No son pocas, en mi aún corta vida, las veces que al llegar a San Vicente, en lugar de seguir por la actual carretera he seguido por el camino de piedra que nace a los pies del humilde monumento. No muy lejos, entre campos de trigo y juncos buscadores de agua, se alza el antaño servicial, ahora torturado, puente romano.Construido, casi con toda seguridad, por funcionarios del antiguo Imperio Romano, lleva prácticamente inmutable la increíble vida, que sus aproximados 18 siglos le han proporcionado.Muchos y variados pesos ha tenido que soportar, desde el paso de las legiones romanas y hordas bárbaras a humildes pero serviciales mulas cargadas con pesados carros. Pero en la actualidad no son estos cuadrúpedos animales quienes le producen sus particulares dolores lumbares sino que son bestias de la tecnología moderna y de nuestro continuo afán por el dinero y la destrucción.“Hordas” de pesados tractores y cosechadoras, por no hablar de otros transportes, han ido pasando a largo de los últimos años por nuestro anciano puente produciéndole heridas que pueden ser mortales. Gabriel García Márquez bien podría haberse referido a su muerte en su célebre obra pues es casi segura su realización.El problema está en la mesa, bien puede ser ignorado, pero si su muerte se consume: ¿Quiénes serán los elementos que nos expliquen nuestra propia historia colectiva y la de nuestro pueblo? ¿Quién será el buen samaritano que preste su gentil mano al único propósito de darle los más meros reconocimientos a su milenaria labor? ¿Serán acaso aquellos que le han herido? Ahí esta la pregunta, pero ésta exige respuesta.
(publicado en la Revista El Cantón del año 2003)
En febrero de 2003 el anciano puente se hallaba, como denunciaba este breve artículo para la revista de la Asociación Cultural de Amigos de Anguita, en un mal estado, muestra del paso del tiempo no sólo en lo orgánico sino también en lo pétreo e inanimado. Sin embargo, cierto es que en demasiadas ocasiones el remedio es peor que la enfermedad y se estropean vestigios del pasado con implantes del presente, puestos como muletas a la pétrea artrosis de la que adolecen, dejando mucho que desear, no sólo al arqueólogo aficionado, sino también al científico y al ojo profano. La verdad es que hay veces que es preferible el desgaste a la mala arte y así me lo confirman rehabilitaciones presentes como la del arco romano de Medinaceli o la propia Torre de la Cigüeña emblema del propio pueblo de Anguita. Restaurar o estropear, si es que alguna vez se diferenciaron, parecen ser el inexcusable binomio actual sellado en nuestro cerebro, quizás es que sea para algunos difícil de comprender para qué fueron creados estos jubilados monumentos y hacer un buen uso de ellos sin que se les pudiera calificar de ancianos maltratados.
Para conocer la Torre de la Cigüeña, y el pueblo de Anguita en general, pueden visitar la excelente web indicada en la lista de links favoritos:
http://www.geocities.com/anguita_guadalajara/
Para conocer la bellísima localidad de Medinaceli existe la posibilidad de realizar una visita virtual a través del siguiente link:
http://www.medinaceli.info/aytomedinaceli/visitavirtual/VisitaMedinaceli.html
(publicado en la Revista El Cantón del año 2003)
En febrero de 2003 el anciano puente se hallaba, como denunciaba este breve artículo para la revista de la Asociación Cultural de Amigos de Anguita, en un mal estado, muestra del paso del tiempo no sólo en lo orgánico sino también en lo pétreo e inanimado. Sin embargo, cierto es que en demasiadas ocasiones el remedio es peor que la enfermedad y se estropean vestigios del pasado con implantes del presente, puestos como muletas a la pétrea artrosis de la que adolecen, dejando mucho que desear, no sólo al arqueólogo aficionado, sino también al científico y al ojo profano. La verdad es que hay veces que es preferible el desgaste a la mala arte y así me lo confirman rehabilitaciones presentes como la del arco romano de Medinaceli o la propia Torre de la Cigüeña emblema del propio pueblo de Anguita. Restaurar o estropear, si es que alguna vez se diferenciaron, parecen ser el inexcusable binomio actual sellado en nuestro cerebro, quizás es que sea para algunos difícil de comprender para qué fueron creados estos jubilados monumentos y hacer un buen uso de ellos sin que se les pudiera calificar de ancianos maltratados.
Para conocer la Torre de la Cigüeña, y el pueblo de Anguita en general, pueden visitar la excelente web indicada en la lista de links favoritos:
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Para conocer la bellísima localidad de Medinaceli existe la posibilidad de realizar una visita virtual a través del siguiente link:
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