, también con uno de esos trastos conocidos como Blackberry, el maletín de caro cuero y los zapatos bañados en betún hecho a bases de caviar, o eso parecía a juzgar por los andares. La verdad es que me recordaron a gorilas. No porque anden lustrosos denunciando su amor al lomo y al solomillo, sino por aquellos pasos que me recordaron a mis plateados amigos. Esos primos simios que lucen espalda retando a ver quien se impone en hervor, nervio y sobretodo en plata.
Más que Darwin, tengo miedo a parecerme al mono. No, me cae bien el gorila pero no quiero tener el trasero brillando. No, me resisto. Soy chuleta pero me jodería, si es que acaso algún día los tuviera, ser apéndice de un duro antropoide enpesatado en euros y dolares cambiados. Formar parte del club, de lo fashion, del alto de la pirámide competitiva, del superpredador que a sus inferiores va pisando. Si es que acaso tengo honor no lo quiero sacrificar por el vicio dorado.
La verdad no lo sé. Quizás prime más la plata que lo pueda ir pensando, la cartera que el discurso, el salario más que el glosario. No sé si es que he estado ciego, o ingenuo, tonto o descentrado. Quizás esto sea un sueño, o sencillamente que estoy madurando.
1 comentario:
Quizás esto sea un sueño, o sencillamente que estoy madurando...
1. si és un somni no et despertis
2. si estàs madurant, no m'ensenyis el truc...
Fins aviat!
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