jueves, 29 de marzo de 2007

Sobre lobos y buitres

Homo hominis, lupus” es una idea sobre el hombre que siempre me ha seducido. Hobbes opinó que el hombre es un lobo para el resto de los de su especie. El Estado, Leviatán, debe concentrar el poder con el objetivo de evitar una cainísta carnicería. El hombre es malo por naturaleza, contrariamente a aquella opinión que asume la bondad inherente al hombre y su correlativa perversión por la vida en sociedad.

Si, por un momento, representáramos a todas nuestras ideas en un ficticio y metafórico, pero no por ello inútil, parlamento; nos percataríamos irremediablemente de lo radical que sería el escaño que debiera ocupar la Madre Naturaleza. Ciertamente, no existiría escaño más a la derecha de aquél que la Naturaleza debiera ocupar. Curiosa paradoja. El ecologismo no es una aproximación a la Naturaleza sino todo lo contrario, ir contra corriente, luchar contra la tendencia ultraconservadora innata de la madre de las madres, y por supuesto, matriarca de nuestra propia consciencia.

Aceptando los postulados de la ciencia moderna, la vida se basa en la evolución y en una idea clave, la selección natural. Parece obvio que no sólo actuará tal proceso sino que se deberán tener en cuenta las posibles mutaciones concebidas por la eventual recombinación producida en el proceso de concepción de un nuevo organismo. La mutación introduce la variabilidad, pero son los individuos, en si mismos diferentes, quienes compiten entre ellos bajo las reglas de la “ley de la jungla” o lo que es lo mismo, el imperio del más fuerte.

Ello me hace pensar en un posible motivo de separación entre las ciencias naturales y algunas de las más representativas ciencias sociales como pudieran ser el Derecho o la Moral. Las ciencias que tienen por objeto el medio natural se centran en aquello que es (empíricamente) y no en aquello que debiera ser (medio hipotético), como sí lo hacen el Derecho y la Moral. En palabras llanas, el Derecho y la Moral sirven de “camisa forzada” con el objetivo de evitar una brutal carnicería derivada del imperio de nuestra, por si misma, violenta y competitiva psique.

Que hoy he tenido un mal día será lo mínimo que pensará el lector. Bien. Pues ese no ha sido el caso, sino más bien todo lo contrario. En épocas de exámenes es quizás dónde un alumno, de cualquier disciplina, se percata, con mayor evidencia, de la competitividad irremediable que impregna todo lo que hacemos. Somos seres devotos de la inconformidad y del quererlo siempre todo: quién pudiera saber si no es ello el espejo que nos muestra la efectiva acción en nosotros de la selección natural.

Aquello que parece evidente es que toda acción que traspasa los artificiales moldes de la Moral y del Derecho cae en las fauces de nuestra violenta esencia. Cómo somos de competitivos e inevitablemente seducidos por la violencia se puede constatar en un simple ejemplo. Tengo la suerte de poder veranear en una bella aldea de poco más de cien habitantes. Alrededor suyo existen pequeños pueblecillos que dependen del ayuntamiento de mi pequeño paraíso estival, pero que tienen sus propios habitantes, y sobretodo, veraneantes.

El grueso de la población joven es veraneante, quedando pocas gentes nativas, cofrades de la lozanía, en tales lugares. Cada pueblo organiza su peculiar “selección de fútbol”, cursándose casa verano pequeños torneos. Al ser la gran mayoría descendientes de aquéllos que habitaron antaño tales pueblos, la mayoría tenemos casa y no faltamos ninguno verano por lo que los torneos acontecen entre las mismas personas año tras año. Inevitablemente, y no importa que se juegue a fútbol o a cualquier otro deporte, estas personas procedentes de Barcelona, Madrid o Valencia se identifican, curiosamente, con el pueblo (“de sus orígenes”) produciéndose rivalidades encarnizadas, que en la juventud, en no pocas ocasiones acaban en reyertas y escaramuzas. Ello sucede entre pueblos o entre bandas/equipos que se forman, con cierta vocación de estabilidad, en un mismo pueblo. Las personas tendemos a buscar motivos para identificarnos y oponernos/enfrentarnos al resto, dijo Genghis Khan que los mongoles sólo necesitaban establecer un enemigo común para unirse (¿a alguien le suena esto a nacionalismo, guerras religiosas o rivalidades interregionales...?).

En definitiva, sin Derecho ni Moral somos lobos, y si a ello le sumamos la ley, mayormente contrastada que la de la gravedad, del mínimo esfuerzo, nos encontramos ante uno de los motivos de que además de lobos podamos ser considerados como hombres-buitre.

¡Genial! ¡Vaya día a tenido el nene!. No, el caso es que tuve la suerte de cruzarme con un blog (http://salamancablog.com/) que mencionaba el terrible conflicto en la región sudanesa de Darfur y me hizo reflexionar. El hombre tiende al gusto y a la satisfacción, y de lo contrario, no sin razón, se le tilda a uno de masoca. Lo que pudiera explicar cómo nos importa un rábano, perdonad la expresión, aquello que pueda suceder en Darfur y muchísimo más lo que acaece, y no con menos gravedad, en Irak. Sudan no tiene interés, parece ser, para Occidente, será que no tenga “carroña económica” de la que nos podamos nutrir... No sé, quizás, como buitres, aún no hallamos puesto nuestro ojo en los despojos de un país donde, seguro, que en algún momento, cuando interese, se encontrará... carroña económica de la que sacar beneficio.

1 comentario:

Berenice dijo...

Hola Javier!.-Le agradezco lo expresado en relación con nuestro blog, pues veo que siempre existen personas que coinciden con nuestras inquietudes e intereses.Acabo de visitar vuestra web y de veras me ha gustado mucho la manera en que ud enfoca los temas que ha desarrollado en cada una de sus entradas.Sin lugar a dudas frecuentaré su sitio cada vez que tenga una oportunidad y desearíamos mantenernos en contacto. Atentamente:

Santiago y Berenice